El de Marcelo Romeo es un nombre que seguramente no le dice nada a la gran mayoría de argentinos. Sin embargo, esa percepción cambia inmediatamente al señalar que se trata de “el gerente de Noblex”, el director de marketing y comunicación de Newsan que en 2017 estuvo en boca de todos por ser el creador de “La Súper Promo Eliminatorias de Noblex”. Aquella arriesgada campaña publicitaria, que propuso que se les devolvería el valor de los televisores a quienes lo hubieran comprado si la selección argentina no clasificaba al Mundial de Rusia 2018, fue furor y monopolizó buena parte de las charlas de entonces. La historia es conocida: la selección de Jorge Sampaoli penó hasta la última fecha, pero finalmente viajó a Rusia para alegría futbolera de millones y  la tranquilidad de Romeo, que no tuvo que reintegrar el monto del millón de televisores vendidos. Esa trama de marketing y osadía es la musa inspiradora de El gerente, la película que el jueves se estrena en Paramount+, protagonizada por Leonardo Sbaraglia y dirigida por Ariel Winograd (El robo del siglo, Cara de queso).

No debe haber antecedentes en la historia del cine de una campaña publicitaria que se transformara en la trama de una película. Pero el detrás de escena de la promoción de la marca de televisores durante el 2017 bien que lo merecía, por la audacia de la decisión, por el andar irregular de la selección de Lio Messi y por todo lo que generó: se calcula que esa campaña le hizo vender cerca de un millón de televisores a la empresa, durante meses fue objeto de cargadas en redes sociales y hasta se convirtió en noticia que inundó informativos, diarios y radios de todo el país. La distancia entre el “genio” y el “hazmereír” publicitario nunca estuvo tan cerca como en aquella acción de marketing atada a los resultados del seleccionado nacional. La versión cinematográfica del libro El gerente de Noblex, de Majo Acosta, cuenta con la adaptación de Patricio Vega (Los simuladores).

Leo Sbaraglia interpreta en la película a Álvaro, un gerente de marketing que estaba aburguesado en su vida profesional y personal, sin motivación alguna, y que encuentra en la necesidad de armar un plan publicitario de cara a Mundial de Rusia una oportunidad para transformar su anodino presente. “Más allá de la anécdota conocida del gerente al que se le ocurrió esta promoción para vender más televisores, lo cierto es que el protagonista es un tipo al que le vida le presenta otra oportunidad, la última bala. Es un tipo que está vencido, acomodado, anestesiado, aburguesado, dormido, por sus propios miedos, por no haber explorado lugares a los que nunca se animó a entrar”, detalla Sbaraglia, que comparte elenco con Carla Peterson, Luis Luque, Cecilia Dopazo, Marina Bellati y Valentín Wein, entre otros.

-¿Álvaro es un burócrata que ve la posibilidad de salir de su zona de confort?

-Es un burócrata kafkiano. Y no solo en lo laboral, sino en todos sus vínculos: con su hijo, con su ex mujer, que aunque no se especifica entendemos que ambos se aburrieron de él… ¡Hasta el trabajo se aburrió de él! Él ya viene registrando esa crisis, porque viene con problemas de corazón, hay algo de esa crisis que antecede al espectador. Entonces, cuando le aparece una oportunidad, el tipo se da cuenta que es su última chance.

-¿La ve como oportunidad o como manotazo de ahogado?

-En la película, él la ve como una oportunidad y toda la responsabilidad recae sobre sus hombros. Siente que es el momento de apostar, algo que nunca había hecho en su vida. Y una apuesta siempre implica la posibilidad de perder. Si uno no está dispuesto a soltar algo, no apuesta. El que no arriesga, no gana. Aunque suene a frase para privilegiados, porque qué le vamos a hablar de arriesgar al que no tiene para comer… El protagonista es un tipo que tiene todo para ser más osado, pero que se da cuenta tardíamente. Es una película muy conmovedora, me emocionó muchísimo hacerla porque te toca. Es una comedia, pero desde el inicio está muy presente lo vincular.

-¿Por qué cree que El gerente interpelará emocionalmente a los espectadores?

-El gerente es una película que habla de lo que hacemos, de lo que somos y de lo que queremos ser. Durante el rodaje lo tuve muy presente a mi abuelo, la relación de mi papá con mi abuelo, de mi viejo conmigo… es una película en la que la paternidad está muy presente. Es un film que me hizo resignificar los vínculos, poder pensar los vínculos que uno tuvo desde otro lugar… Estoy atravesando un momento muy constelatorio. Tal vez por eso apareció mi abuelo. De hecho, cuando la vi, veo que mi abuelo y mi abuela están ahí presentes. Cada vez que la veo, me conmuevo. Es una película del cuore. La gente que la vea va a sentir que algo le pasa en el corazón. Es una película que habla del corazón, de que hay que abrirlo, de que hay que estar siempre en contacto con el corazón.

El gerente

-El arte es, en ese sentido, una actividad tremendamente bella para transmitir sentimientos.

