UNO. “El género es el último gran mensaje ideológico de occidente al resto del mundo”, postula Éric Marty. Este mensaje en código, aún en busca de ser desencriptado, incluye nuevas reglas morales, un léxico ad hoc y un régimen de articulación reciente: el lenguaje inclusivo. Como un Jano bifronte, el género, ese invento americano fruto de múltiples entrelazamientos e hibridaciones discursivas, es ideología y herramienta epistemológica. Su surgimiento se ofrece al mundo desde la última modernidad (de mediados de los ‘50 hasta los ’80, a través de las aventuras estructuralistas), se populariza con fuerza en los ’90 y adquiere nueva relevancia a través del advenimiento del denominado pensamiento de lo Neutro.

DOS. En principio, este libro, El sexo de los Modernos. Pensamiento de lo Neutro y teoría del género (Buenos Aires, Manantial, 2022, traducción de Horacio Pons), es una relectura crítica de los aportes y del dispositivo crucial y extraordinario de Judith Butler, madre del género, encargándose muy bien de reestablecer ciertas teorías (o, más bien, las “condiciones de posibilidad” para que la cuestión de género nazca) en torno a “esos nombres que rondan en silencio por los caminos tomados por Butler” y que no son otros que una vasta pléyade de pensadores y escritores nacidos de otra madre: Francia. La rivalidad franco-americana está desplegada en este volumen, escrito por un francés, para poner las cosas en su lugar respecto a las fuentes librescas y teóricas de un concepto (o artefacto) americano, el gender, de innegables raíces galas.

TRES. El libro, que desbarata con varios plumazos la “díada biológica”, propone, en la “deconstrucción radical del dispositivo de la sexualidad” y a través de la sinuosa categoría de lo neutro, un nuevo encuentro con el grado cero en Barthes, el extaser en Deleuze, la diferancia en Derrida y la sombra tutelar de Foucault y la figura sexuada del hermafrodita Herculin Barbin, además de Lacan, siempre Lacan, para quien el postulado de que “no hay relación sexual” es porque “todo va mal entre lo masculino y lo femenino”. Este volumen enfrenta las fuerzas de la drag queen butleriana con el travesti barthesiano/deleuziano. De modo especular y espectacular, dos godzillas se enfrentan en lucha final: la Divine de Genet y la Divine (pronúnciese Diváin) de Butler.

CUATRO. En el comienzo está Barthes, a través de un artículo pionero (Masculin, féminin, neutre) y un análisis pormenorizado de las connotaciones del sujeto barrado (S/Z), a partir de una famosa novela corta decimonónica de Honoré de Balzac, Sarrasine (1830), cuya importancia ya había señalado Georges Bataille. Mediante su protagonista, un castrado dieciochesco, excéntrico y escurridizo, se puede decir que arranca la aventura teórica en torno al género con el personaje de la Zambinella («C’était plus que une femme, était un chef-d’œuvre!»), adalid de lo Neutro. La oposición mar/fem queda suspendida en lo neutro y abre, dentro de la estructura binaria, un espacio de suplementación; para los franceses, ese Neutro es el “grado cero” o el “valor indeterminado” o el “vacío impersonal” o la “significación flotante”, donde el signo denuncia una ausencia. Lo neutro, inscripto siempre en el corazón del orden simbólico, es por esencia lo aislado, lo intransitivo, lo suspendido, lo sinuoso, lo inanimado, lo alucinatorio, lo indecible, la cosa cualquiera ni masculina ni femenina, todo aquello que deshace el cuerpo biológico sexuado: lo neuter.

