Por primera vez, tras el confinamiento de la pandemia, los chilenos conmemoraron el estallido social de 2019. La crisis más grande tras el retorno a la democracia en 1990 donde, tras cuatro semanas de protestas que llegaron a congregar a más de un millón de personas sólo en Santiago manifestándose contra el modelo económico trasandino, hizo que el gobierno derechista de Sebastián Piñera, tras reprimir violentamente a los manifestantes, tuvo que abrirse a cambiar la autoritaria y neoliberal constitución de Pinochet que rige al país desde 1980. Un proceso que, aunque en el plebiscito de “entrada” de 2020 fue aprobado por casi un 80 por ciento de la población, en septiembre pasado, tras la elaboración de una nueva carta magna fue rechazada por el 62 por ciento de los chilenos.

Esa derrota, que afectó profundamente el programa progresista del actual gobierno de Gabriel Boric, marcó una jornada enrarecida, donde el comercio y oficinas cerraron temprano y los colegios y universidades suspendieron clases presenciales. Ya desde las 16:00 horas comenzaba a vaciarse la ciudad, mientras en el sector de Plaza Baquedano, rebautizada como “Dignidad” por las multitudes que protestaban, comenzaban los enfrentamientos con los miles de carabineros que copaban Santiago.

“Hubo muertos, hubo abusos sexuales”

El presidente Gabriel Boric, que fue uno de los principales impulsores del Acuerdo por la Paz que permitiría el proceso constituyente, generando una salida política al conflicto —y permitiendo la continuidad del entonces presidente Sebastián Piñera— lideró un acto conmemorativo. “Ya es tiempo de que salgamos de nuestra zona de confort para interpretar lo que allí pasó, las lecciones que debemos sacar de este proceso y actuemos. El estallido no fue una revolución anticapitalista y tampoco, como han querido instalar en los últimos días, una pura ola de delincuencia. Fue una expresión de dolores y fracturas de nuestra sociedad que la política, de la cual somos parte, no ha sabido interpretar ni dar respuesta”, señaló en un discurso donde aseguró que el Estallido debiese ser visto como un desafío para la clase política. “Cuando leemos el estallido solo para reafirmar nuestras concepciones estamos eludiendo su mensaje y enseñanza, y como Presidente de Chile no voy a cometer ese error, y estamos trabajando desde nuestro gobierno y las fuerzas políticas que nos apoyan para no caer en lo mismo. Una ruptura de esta magnitud debe desafiar nuestros puntos de vista y empujarnos a mirar lo que no queremos ver”.

También señaló que el estallido social trajo consigo mucho dolor y dejado secuelas enormes donde los abusos de la policía deben ser investigados. “Como Estado debemos asumir que el control policial de esos meses sobrepasó los límites de lo aceptable. Hubo muertos, hubo abusos sexuales, hubo mutilaciones oculares, y eso no puede quedar impune y no se puede volver a repetir”. Aunque aclaró inmediatamente que ““No solo es un acto de justicia a las víctimas, sino que es un acto de justicia con la institución policial, cuya labor no debe ser confundida con actuaciones que fueron gravísimas y condenables, porque no son representativas de la labor diaria que más de 70 mil carabineros realizan día a día”

Y aunque condenó la violencia asegurando que, “desde la izquierda debemos ser más categóricos que nadie al poner un dique a esas conductas, en enfrentarlas sin complejos, denunciarlas y castigarlas” también buscó unir posiciones. “Las violaciones a los derechos humanos, como daños oculares, agresiones sexuales, lesiones graves, hasta muertes, no son aceptables, y a la vez Carabineros cuenta con todo nuestro respaldo para combatir la delincuencia y asegurar el control del orden público en el marco del estado de derecho. No hay una dicotomía entre ambas posiciones y lo vamos a defender”.

La derecha en modo negación

Por más que el oficialismo intentó equilibrar las cosas, destacando la labor de carabineros, en la memoria chilena —y las redes sociales— se mantiene lo evidente: la policía fue sobrepasada. Los 33 muertos (al menos cuatro por agentes del estado y con muchos casos sin resolver), más de 2.700 heridos según el Instituto Nacional de Derechos Humanos y más de 300 víctimas de trauma ocular, junto con los videos de policías disparando, militares entrando a Santiago como en los peores años de la Dictadura entre otras brutalidades justifican las palabras de Boric.

Sin embargo, en lugar de ponerse del lado de las víctimas, figuras supuestamente de “recambio” de derecha —envalentonado quizá por los resultados del plebiscito constitucional— como el senador Javier Macaya se mostró muy ofendido por los dichos del presidente chileno en un contacto en directo con CNN Chile. No hay ninguna causa contra ningún Carabinero, o por lo menos, ninguna causa que haya condenado a algún Carabinero por abusos sexuales en el marco del estallido social”. Sin embargo, hay investigaciones en curso y varios informes que señalan amenazas de violación, desnudamientos y otro tipo de maltratos en el marco del Estallido.

Más a la derecha, incluso, los integrantes del Partido Republicano se negaron al minuto de silencio por las víctimas del Estallido en el Congreso Nacional. Las razones del diputado Johanes Kaiser fueron que “No se iba a hacer un minuto de silencio por aquellos que perdieron sus negocios, no se iba a hacer un minuto de silencio por los más de 4 mil carabineros heridos, no se iba a hacer un minuto de silencio por las personas que fueron privadas de su paz en Plaza Baquedano.

Al parecer, tal como sucedía los 11 de septiembre, donde se conmemoraba el Golpe del 73 hasta (que terminó siendo un día laboral más hace ya veinte años) los 19 de octubre terminarán siendo un hito que dividirá a los chilenos. Hace tiempo, de hecho, ya se habla de “octubristas” para denominar a quienes defienden las protestas y “novembristas” en alusión a los que quieren llegar a acuerdos, como la elite política que logró negociar con Piñera para el fallido proceso constituyente.