-El arte siempre nos da la posibilidad de decir algo. La gente se entusiasma con el arte, con las películas, el teatro o la música porque nos llevan hacia lugares que quizás nosotros no habíamos visto. Hay una frase de Kant que estoy estudiando por un papel -no es que sea tan erudito- que dice algo así: la mayor dicha, la mayor felicidad, no es el ideal de la razón, sino de la imaginación. Como si fuera la imaginación las que nos lleva a lugar impensados, desconocidos, insospechados. El artista tiene la imaginación como un terreno posible, utópico, de algo que no está y que el arte ilumina, hace visible. Es maravilloso que el arte te lleve a un lugar nuevo, profundo. Para eso están los escritores, o los artistas, los músicos, que de pronto nos llevan a un lugar desconocido. Por eso uno se entusiasma tanto Charly García, y quiere sumar a esa emoción. Porque nos hicieron soñar con algo diferente, nuevo y mejor. Y creo que la película tiene algo de eso, porque nos va a tocar ciertas zonas arquetípicas de la existencia.

-¿Sintió en algún momento de su trayectoria que estaba como frenado, que no se arriesgaba?

-Obvio. La zona de confort siempre es una tentación. Todos pasamos por eso. No te das cuenta y te empezás a acomodar con lo que viene. Eso empieza en lo personal. Con todo el amor que le tengo a la mamá de mi hija, con todo el amor que le tengo a todas las relaciones que he tenido en los últimos veinte años, yo siento que cada vez que cerré una etapa y empecé otra me volví a despertar. En lo profesional, cuando me fui a España sentí que arriesgaba, fue un momento de quiebre en mi carrera, y me hizo muy bien. Y fue una decisión difícil, que solo pude hacer porque en aquél momento me acompañó la que ahora es la mamá de mi hija. Así como tampoco hubiera podido hacer todo lo que hice profesionalmente si Lupe no se hubiera ocupado de mi hija. Pude hacer de todo porque tuve una compañía a mi lado que me bancó en todo. A veces los hombres no observamos lo fácil que nos son las cosas, cuando hay otro se ocupa de los hijos, mucho más que uno. Es bueno reconocerlo. En mi caso, muchas veces sentí que me estaba “acomodando” y por eso desde hace años siento que estoy abriendo nuevos lugares. Es un proceso que empezó y que no terminó ni espero que lo haga.

-Es una elección, porque usted ya es un nombre que podría no arriesgar y hacer la plancha, como se dice popularmente.

-Es un estilo de vida. A diario persigo la idea de aprender cosas nuevas y motivarme con desafíos que no hice. Hay días que estoy más inspirado que otro, y otros en lo que me dan ganas de quedarte adentro de las sábanas.

-Y en ese camino, ¿pensó en pasar a la dirección de cine?

-Admiro a los actores que se animan a dirigir. Desde (Adrián) Suar hasta Dolores (Fonzi) que acaba de rodar Blondi, pasando por Juan (Minujín) cuando hicimos Vaquero… Yo quisiera en algún momento tirarme a dirigir…

-Usted actúa, es fotógrafo, empezó a estudiar música hace tiempo, canta… ¡No para nunca!

-Hay una búsqueda, hay intereses… No quiero quedarme haciendo siempre lo mismo. No tengo ninguna duda de que la dirección me haría muy bien. Ese es el próximo riesgo que tengo que llevar adelante. Pero lo quiero hacer para mí, siento que lo necesito… la dirección sería hoy mi mayor divertimento. El otro día hablé con Dolores (Fonzi), que me contaba que mientras filmaba Blondi hablaba todos los días con Santiago (Mitre), su pareja y productor, que le preguntaba en términos profesionales cómo había sido la jornada de rodaje, y ella solo atinaba a decir: “Estoy feliz, estoy feliz”…. (risas). ¡Y la película está buenísima! Es fresca, una mirada nueva en el cine argentino… No sé si yo voy a aportar algo al cine argentino. No importa eso. Pero tengo ganas de que se vea en una película algo de mi subjetividad, de mi momento… No sé ni qué voy a hacer. Pero antes de que cumpla los sesenta voy a dirigir una película… Estoy con mucho laburo, por suerte, y no tengo mucho tiempo para pensar en la dirección.

-¿Y el trabajo de actor? ¿Perdura por siempre o tiene fecha de vencimiento?

-El laburo de actor me llena, me completa y me expresa. Cada laburo que hago trato de ponerlo en un lugar que me exprese, que sea también un lugar poético. Pero también es cierto de que a veces hay que frenar la máquina, para poder dedicarle espacio a otras cosas.

-El espectáculo Territorio del poder, que realiza desde hace una década, ¿es un cable a tierra?