CINCO. Sartre, al escribir en San Genet, comediante o mártir (1952), el prólogo más largo del mundo y poner en foco la obra mayúscula de Jean Genet, “genio de la perturbacióndel género”, funda, en un gesto de reconversión, la vergüenza en orgullo, al abstraer una escena basal en que el niño puto y ladrón se reapropia de la infamia y del estigma que lo definen como marica y atracador haciendo gala de su Otredad, reivindicándola. La maravillosa figura del travesti Divine, protagonista de la obra maestra de Genet, Santa María de las Flores, es la figura decisiva de una cadena de travestis y una de las más extraordinarias máquinas barrocas de la literatura del siglo XX: en su figura hay plieguey abanico, trompe-l’oeil y anamorfosis, mise en abyme y espejo. Le debemos al heterosexual Sartre la creación de una fenomenología del travesti: esa mujer a la que se le para y pone al revés al mundo y la ley del mundo. ¿Cualquier travesti es lo Neutro?

SEIS. El sexo travestido a través del disfraz (drag) es un espacio esencial de descaracterización. Barthes pone su foco en: 1) el deslumbrante corto A Woman (1915) de Charles Chaplin travistiéndose con bigote y luego sin él; 2) las vestimentas que el escritor queer Pierre Loti (1850-1923) usaba en cada uno de sus viajes por el mundo metamorfoseándose con el paisaje y vistiéndose a la usanza local con chilaba entre pirámides, fustanela por la calles de Atenas y con túnica candys en Persia, y, 3) en el crucial travesti oriental que “no copia a la Mujer, la significa”. En su envés semimimético, Butler, intentando capturar el Otro americano apela, además de las muy fenoménicas Venus Xtravaganza y Octavia Saint Laurent, a la fundamental Divine de los filmes de John Waters encarnado por el actor Harris Glenn Milstead como modelo de campy drag, a mitad de camino entre “la cultura del low class taste y la del dandi”. El término “Divina” tendría a su vez al menos dos ancestros determinantes: en Occidente, el apodo de Divina referido a Greta Garbo, y, en Oriente, a la referencia a las más prominente de las estrellas chinas, Ruan Lingyu protagonista del filme mudo La divina (1934). Dado que la heroína de Waters toma en préstamo el nombre del travesti genetiano, en ese cruce onomástico, se crea un gran malentendido francoamericano que reescribe a la mujer (o la colisiona) bajo el signo del drag. El travestismo es método y escritura.

SIETE. Siguiendo a Barthes, el travestismo occidental es verista, vulgar, hiperbólico y costoso: disimula lo masculino para destacarlo con más intensidad en la mascarada. Debajo de tanto oropel siempre hay nuez de Adán y, en lo oculto, un falo: ese debajo fálico (y el meneo de ese falo) es lo anti Neutro. Marty rescata, en sus análisis de recuperación teórica, la necesidad de comprender mejor en qué aspecto lo Neutro es suspensión del paradigma sexual. En definitiva, se trata de ahondar en el debajo de las cosas, en el backstage de la apariencia: el mayor de los logros del travesti oriental estaría dado por la forma excepcional en que el sexo está ausente. El neutro del travesti (ideal) es un ser desexuado. Marty sostiene. “La empresa de Barthes y Butler en relación con el travesti consiste en hacer olvidar a la mujer. Hay que olvidarla porque no existe y porque el travesti es la prueba de su no-existencia: la función estética, ideológica y política del travesti es remitirla al simple estatus de construcción social, mitología, espectro histórico”.

OCHO. Antes de su epílogo, el libro de Marty se cierra con el concepto de desexualización en Foucault, y su importancia desde comienzos de los ochenta, cuando Michel introduce la práctica de sus propios placeres: S/M y drugs. Hay que desexualizar el placer: oponerse a las teorías contemporáneas del mito del sexo y mostrar el reverso de esa historia: “En el psiquismo no hay nada por lo cual el sujeto pueda situarse como ser macho o ser hembra”. Se trata de que procurar que el sexo ya no sea“ el código del placer”: en ese “no querer asir” hay también una mayéutica de lo neutro que este libro inmenso celebra, estudia y polemiza deconstruyendo las grandes teorías de la Modernidad, sus querellas y equívocos, revisitando los ancestros textuales en la gran división entre sexo y género, ese gran dilema moderno.