Cuando la periodista Soledad Iparraguirre le comentó el título del libro que estaba escribiendo sobre su vida, a Delia Giovanola le pareció “un poco fuerte”: Delia. Bastión de resistencia. Luego lo pensó un poco más y le gustó. “Es que la palabra ‘resistencia’ es la que mejor la define, la que engloba la idea que sintetiza la historia de su vida, resistir a pesar de todo”, explicó la periodista y autora de la biografía que repasa las piezas del rompecabezas que se dieron vuelta en la vida de esta mujer para transformarla de una maestra de escuela primaria platense en una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo.

“Delia. Bastión de resistencia”, que publica Editorial Marea, nació en 2017, poco después de que Iparraguirre conociera a Giovanola. El 8 de octubre se presentó por primera vez en el Café Teatral Auditorium de Mar del Plata. La fecha coincide “en una ligazón mágica”, hila la autora, con la última vez que Giovanola vio a “Jorgito”, su único hijo, antes de que fuera secuestrado durante la última dictadura cívico militar. La segunda presentación fue en la Feria del Libro de San Martín. De nuevo, la fecha vuelve sobre la historia de la Abuela fundadora: el 16 de octubre de 1976, un comando del Ejército irrumpió en el departamento en el que Jorge Ogando y Stella Maris Montesano vivían junto a su hijita Virginia y los secuestraron. A Virginia la dejaron en la cuna, Stella Maris estaba embarazada y a pocas semanas de parir.

Iparraguirre conoció personalmente a Giovanola en un acto en Beccar vinculado a la memoria de Héctor Oesterheld, detenido desaparecido durante el genocidio de la última dictadura. Entablaron buena relación. La periodista ya conocía su historia, pero durante los meses siguientes se convenció de que “había que contarla” más ampliamente, con más foco. Y la Abuela accedió de inmediato a la propuesta de la periodista, se hicieron grandes amigas. Giovanola estaba ansiosa por tener su biografía entre las manos. “Me llamaba y me decía ‘Sole, ¿cuánto falta? ¿qué nos queda por hacer? Hay que apurarse”, recuerda Iparraguirre, a la que aún le duele la partida de Giovanola, que falleció en julio.

Iparragirre. Foto: Guadalupe Lombardo.



Quienes sostienen la lucha

“Hay rostros que son emblema de la lucha y hay otros que no, pero son igual de artífices, de partícipes, de importantes en ese camino”, indica en diálogo con este diario la periodista que nació en Mar del Plata, estudió y trabaja en diversos medios de comunicación de La Plata (Revista La Pulseada, Socompa, Agencia Perycia). El rescate, entonces, de aquellas historias “sirve como un aporte más a la memoria, sobre todo en tiempos de reverdecer de discursos negacionistas”, apunta.

En el caso de Giovanola, sobresaltó su “fortaleza” para “sobreponerse a una historia triplemente dramática”. Porque Delia debió transformarse en Madre de Plaza de Mayo y luego en Abuela de Plaza de Mayo, organismo que fundó en noviembre de 1977 junto a Chicha Mariani, Mirtha Baravalle y otras abuelas. Búsquedas que debió aprender a llevar adelante al caminar en paralelo a la crianza de su nieta, al cuidado y duelo de su primer marido, a la muerte de Virginia, que se suicidó en 2011, al hallazgo de Martín, su nieto nacido en el centro clandestino Pozo de Banfield, donde sus padres estaban secuestrados. 

“Su legado fue y es aferrarse a la búsqueda de los nietos que nos siguen faltando. La base de todo su accionar como Abuela de Plaza de Mayo fue siempre la defensa de los derechos humanos más allá de todo partidismo, la memoria por los desaparecidos, la búsqueda de los nietos”, concluye la autora.

El libro desarrolla cada mojón en un capítulo independiente, que Iparraguirre escribió y repasó al ritmo del relato de Delia en incontables encuentros en su casa de Villa Ballester, a través de sus recuerdos. Y también de la revisión de documentos históricos que la Abuela fundadora atesoró y que donó al fondo documental del organismo –muchos otros los perdió tras la muerte de Virginia–. El trabajo se puso triste por momentos, sobre todo cuando debió repasar el destino de su nieta, a quien “no había una noche” que no recordara. Cuenta Iparraguirre: “La partida de Virginia fue para Delia como una herida que se abrió sobre varias otras heridas abiertas. Desde que se fue no dejó de hacerse preguntas que no podría responderse jamás, que crecieron incluso tras el hallazgo de Martín. Pero su manera de resistir era levantarse cada día, mantener la esperanza, poner el cuerpo a la lucha”.

Hacerle frente al dolor

Cada pieza de Giovanola en clave Abuela de Plaza de Mayo y la búsqueda que se volvió “el objetivo de su vida” se entrelaza con la historia de aquella Giovanola que fue hasta 1976 y esa otra que llegó con el hallazgo de su nieto, en 2015, que completó el camino de lucha, pero no lo clausuró. “Delia siguió trabajando para la búsqueda de los otros nietos y nietas que aún faltan hallar”, subraya Iparraguirre.

Los aportes que “desde siempre Delia realizó a la búsqueda” que las Abuelas realizaron y realizan de los bebés robados a sus familias biológicas por represores de la última dictadura cívico militar –algunos se apropiaron de esos chiques, otres les entregaron a familias que les adoptaron de manera ilegal, como fue el caso de Martín–: “No le gustaba tanto participar de actos partidarios, pero estaba siempre dispuesta a encuentros y charlas en escuelas, con jóvenes, vinculados a contar la historia de Abuelas y de los nietos y nietas que ellas buscan”, aporta la autora.

“Era una persona de una fuerza extraordinaria, de un humor hermoso, muy amiguera, muy sociable”, describe la periodista, quien resalta que ese hacer amigues como postura frente a la vida fue, también, una postura frente al dolor. Concluye Iparraguirre: “Delia me contó que a Virginia buscó aturdirla, mantenerle una rutina repleta de actividades, como un modo de sostenerla frente al desgarro de no tener a su papá y a su mamá y de no saber qué había ocurrido con ellos. Yo creo que Delia, sin ser del todo consciente de eso, buscó aturdirse a sí misma con compañia, con amigos, con esa red de afectos que supo construir y que se convirtió en su sosten. Ella decía que sus afectos eran una red por las cuales ella se expandía”.