La voz del andaluz de los rizos sublevados llegaba hasta la última fila del teatro Lope de Vega De Sevilla. Entonces actuaba y todavía no era apodado El loco de la colina, como uno de sus programas más emblemáticos. Su rebeldía era de clase; quería mirar y oír a los olvidados, los marginales, los anónimos, los oprimidos, esos nadies que suelen ser tan ignorados como invisibilizados. Fue el “niño pobre” que se convirtió en un periodista y presentador reconocido. La nube de humo de su cigarrillo le daba una pizca de mayor intimidad y misterio a esas entrevistas que parecían una clase magistral de periodismo y psicoanálisis por el modo en que trabajaba con los silencios, con lo no dicho. El periodista español Jesús Quintero murió este lunes a los 82 años en la residencia geriátrica Nuestra Señora de los Remedios. Fuentes próximas a su familia confirmaron que el mítico comunicador almorzó por última vez, luego se fue a descansar y ya no se despertó.

No hubo milagros en la vida de Manuel de Jesús Rodríguez Quintero. Nació el 19 de agosto de 1940 en San Juan del Puerto, en la provincia de Huelva. Su padre era electricista y su madre, campesina. Ella solía decirle a su hijo que era “más raro que un perro verde y un ratón colorado”. No sabía, la madre, que le estaba sirviendo en bandeja el nombre futuro de dos programas. Como quien gambetea un destino prefigurado –continuar el oficio de su padre o trabajar como obrero-, al joven le picó el deseo de la actuación. Pero al terminar una función en el teatro Lope de Vega de Sevilla, un hombre de la radio, el periodista Rafael Santiesteban, muy impresionado por la voz de ese actor en ciernes, se acercó para decirle que podía hacer radio. 

Comenzó su carrera radiofónica en los años 60 en Radio Nacional de España, animando las tardes con el programa Estudio 15-18. El programa le resultaba insuficiente; quería algo más. Entonces le propuso a los directivos El hombre de la roulotte, que consistía en recorrer el país en una furgoneta llena de libros y sartenes entrevistando a los “nadies”, gente sin fama pero con historia, personajes anónimos con una vida interesante.

Creía en la palabra (y el silencio) como medio de comunicación. Prefería la radio porque es “más verdad que la televisión”. Él clasificaba los silencios: el de dos personas que no tenían (ni tienen) nada qué decir y aquellas que saben que el silencio puede ser sorpresa y acercamiento. El loco de la colina nació como un programa radial nocturno en Radio Nacional de España (1980 a 1982) y posteriormente pasó a la Cadena Ser (1986); el programa fue emitido también en Uruguay y Argentina. 

El ritmo era pausado; ese animal de radio, de mirada profunda y silencios que podían provocar irritación, incomodidad y hasta perplejidad era una especie de gran oreja que sabía escuchar los problemas de los desesperados y solitarios. Detrás de esa voz que se escuchaba hasta en el último cuarto de pensión estaban los guiones de Raúl del Pozo y Javier Salvago. Si el periodista, locutor y presentador no era dueño ciento por ciento de sus palabras, sí lo era de ese estilo que implicaba que se mantenía un rato sin decir nada. En silencio. Un silencio que podía aumentar la fascinación o provocar la objeción sin medias tintas.

El loco de la colina batió récords de audiencia con cerca de un millón de oyentes. Hasta la revista Gente se ocupó del fenómeno y habló con el periodista que declaró entonces que el programa era “su terapia ocupacional nocturna”, que “se aferraba al micrófono como un náufrago”, como “alguien que miraba las estrellas sin olvidar lo que pasaba a los demás en la tierra”. Jesús quería que el entrevistado le contara sus cosas. “No voy a acosarlo, ni chuparlo, ni vencerlo. Nunca uso la estocada. Si ha de morir se matará solo y con sus propias palabras. No me creo nada esa moda del reportaje agresivo”, explicaba y aclaraba: “Si te pones contra el entrevistado, lo pierdes. Si llegas arrogante, también. Si llegas muy humilde, te derrota. Hay que decirle sin palabras ‘Tú eres quien eres… pero yo no soy un tonto'”.

Las sombras eclipsan el lado luminoso. Una neurosis depresiva hipocondríaca puso en pausa, en 1986, la carrera del andaluz de los rizos sublevados y los silencios que abrazan sin palabras. En ese período de retiro creó la emisora Radio Romántica, que posteriormente fue clausurada por carecer de licencia. Dos años después volvió al ruedo con El perro verde, que se estrenó en la TVE (Televisión Española) en 1988. El éxito continuó y lo llevó a viajar a México, Argentina –el programa se emitió por ATC en 1989- y Uruguay. En la televisión pública española también hizo Qué sabe nadie (1990) y en Antena 3 los ciclos Trece noches o La boca del lobo. En los 90 llegarían La noche americana, El lobo estepario –que hizo en Buenos Aires, en Radio Millenium en 1998-, Cuerda de presos y El vagamundo. En los 2000 presentó Ratones coloraos y La noche de Quintero, programa con el que volvió en 2007 a la TVE.

En El perro verde mezclaba famosos y desconocidos. ¿Cómo no recordar al perro blanco y lanudo que lo acompañaba en el estudio y se quedaba todo el tiempo echado en el piso? Jesús amaba a los “nadies”; eran sus entrevistados preferidos. Algunos recordarán al hombre que no contestaba ninguna de sus preguntas porque finalmente resultó ser mudo. O la conversación con los 11 mendigos, durante una cena. Entre sus entrevistas más recordadas se destacan las que hizo a Diego Maradona, Jorge Luis Borges, Eduardo Galeano, el subcomandante Marcos, Antonio Escohotado, Facundo Cabral, Felipe González, Baltasar Garzón, Pepe Mujica, Joaquín Sabina y Arturo Pérez-Reverte. En 1999, para el ciclo que tuvo en Azul TV, entrevistó al entonces presidente Carlos Saúl Menem, a quien le preguntó: “¿Nunca fue musulmán? ‘No -respondió Menem- siempre fui católico, apostólico, riojano... digo, romano”. Cuando entrevistó a Robledo Puch en la cárcel de Sierra Chica, el Chacal le dijo emocionado: “¡Ah!, ¿usted es El loco de la colina?”.

El mejor creador de atmósferas (radiales y televisivas) confesó que lo llamaban loco porque nunca había tenido un sentido práctico de la vida. “Me llaman loco porque aún creo en los grandes sueños, en las utopías… Y porque no renuncio a la felicidad. No comprendo a quienes están dispuestos a todo para alcanzar el poder, la riqueza o la fama. Antonio Banderas me dijo: ‘La fama es un rumor a seis metros’. Tenía razón”, recordó Jesús en una entrevista con El Español en febrero de 2020. Ser un buen comunicador no implica ser un buen administrador. Intentó tener una productora con la que ganó dinero, pero perdió más por malos negocios, además de llevar una vida bohemia. También gestionó el Teatro Quintero, donde programaba espectáculos de teatro y música. Para pagar sus deudas vendió su casa. “Me he arruinado tres o cuatro veces en mi vida. Si no trabajo, bajo los techos, bajo el nivel. Vivo con lo justo. Nunca seré yo un nuevo rico. Siempre seré un antiguo pobre”.

El andaluz de los rizos sublevados fue una especie de detective que buscaba que lo oculto quedara al descubierto. El hombre que murió mientras dormía fue el compañero de cientos de náufragos nocturnos embelesados con ese loco que respiraba palabras y exhalaba silencios.