Este hermoso retrato se tomó el 13 de diciembre de 1997. Nora Lezano le pidió a Charly García que subiera a uno de los changos de supermercado que había en el balcón de su casa de Coronel Díaz y Santa Fe. Él puso una condición: que lo paseara un rato de una punta a la otra. Era un día de mucho calor. Nora había llevado siete rollos y el de la foto es uno de los blanco y negro que sacó. Por eso no se trasluce qué momento de la tarde sería, de las seis horas que pasaron juntos. Era la tercera vez que se veían. Charly tenía 46 años y Nora 27. 

Se habían conocido en agosto de ese año en una suite del Sheraton, en la jornada de prensa organizada para Alta Fidelidad, el disco en conjunto con Mercedes Sosa que lanzó Charly entre Say No More y El Aguante. A Nora la había contratado la revista Mix para sacar las fotos de la nota de tapa. Ella esperaba en el hall con el corazón acelerado: tenía miedo de caerle mal a su ídolo. No le dio tiempo a prepararse cuando lo vio salir de la habitación. Charly le pasó por al lado y automáticamente retrocedió y le dijo sonriendo: “Vos me hacés acordar a alguien”. Eso la tranquilizó. Después de las fotos, Mercedes Sosa se fue y Charly corrió a tirarse a la cama. La llamó con un grito; ella estaba desarmando el equipo. Quería su teléfono. Nora le dio el del trabajo y el de su casa a cambio de que él también le diera el suyo. En esa época, además de las colaboraciones para medios de música, Nora tenía un fijo en la vieja Municipalidad de Buenos Aires. Fotografiaba cortes de cintas y manos de intendentes estrechándose. A veces los jefes de prensa la retaban por la ropa que usaba: le decían que no estaba en un recital de los Ramones. Un día de oficina uno de ellos le pasó a Charly García en el teléfono, como quien pasa a cualquier persona llamada Charly García. 

Era un lunes, tres meses después del Sheraton, y Charly la invitaba a un cumpleaños el jueves. Se encontraron en Coronel Díaz; Pipo Cipolatti estaba ahí y les sacó una foto. Fue lo más cerca que estuvieron esa noche. En algún momento de la madrugada Nora dijo me voy y Charly la acompañó a la calle: “Lo miró fijo al taxista y le dijo ¡ojo, eh! Y yo me volví a mi barrio”. A los pocos días Charly volvió a llamar, esa vez a su casa. Cuando cortó, Nora le pidió a su madre que la acompañara a Coronel Díaz y la esperase abajo. Charly la había invitado a sacarle fotos. Quería chequear que estuviera todo bien. Subió al séptimo piso y enseguida bajó y dejó ir a su madre: Charly estaba de muy buen humor y la casa olía a jazmines.

“Siempre dije siete rollos, nunca había pensado que son 259 fotos”, dice Nora, veinte años después. Muchas aparecieron en su retrospectiva de 2015 FAN y no quería repetirlas en la muestra compartida con Hilda Lizarazu y Andy Cherniavsky en el Palais de Glace. En la selección que hizo para Los ángeles de Charly junto al curador Elio Kapszuk, Nora exhibe, por ejemplo, parte de una enorme cobertura en el teatro Colón y unas inéditas del disco Random. Y esta serie de tres fotos de Charly adentro de changos de supermercado: la segunda fue para una tapa de Radar del 99 y la tercera es de este año, la tapa de Billboard. “Pero la mayoría son de su casa. Queríamos que se vea la intimidad que teníamos con él. Son fotos que hablan de una relación de confianza, de respeto. Yo a él siempre lo vi cómodo, predispuesto. Me escucha, respeta lo que le digo. Hacemos las fotos que él quiere, pero también me deja ser y me dice que sí. Entonces está buenísimo que el otro confíe en la mirada de uno. Y está bueno ver qué te da el otro también. Por ejemplo las manitos así cruzadas, acá. Yo no le dije que se ponga así, fue natural. Y a mí me parece que está cómodo en el changuito, está contento”. 

Nora sacó la foto después de llevarlo y traerlo por el balcón unas cuantas veces, empujando por la parte de adelante del chango. Por el encuadre parece que se detuvo y disparó directamente, pero no, porque mientras ella iba y venía, a la cámara la sostenía Charly, que le sacó una a las tiritas de su musculosa. Adentro de la casa, le preguntó si tenía algún problema con hacerle fotos desnudo. Estaban en la habitación, él en la cama, ella en el suelo. Charly se sacó la ropa y posó bajo su dirección con mucha naturalidad. Después se puso un pantalón de satén turquesa y una remera negra y salieron a comer. La foto de esa salida, cruzando la avenida Santa Fe, se podrá ver en el Palais de Glace hasta el 30 de julio. Charly de frente sobre la senda peatonal: ningún otro de los que van cruzando lo mira. Nora lo fotografiaba desde la vereda, detrás de un tacho de basura verde sujeto a un caño con calcomanías de Carlos Menem. Por Coronel Díaz viene un colectivo 128.

A los 46 años, Charly García todavía no tenía canas. A los 27, Nora Lezano llevaba el cabello por los hombros. Ese día, el 13 de diciembre del ‘97, pasó seis horas con su ídolo y le sacó 258 fotos que ni él ha terminado de ver. Desde entonces, se convirtió en el artista que Nora más fotografió en toda su carrera. Pero nunca habían trabajado juntos en un arte de tapa. Las fotos blanco y negro de Random son las primeras que le saca para un disco: en una Charly está recostado con auriculares; la otra es un primer plano de los ojos, el izquierdo por la mitad, en los dos un cuadradito blanco de luz. Una de las tardes de esa sesión se tiraron en la cama a ver la versión de Lolita de Kubrick. En un momento Charly la miró y le dijo: “Vos me inspirás”. Y Nora se lo quedó mirando y le dijo: “Vos a mí también”.