Después de más de 222 días de bombardeos, mesas de negociación fallidas, amenazas nucleares y una respuesta que no llega por parte de la comunidad internacional ante los crímenes de guerra que se están cometiendo en esta parte del mundo, Ucrania afronta el próximo invierno con incertidumbre y hartazgo.

En las ciudades que están resistiendo las embestidas bélicas de Rusia, como Járkov, se cuentan por miles los edificios bombardeados y también los negocios destruidos. Roman Mikutin era el propietario de una pista de hielo en la que entrenaban jugadores de hockey y patinadores artísticos (la mayoría niños), hasta que un proyectil cayó en la instalación partiéndola por la mitad.

"No sé cuándo va a acabar la guerra, pero cuando termine tampoco creo que el Estado nos dé ayudas para reconstruir los negocios privados. Hay demasiadas cosas públicas que necesitan ser reconstruidas, y no creo que haya para todo", sentencia cuando se le pregunta por el futuro.

Yuri Gunko tenía una tienda en la Avenida de la Constitución, una de las calles más comerciales y también más bombardeadas del centro de la segunda ciudad más importante del país. La reventaron durante el primer mes de la guerra. Él ni siquiera piensa en la reconstrucción; lo ve como algo lejano. "No sabemos cuándo va a terminar la guerra", dice con resignación.

Son sólo dos ejemplos, pero se pueden encontrar decenas con sólo recorrer las calles de Járkov y preguntar a sus ciudadanos. Y esto no sucede sólo aquí: las historias se repiten también en otros lugares donde la cercanía con el frente de combate ha convertido la vida en algo impracticable, como Mikolaiv o Kramatorsk.

Y después de los referéndums ilegales, ¿qué?

En los lugares que comparten frontera con alguna de las cuatro provincias ucranianas ocupadas por Rusia en estos momentos (Jersón, Zaporiyia, Donetsk y Lugansk), la desesperación de sus ciudadanos se suma al enfado por la celebración de sendos referéndums ilegales hace apenas una semana.

Estas votaciones, que se han celebrado en muchos casos a punta de kalashnikov, no han sido reconocidas por el Gobierno de Kiev. Pero la pantomima que ha representado el Kremlin al escenificar la anexión de los territorios ha caldeado aún más los ánimos. "No tiene validez ninguna", dice Yuri, rotundo, cuando le preguntamos al respecto. "Esas provincias pertenecen legítimamente a Ucrania, y no las vamos a regalar".

En Odesa tampoco aceptan este movimiento de Rusia. "Nada ha cambiado para nosotros, liberaremos nuestros territorios", asegura Dima al otro lado del teléfono. "Estamos indignados por lo que está pasando, y hay mucha rabia. Pero también estamos convencidos de que nuestro ejército va a recuperar esos territorios".

"Son ya siete meses en los que ciudades pacíficas están siendo bombardeadas y civiles están siendo asesinados... Rusia está destruyendo la vida de millones de personas. Pero no tenemos miedo. No han logrado doblegar al pueblo ucraniano", concluye Dima.

Seis meses de carencias bajo la ocupación rusa

En Járkov también se respira cierto aire de optimismo tras la exitosa contraofensiva que el Ejército ucraniano ha lanzado en septiembre, y que continúa estos días a un ritmo más pausado. Ya han logrado liberar cerca de 500 localidades que estaban ocupadas por las tropas de Putin. Entre ellas, Izium, Balakliya, Kupiansk o la recientemente reconquistada Limán. Y esto les hace volver a creer en la victoria militar.

Sin embargo, a medida que se recupera territorio, afloran las necesidades de sus habitantes, muchos de los cuales han vivido hasta seis meses bajo la ocupación rusa con dificultades para conseguir comida y sin medicamentos. Han sido liberadas más de 150.000 personas sólo en la provincia de Járkov, y su situación es crítica.

En muchos casos, además de las carencias de comida y medicamentos, sus viviendas están dañadas por los incesantes bombardeos de uno y otro bando. Es difícil explicar lo que se siente al ver a gente de más de 70 u 80 años sacando con sus propias manos los escombros de lo que era su hogar: con rabia contenida y ojos empañados, pero con una entereza que traspas.
Esas casas eran lo único que tenían, no tienen otro lugar al que ir, y están dispuestos a reconstruirlas. Pero con el invierno tan cerca, sin electricidad en la mayoría de los casos, y con las ventanas forradas de plásticos porque no queda un cristal sano, no parece que se pueda resistir.

Dependiendo de los voluntarios

Es el caso Volodímir. Tenía en una preciosa casa en uno de los sectores privados de la localidad de Tsyrkuny. Junto a la vivienda estaba el vivero donde cultivaba las flores con las que se ganaba la vida antes de la guerra. Pero todo se vino abajo en un minuto cuando un proyectil atravesó el tejado de la casa, llevándose por delante la mitad del edificio.

Pese al estado en el que se encuentra la casa, él, su esposa y dos de sus hijos siguen viviendo ahí. "¿Dónde vamos a ir? ¡No tenemos otro sitio!", exclama. No tiene electricidad, y se conectan a un generador para cargar los móviles y encender tenues bombillas con las que alumbrar mínimamente las estancias cuando cae la tarde. Los techos están desprendidos en las habitaciones que aún tienen paredes, como la cocina y el baño. Ha cubierto con plásticos un enorme boquete que había en el tejado, y ahora están intentando aislar también las paredes que tienen huecos. "Hay que hacerlo antes de que llegue el invierno", advierte.

"Nos han bombardeado 11 veces desde que empezó la invasión", se lamenta Volodímir. En el asfalto del patio de su edificio hay clavado uno de los proyectiles que no llegó a explotar. Es difícil calcular cuánto tiempo tardarán los artificieros en limpiar todos los proyectiles que quedan así. En el trayecto que separa Járkov capital de Tsyrkuny se cuentan más de una docena, de diferentes formas y tamaños, clavados en la carretera.

Cada vez menos ayuda internacional

El invierno se presenta como un desafío para millones de ucranianos que a estas alturas lo han perdido casi todo. Muchos de ellos continúan viviendo lejos de sus casas, refugiados en algún país de Europa o desplazados en otras provincias dentro de Ucrania. Según la ONU, hasta 12 millones de personas se habrían visto obligadas a abandonar sus hogares en estos siete meses de guerra.

En los casos más dramáticos, ni siquiera tienen casa a la que volver ya. Esto ha llevado al Gobierno de Zelensky a decretar la anulación de las hipotecas de aquellas viviendas que han sido destruidas durante los bombardeos. Una ley aprobada hace varios meses que reza que "si la propiedad no existe, las personas no tienen por qué seguir pagando por ella". Pero esta medida no va a aliviar lo suficiente la situación.