SONRÍE - 6 puntos

Smile; Estados Unidos, 2022

Dirección y guion: Parker Finn.

Duración: 115 minutos.

Intérpretes: Sosie Bacon, Kyle Gallner, Caitlin Stasey, Robin Weigert, Jessie T. Usher, Kal Penn.

Estreno exclusivamente en salas de cine.

Si lo sabrá Stephen King: cuanto más traumado esté el personaje por razones naturales, más posibilidades hay de que lo sobrenatural aceche y posea el cuerpo, la mente y el espíritu. A la doctora Rose Cotter, psiquiatra acostumbrada a tratar y contener a pacientes complejos en un centro de urgencias psicológicas, la muerte de su madre cuando era pequeña le sigue dando vueltas en la cabeza. Así comienza Sonríe, la ópera prima del estadounidense Parker Finn, que ofrece fotogramas empapados de viejos terrores en encuadres aparentemente novedosos: con un flashback a ese evento de la infancia que volverá con fuerza al presente por razones inesperadas. 

Es que un día como cualquier otro, una joven paciente que acaba de ser testigo del sangriento suicidio de uno de sus profesores (golpes autoinfligidos con un martillo, se afirma con estupor) le revela a la protagonista que viene viendo “cosas”. Algo así como un “ente” que adquiere diversos rostros y le hace la vida imposible, además de advertirle que su propia extinción está muy cerca. Minutos después, como quien no quiere la cosa, la chica procede a abrirse el cuello mientras su boca dibuja una sonrisa enorme, desquiciada.

La maldición no empieza ahí, más bien sigue su curso. Es lo que irá descubriendo Rose gradualmente, aunque la verdadera definición del mal –algo fuera de este mundo que actúa casi como un virus o, mejor aún, un parásito mental– nunca será revelada categóricamente. Parker Finn retoma ideas de películas muy populares, como la saga Ring o Te sigue, por nombrar apenas un par de títulos recientes, y construye un guion que funciona de a ratos, apoyándose en la creación de climas ominosos, una fotografía que potencia los contrastes (la oscuridad total a través de una puerta como símbolo de amenaza) y varios golpes de efecto, de esos que hacen saltar a la platea de la butaca. Sosie Bacon, hija de Kevin Bacon y Kyra Sedgwick, logra dotar a su personaje de la necesaria dosis de resistencia en medio de una fragilidad que inevitablemente va en aumento. Desde luego, nadie en su entorno –ni su prometido, ni sus colegas y superiores, ni siquiera su exnovio policía– creen que lo que está ocurriendo esté afuera de su cabeza. Ironías de la vida: la psiquiatra está atrapada en un laberinto de locura.

Una vez que la trama descubre la lógica del funcionamiento detrás de los extraños hechos (el origen ya es otro cantar), al relato sólo le quedan dos caminos paralelos para completar las casi dos horas de metraje: acompañar en la pesquisa a la heroína, obsesionada con vencer el poder maléfico de “eso” que ha puesto su vida patas para arriba, e ir descorriendo el misterio oculto en las tinieblas para mostrar cada vez más de cerca la verdadera forma del horror. Ahí es cuando el trauma del pasado vuelve con fuerza, tal vez como arma ideal para detener las ruedas de la muerte. O tal vez no, que al fin y al cabo se trata de una película de terror. Sonríe puede no sorprender y asusta en módicas cuotas, pero su factura evidencia un deseo de devolverle al género puro algunas de sus potencialidades perdidas. Una ficha para el debutante Parker Finn, que además esconde un muy buen chiste sobre el abuso de los vasos rotos en los guiones.