A partir de este miércoles y hasta el sábado se celebrará en Tucumán la 10ª Bienal de Fotografía Documental, un clásico de la oferta cultural de la provincia, un evento que suele atraer fotógrafos de América Latina y más allá también. Los memoriosos de la Bienal advertirán que la última efectivamente celebrada no fue la novena, sino la octava. Al respecto, Julio Pantoja, su director, cuenta que la edición que correspondía a 2020 terminó siendo guardada. “No fue pública, trabajamos un año y medio, pero quedó sorda, quisimos darle continuidad en 2021 y tampoco se pudo y ahí decidimos que era una no-bienal, que todo ese esfuerzo de tiempo y presupuesto finalmente no vio la luz”, lamenta.

El equipo de producción no cayó en la tentación de, sencillamente, actualizar la Bienal 2020. En cambio, armaron una agenda nutrida y actualizada y de aquella “no-bienal” quedan algunos rastros: un equipo bautizado “covid-latam” que explora los años de la pandemia y un homenaje al fotógrafo bienalero Adrián Lugones, una de las víctimas del covid. “Esa va a ser la única parte de esa bienal que se va a ver aquí”.

Desde la organización y curaduría, explica Pantoja, la propuesta es discutir qué es la fotografía hoy y, más aún, qué es la fotografía documental. “Incluso en este problematizar hasta los términos, nos preguntamos si nos tenemos que seguir llamando un festival de fotografía documental o incluso si tenemos que seguir llamando fotografía a lo que vemos”, plantea. Según explica, en la fotografía actual cambió todo “el sistema de códigos visuales formados principalmente en el siglo XX”. Estos debates, advierte “son temas y discusiones que se dan con fuerza y que de algún modo, desde lo curatorial tratamos de llevar esa polémica a las paredes y pantallas de quienes participan”.

Pescadores de Maracaibo, de Rodrigo Abd.

¿Qué significa para los espectadores, para los fotógrafos y para la fotografía misma eso? Para Pantoja implica “entender que el modo de mostrarse la fotografía en la contemporaneidad tiene vínculos casi necesarios con otros sistemas de códigos que antes tenían un rol secundario o menos protagónico en su trabajo asociado a la fotografía: el audio, el teatro, el video, el texto, la oralidad”. Y agrega que hay que entender esos códigos “como una parte integrada definitivamente a la fotografía. Hoy la fotografía no puede entenderse si no se trabaja con esas otras lógicas o sistemas que traen sus propias lógicas”.

Las exposiciones, conferencias, feria de libros especializados y debates ocuparán gran parte de los espacios expositivos y culturales de la capital provincial, como el Museo Casa Histórica de la Independencia, el Centro Cultural Virla, el Espacio Cultural Don Bosco, el Museo de la Ciudad y la Sociedad Francesa, entre otros. Todo será con entrada libre y gratuita y, en algunos casos, ni siquiera hará falta “entrar”, pues las actividades y exposiciones serán al aire libre, en plazas y calles. En total serán diecisiete exposiciones inéditas en la Argentina, pero también imágenes de archivos fundamentales, como la serie Desapariciones, de Helen Zout.

Justamente Zout, que será homenajeada y tendrá un foco especial sobre su trabajo, es una de las invitadas de esta edición, junto a figuras internacionales como la chilena Andrea Jösch, la uruguaya Verónica Cordeiro, Diana Taylor -directora del Instituto de Performance y Política de New York University-, Eduardo Gil -ganador del Premio Nacional a la Trayectoria Artística 2019 del Ministerio de Cultura de la Nación-, la académica Cora Gamarnik, Rodrigo Gómez Rovira -director del festival de Fotografía de Viña del Mar-, y Rodrigo Abd, ganador del Premio Pulitzer en 2013 por su cobertura de la Guerra Civil siria.

Zout, por ejemplo, desde hace 30 años realiza trabajos fotográficos vinculados a problemáticas sociales y de salud mental: Relevamiento de grupos de inmigrantes e indígenas de la Provincia de Misiones (1986-1987); Hospitales neuropsiquiátricos (1989-1990); Niños con Sida (1989-2000) y Huellas de Desapariciones durante la última Dictadura Militar en Argentina 1976-1983 (2000-2006). En la actualidad se desempeña como fotógrafa y curadora del Museo de Arte y Memoria de la Provincia de Buenos Aires.

Cholita tenías que ser, de Sara Wayra.

Una parte importante del encuentro fotográfico tucumano pasa por dar espacio a distintas identidades regionales, aunque el propio Pantoja señala que la idea de una “fotografía latinoamericana” se discute desde hace no menos de cuarenta años. “Hay fotografía que se produce en Latinaomérica, pero si tiene una identidad que pueda definirse como ‘latinoamericana’ es algo que venimos discutiendo en coloquios desde los ‘80. No hay una conclusión exacta, pero sí hay una gran producción en Latinoamérica y ahí hay muchas búsquedas de identidades que algunos investigadores consideran que tienen un perfil que puede definirse así y otros confrontan eso, que asocian estas producciones a problemáticas que vienen de la mano de la globalización”, profundiza el director de la Bienal. “Clancini define esas problemáticas como una ecualización cultural, donde muchas veces aún manteniendo perfiles particulares, hay un sacar los acentos, un emparejamiento que termina abombando estas cosas que tienen que ver con identidades más definidas y más profundas”.

En esas discusiones aparecerán varias muestras en la Bienal de Fotografía Documental de Tucumán. Una de ellas es la exposición de la obra de Sara Wayra, fotógrafa y comunicadora social aymara, radicada en la ciudad de La Paz, Bolivia, becaria de National Geographic Society, y miembro de Women Photograph e Indiginous Photograph. Wayra exhibirá Cholita tenías que ser. En su trabajo, la fotógrafa aymará usa las imágenes “como instrumento de reconquista identitaria”, donde los ejes de su investigación visual “se construyen en torno a narrativas simbólicas, conceptuales y documentales relacionadas con el género y la identidad y el espacio social de las mujeres en Bolivia”. Según ella misma plantea, con su trabajo “busca elaborar discursos de creación de memoria colectiva visual consciente que empodere y dignifique, estos temas son transversales a su forma de vida como mujer, como indígena y como fotógrafa”.