Los discursos de odio se dispersan fácilmente por una estructura comunicacional que propone la fragmentación, los extremismos y la desavenencia. Las redes sociales y los mensajes de odio conforman una matriz cuya centralidad es cada vez más notoria.

El atentado contra la vida de la Vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, despuntó un corto debate sobre la necesidad/posibilidad de legislar en relación a los discursos de odio, su propagación y los posibles impactos en acciones posteriores. Fue la misma ex Presidenta quien lo dio por finalizado sentenciando "no se necesita una ley". Es necesario recordar que fue bajo el mandato de la misma Fernández de Kirchner, en 2009, cuando se modificó el Código Penal para derogar los delitos de injurias y calumnias para casos de interés público.

Podría interpretarse como una contradicción o un camino desandado en pos de la libertad de expresión el hecho de propiciar la regulación de contenidos, algo que no estuvo presente ni en la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual por más propaganda en contra que tuvo. Lo cierto es que hay mucho más que discursos y odio, hay una matriz odiante que está tomando centralidad en los procesos democráticos y eso Cristina lo sabe y lo expresó claramente en sus discursos sobre la "insatisfacción democrática".

Ernesto Calvo y Natalia Aruguete en su libro ya canónico "Fake news, trolls y otros encantos" pusieron en relación la "topología de una red", Twitter en este caso, y la forma en la que se ordena de cierta manera el debate social: "Estamos empujados a ver nuestras creencias aumentadas, pero las redes no devuelven solo lo que depositamos en ellas. Las formas de la violencia que vemos exacerbadas son en parte un resultado matemático, producto de la topología de las redes, pero también son la representación del espíritu de una época." (Calvo y Aruguete, 2020: 227). Discurso y topología forman la matriz odiante que pone en jaque los fundamentos de la democracia actual. ¿Qué es lo que hay que regular? Los mensajes están en la superficie, se ven, se escuchan, pero la forma en la que está diseñada la circulación y la direccionalidad de esos mensajes por las redes, también el anclaje y el impacto que generan, están lejos de ser espontáneos.

En épocas de vigencia de los medios de comunicación de masas, la circulación tenía una dirección centrípeta: de la diversidad realmente existente de opiniones que existe en una sociedad solamente un grupo acotado de emisores (los medios) tendían a promediar un espectro de posiciones, generalmente las mayoritarias. En cambio, la actual dinámica de circulación tiene una dirección más centrífuga: de la diversidad realmente existente en la sociedad, la topología de la red le da valor, sobre representa posiciones minoritarias, que buscan los extremos para tener más visibilidad y de ahí se conforman pequeños nodos que multiplican. Si es necesario y útil para algunos sectores de poder, también se ponen recursos técnicos y económicos para amplificar artificialmente esos mensajes. Sólo basta con ver los gráficos donde se visualiza el desarrollo de algunas temáticas y la relación con los usuarios. Los nodos satélites que gravitan alrededor de la mayoría de usuarios pero concentran un alto grado de interacción y tráfico.

Debemos poner en discusión y analizar formas de regulación del entramado de esta matriz odiante, no de los discursos, y con ello cómo poner a resguardo la democracia, como búsqueda de consensos mayoritarios y como voluntad de las mayorías.

* Licenciado en Periodismo UNR