El 13 de junio de 1985, un grupo de jóvenes militantes acompañamos a la doctora Delia Rodríguez Araya a Buenos Aires para escuchar los testimonios de familiares y víctimas rosarinos de la dictadura en el llamado Juicio a las Juntas. Se trataba de la masacre de Los Surgentes, donde siete militantes montoneros fueron sacados del Servicio de Informaciones de Rosario y fusilados en esa localidad de Córdoba, el 17 de octubre de 1976.

Recuerdo entrar al Palacio de Justicia repleto de gente, muchos jóvenes, madres que hacían cola de la mano de sus hijos adolescentes, y escuchar a nuestros compañeros y compañeras contar lo que habían sufrido, y las historias de sus familiares desaparecidos y asesinados. Ese día escuchamos a tres madres de Rosario, Nelma de Jalil, mamá de Sergio, la Señora de Márquez, mamá de María Cristina, y Ángela Moral de Costanzo, mamá de Cristina. Angelita volvió a declarar después de más de 30 años en la Causa Feced, en agosto de 2019. Con sus más de 90 años todavía sigue dando testimonio, y su relato volvió a emocionarnos a todos los presentes. 

Esos momentos tan conmocionantes los reviví al ver “Argentina: 1985”. Es una película para todo público, muy bien ambientada y actuada, con aciertos y también omisiones. Es destacable que se vuelva a debatir sobre el tema, que se sepa que en este momento también hay juicios de lesa humanidad, que todavía seguimos buscando Justicia, y que muchas veces los testigos están muy solos. Sobre todo, es importante que la vean muchos jóvenes que probablemente no conozcan esa historia, y puedan debatir, leer, investigar y escuchar a las víctimas, en estos años de negacionismo y de retroceso.

La primera parte no me conmovió. Presenta a Strassera y Moreno Ocampo como dos héroes individuales, aunque ni antes ni después del juicio lo habían sido. Es cierto que aceptaron llevarlo adelante, con todos los entretelones y cambios de opiniones previos del gobierno. Y lo hicieron en soledad, con presiones del poder militar y sin ninguna ayuda del poder político, ni siquiera del propio partido del presidente Alfonsín, aunque sí con respaldo popular. Los fiscales suplieron esa falta de apoyo con el esfuerzo de un grupo de jóvenes que trabajaron duramente para elegir los casos. Lamentablemente, los nombres de esos jóvenes no aparecen al final de la película. Tampoco se menciona la lucha de los Organismos de Derechos Humanos, el esfuerzo que hicieron para buscar testigos, tomar testimonios, recoger pruebas, y entregarlo todo a la CONADEP, que completó el trabajo. Es una omisión significativa.

Las escenas del Juicio sí me conmovieron: ver esa sala repleta y escuchar los relatos de las víctimas, en una combinación de testimonios muy bien actuados y otros de personas reales, como el de Iris, la mamá del Negrito Avellaneda, militante de la Fede secuestrado a los 14 años y luego asesinado. 

¿Cómo se sigue después de esa tragedia? Madre coraje, Iris todavía sigue en la lucha. También es estremecedora la recreación del relato de Pablo Díaz sobre Claudia Falcone, de sólo 16 años.

La película no omite mencionar las dudas de Strassera ni su pasado durante la dictadura. Reproduce las declaraciones de Antonio Tróccoli, ministro del Interior, que parece hablar en nombre de los genocidas. Claramente expone el compromiso de los jueces con el poder, al dictar varias absoluciones y algunas leves condenas. Y cómo las discutieron y resolvieron comiendo en la pizzería Banchero sin atragantarse. 

Y aparece la teoría de los dos demonios, en el alegato del fiscal, sustentada por los jueces y el propio Alfonsín. Hay también algunos pocos golpes bajos. Innecesaria la visita de Strassera a un amigo que está muriendo, interpretado por Norman Briski. Ya había demasiado muerte, para inventar otra más.

Es un maravilloso acierto el uso del humor, rompiendo las escenas trágicas con la ironía, con bromas. Todos los que militamos por los juicios, tanto aquel como los actuales, sabemos que no se puede aguantar tanto dolor sin esas licencias. No está demás terminar este comentario con una consigna que no ha perdido vigencia: “No hubo errores, no hubo excesos, son todos asesinos los milicos del proceso”.

*Integrante de la Ronda de las Madres de la Plaza 25 de mayo.