La lectura en la adolescencia (y mucho más aquella que en su realización funda una amistad) es reveladora. Nunca más volvemos a leer como en ese momento de descubrimiento absoluto. La vida sin ficción es una obra que se construye en base a esa experiencia, la de una lectura que tres amigxs comparten en la adolescencia pero también es, de algún modo, la reconstrucción de esa escritura como legado, como un documento escrito por un padre que su hijo recupera y que tiene siempre, en todas las instancias de esta propuesta escrita y dirigida por Francisco Lumerman, el impulso de una iniciación.

En un principio, uno de los personajes que interpreta Rosario Varela (porque aquí la actriz y los dos actores pasan por roles distintos que evidencian el carácter absolutamente ficciónal de la pieza que siempre muestra su artificio) se ocupa de narrar la historia de esa amistad adolescente a partir de un documental del que vemos algunas imágenes. Ella quisiera llevar al cine La vida sin ficción, ese libro que lxs tres amaron en sus años de secundaria, pero no puede hacerlo porque la obra es un best seller y ya hay otros productores más adinerados que han logrado concretar ese proyecto

Unos minutos después Rosario será la actriz que participa de ese rodaje profesional pero no la vemos en el set sino frente a su hermano discapacitado que interpreta Lumerman. El texto dramático trabaja los diálogos como si fueran parte de una novela. Cada personaje contiene un mundo que se desarrolla, que el autor deja expandirse con esos tiempos de la lectura, como si cambiara el punto de vista y cada unx de ellxs se convirtiera en el autor o la autora de la obra. Pero también esta historia asume un montaje escénico, complejo y sumamente logrado, que juega con lo cinematográfico, no solo por el uso de las pantallas sino por los cortes que establece Lumerman en la estructura, los modos de trabajar cada escena como si siempre dejara algo pendiente que va a completarse en otra situación, aparentemente ajena, como en esos cuentos de Raymond Carver donde descubrimos mientras vamos leyendo que, en realidad hay una conexión entre esos personajes que parecían no conocerse, que el autor nos está presentando una serie de cuentos cortos pero estamos leyendo una novela disimulada.

En La vida sin ficción cada fragmento narrativo parece golpear en la secuencia siguiente, empujarla hacia una acción como si los personajes no llegaran a ver esa radiación que los contiene y también los lastima. Cada uno de estos seres es inmenso y frágil. La chica tímida que interpreta Rosario Varela, que filma a partir de la agonía de uno de sus amigos que tiene una enfermedad terminal. La actriz exitosa que está embarazada y se separó de su marido y mantiene un diálogo prodigioso con su hermano en silla de ruedas. Lumerman que compone a ese hermano genial que reflexiona como pocos sobre esa instancia de estar inválido y entender el mundo que lo rodea, el cansancio que genera en lxs otrxs, la vida que no puede vivir. Esteban Masturini como el enfermero que lo cuida con un amor que a él mismo lo desconcierta y también lo debilita. Un actor que es también es el amigo enfermo que no puede soportar que sus amigos tengan un futuro mientras él tiene que despedirse de cada cosa, de cada momento antes de tiempo y finalmente es el padre espectral como si siempre fuéramos escritos por los muertos.

En la dramaturgia de Lumerman hay una sensibilidad para crear personajes abiertos, entregados a una vulnerabilidad que los muestra prodigiosos, capaces de cambiar, de aceptar lo desconocido de si mismos como quien se anima a soportar la parte más dolorosa de una aventura.

La ficción es aquí el rasgo supremo de la vida, la capacidad que tienen cada uno de estos seres de inventar su vida, de llevar la imaginación a ese lugar donde nunca sabemos si acabamos de ser descubiertos y armados por esas palabras que escuchamos, no importa si fueron dichas por alguien muy cercano o por desconocidxs, lo que logra Lumerman es hacer de cada diálogo una instancia atenta, como si cada personaje quisiera indagar sobre el otro para hacer algo por sí mismo.

La vida sin ficción se presenta los viernes a las 21 y los sábados a las 19:30 en Moscú Teatro.