Ay, cariño es un bar atendido por un equipo de personas LGBT+ en Almagro, un barrio donde aún no abundan los locales hetero friendly. El nombre se resiste a las imposiciones de los teclados de afuera, en cuya configuración nunca ingresa nuestra “ñ”. 

Milena Benedetti, la joven capitana del bar, cuenta que decidió no fijarse en eso cuando decidió cómo iba a llamarse el lugar. “Me gusta Ay, cariño porque se presta al juego. Cuando une lo dice, suena a que ‘hay cariño’. Y la verdad es que sí, hay mucho cariño detrás de lo que hacemos”. Cuando entré al bar la primera vez, era esa hora del domingo en la que todo el mundo sale para evitar el bajón. Me atendieron con mucha alegría y enseguida liberaron el extremo de una mesa larga para que pudiera sentarme a escribir. 

La experiencia solo mejoró. Cada vez que levantaba la mirada, encontraba algo que me hablaba: una planta, un cuadro, una expresión marica disimulada entre las luces. Además, todes les que trabajaban en el salón eran personas LGBT+

Como la película de Almodóvar

Por supuesto que volví, en soledad y en compañía de amigues. De tanto ir, terminé saludando con besos a Silvanita, la camarera estrella de Ay, cariño. “Hola, amiga, ¿cómo estás?”, me dice con desparpajo. “¡Qué escándalo eso que tenés puesto!”. 

La gente pasa por el bar y, aun cuando no entra, se detiene en la puerta a saludar a Silvanita. Encanto puro. No es la primera vez que ella trabaja en gastronomía, me cuenta, pero nunca antes se sintió tanto como un pez en el agua. Le brillan los ojos cuando afirma: “Mi método es atender a todo el mundo con cariño y buena onda, para que después quieran volver”. Sonríe y agrega: “Volver, como la película de Almodóvar”.

Un lugar de pertenencia Milena cuenta que, al abrir, “estaba empecinada con tener personas trans en mi equipo, pero no encontraba postulantes y, a veces, los tiempos de la gastronomía no te permiten sostener una búsqueda por mucho tiempo”. Enseguida recuerda: “Cuando apareció Silvanita, el timming no pudo haber sido mejor. Supe que ella era la persona indicada. La primera de muchas”. En la actualidad, cuando en el bar queda un puesto vacante, Milena se comunica con la Mocha Celis, bachillerato popular del que se graduó la misma Silvanita, para que la información de la búsqueda se transmita entre les estaudiantxs y graduades.

“Nunca antes me dediqué a la gastronomía”, admite Milena. “Yo vengo del teatro y de la gestión cultural. Pero, detrás de todo lo que emprendo, está la misma intención: generar espacios de encuentro, lugares de pertenencia. Antes de Ay, cariño, estuve al frente de la fiesta La desplumada. Ahí pasaba lo mismo que ahora pasa con el bar: quienes iban una vez, terminaban volviendo, se transformaban en parte del lugar. Había gente habitué de La desplumada como ahora hay gente habitué de Ay, cariño. Cuando me doy cuenta de eso, me lleno de orgullo y digo: ‘¡misión cumplida!’”. Lo dice con lágrimas en los ojos. 

Silvana Alvarez, alma de Ay, Cariño


El altar escondido

Sigo hablando con Silvanita. Es un momento del día en el que el bar está tranquilo y, con la velocidad de nuestra conversación, una hora pasa como diez minutos. La gente empieza a caer y a ella se le encienden los sensores. Hay que resumir. “Otro día te voy a contar la historia de mi vida, todo lo que yo hice, todas las manchitas que acumulé”, se entusiasma. “Por lo pronto, te digo que me quemé las pestañas, como quien dice, para obtener mi título secundario y hoy poder estar trabajando en un lugar que adoro. Todavía cuesta mucho que las chicas trans vean que esto es posible. Por eso, creo que es muy importante contar nuestras historias”.

Silvana Álvarez, alias Silvanita, forma parte del Archivo de la Memoria Trans. “Buscame entre las fotos de los 90, a ver si me reconocés”, me desafía. “El Archivo de la Memoria forma parte del altar que tenemos acá en ‘Cariño’, ¿lo viste? Está en un lugar medio disimulado, no te voy a decir dónde, así te sorprendés cuando lo veas”. Me guiña un ojo y se va a atender a les recién llegades. ¿Qué necesitamos encontrar en un lugar para sentirlo nuestro? Milena ya me había anticipado que, en Ay, cariño, las paredes hablan, pero al altar escondido lo descubrí recién el día en que terminamos nuestras entrevistas. Fue emocionante verlo: un símbolo que condensa todo lo que se rescata en esta nota. 

AY, CARIÑO está ubicado en Lavalle 3502. Atiende los martes, miércoles, jueves y domingos de 12 a 20h. Viernes y sábado, de 12 a 01h.