-Es una de las cosas que más me gusta hacer. Me animo cada vez más a cantar y ahora estoy aprendiendo a tocar la guitarra y también toco. Me apropié del instrumento. Y en el canto cada vez estoy aprendiendo más a que mi voz entre en el registro musical naturalmente. Territorio del poder es un grupo de experimentación, de investigación, con Fernando Tarrés y con un maravilloso elenco estable de músicos. Nunca lo hicimos por la plata… Es simplemente tener un espacio donde poder seguir husmeando en lugares desconocidos. No es solo una experiencia artística sino también personal muy poderosa, porque estoy arriba del escenario y no sé bien en rol de qué. ¿Está Leo, el actor, el profesional…? ¿Quién está ahí? Yo también me lo pregunto.

El deseo y el paso del tiempo

Antes de partir hacia México a filmar otra película, Sbaraglia dice que no lleva el número de films en los que participó en sus 52 años. Incluso, confiesa, no tiene ni siquiera una idea aproximada. “Serán más de cincuenta, ochenta quizás, pero no lo sé”, agrega. Dice que esa enorme cantidad de films en los que fue parte no lo abruma, que lo lleva con naturalidad. “Es lo que me pasó en la vida, me tocó vivir haciendo esto. Así como un carpintero hace miles de muebles, yo hice muchas películas. Es lo que me tocó. No me da chapa de nada. Estoy agradecido de las oportunidades que me dio la vida, del laburo, hacemos lo que queremos, proyectos hermosos…”, subraya el actor. “Siento que cada momento de la vida es una etapa. Y cada película acompaña ese momento. Y ahora siento que acaba de empezar una”, remarca.

-¿Es difícil, después de tanto recorrido, mantener la llama del deseo?

-Yo siento que siempre estoy empezando. No digo ni que no sea buen actor, o un actor que haya hecho buenos trabajos, ni crea que no sé… Tengo herramientas y desde que me salieron canas me di cuenta que también experiencia (risas). Son tantas las herramientas con las que uno puede trabajar, tantos compañeros de los que uno se da cuenta que puede seguir aprendiendo, que eso me ayuda a no creérmela ni un poco. Ni estoy automatizado ni me la creo.

-¿En ningún caso? ¿Nunca le pasó de “confundirse”?

-Cada proyecto que se me presenta me parece que es una oportunidad. Por eso no me gusta que se me acumulen. A cada proyecto le quiero dar mi propio pedazo de corazón. No puedo actuar de oficio. Desde hace unos años siento que empezó una de esas nuevas etapas, con Errante corazón, una película que me gustó hacer, atípica para el cine argentino… También con Hoy se arregla el mundo, que es la otra que hice con Wino. Después de esas películas vino la pandemia y algo me hizo un click, como si me hubiese ido a un lugar de mucho y potente compromiso. Tuve esa sensación con las últimas tres películas, como El gerente, una que hice en Barcelona y otra en Uruguay… Son películas que considero que están en un plano más personal.

-¿Lo buscó o se dio naturalmente?

-No, pero obedece a mi búsqueda personal. Ya no soy un pendejo. Estoy más grande, empiezo poner la mirada y el alma en otras cosas, nuevas. Estoy pensando en cómo quiero vivir esta segunda mitad de mi vida. Que seguramente será más corta que la primera…

-No lo sabe.

-No, no sabemos si voy a vivir 100 años, efectivamente… Podría ser…

-¿Empiezan a aparecer preguntas que antes no se le presentaban?

-Claro. ¿Hasta qué momento uno va a estar activo? Yo no sé si llegué a la cima, pero creo que estoy cerquita de la cima, tengo una visión panorámica importante (risas). Quiero vivir la vida más parecida a cómo soy yo, a algo más espontáneo. Y estoy empezando a tejer puentes hacia otros lugares, como la música, o la dirección. Dejé de pensar solamente en la actuación para abrirme hacia otros lenguajes que empiezan a aparecer. No quiero ser el mismo de siempre.

“Es un momento muy delicado"

Comprometido con su oficio pero también con la realidad, Sbaraglia se pone serio al hablar del momento que vive Argentina y el mundo. “Es un momento muy delicado. Pero nunca a hay que olvidarse que hay personas que siguen luchando, que seguimos dando batallas, a pesar de todo”, admite. Los discursos de odio, la violencia instalada -cuenta- lo preocupan como ciudadano, en el presente pero también de cara al futuro. “No puedo -afirma- naturalizar la violencia, está bueno no normalizarla. La injusticia no es lo natural. Es una construcción, al igual que la violencia, donde en general uno entiende que hay intereses detrás. Mucho más que los que los ciudadanos tenemos. Uno tiene intereses genuinos, de corazón, afectivos, en relación a las cosas que uno cree o desee. Muchos, en cambio, dan batallas que se juegan en otro lado y que uno desconoce”. Su miedo es que, a cuarenta años de la recuperación democrática, ese estado de cosas dañe lo conseguido. “El tema es no aterrorizarse, no hay que caer en el terror. Y tampoco poner la cabeza para que te la corten, ni dar batallas que sabes que no podés ganar. Aunque no hay dejar de pelearlas. Por suerte seguimos teniendo mucha gente valiosa en este país, siguen habiendo cuerpos dispuestos a luchar”, concluye.