No hay duda de que Nicki Nicole no olvidará este año. A pesar de que aún se considera toda una hazaña su paso por el programa del conductor estadounidense Jimmy Fallon, lo que consiguió en los últimos meses convierte ese hecho en una anécdota. Aparte de consumar su primer Tiny Desk Concert (la popular sesión de recitales por streaming de la radio pública de los Estados Unidos), la cantante y compositora rosarina se llevó dos Premios Gardel. Uno por su colaboración con Wos en el single “Cambiando la piel”, y otro por su segundo álbum de estudio: Parte de mí. Al mismo tiempo que encara la gira mundial de este disco, la icono argentina del R&B hizo una pausa en esa serie de shows para debutar en el Movistar Arena. Aunque esta vez sucedió como parte Movistar Fri Music, secundando el hito logrado en el mismo ciclo de recitales por su colega Duki.

A pesar de que se trata de un escenario imponente en el que otros artistas argentinos establecieron recientemente algunas proezas en la historia de la música popular contemporánea local (como la serie de sold out de Fito Páez revisitando El amor después del amor, o la alucinante puesta en escena de Babasónicos y Sergio Lacroix en el marco del “Bye Bye Tour”), el domingo Nicki Nicole estuvo lejos de inhibirse. Al punto de que, más allá de lo estricitamente musical, consiguió interactuar con sus fans de manera personalizada. Como si estuviera en casa. Incluso logró cumplir varios deseos: desde la típica interpretación de uno de sus hits con una seguidora hasta la firma de un autógrafo en vivo. Pero no se trataba de cualquier estampa, sino de una que seguramente ahora debe haber tomado forma de tatuaje. Y es que el fan se lo pidió para eso, acompañando el que ya tenía en su brazo con su rostro.

Quizá ese fue el momento en el que la artista pareció más abrumada. A un tris de descolocarse por el sorpresivo pedido. O al menos eso evidenciaron sus ojos saltones. Tan así fue que le advirtió al muchacho de la firma que lo que iba a hacer quedaría en su piel para siempre. Y a él poco pareció importarle. Sin embargo, lo que quizá la música no consideró en ese momento es que buena parte del público que colmó el predio de Villa Crespo ya lleva tatuado en sus mentes y corazones algo todavía más potente, simbólico y bastante complejo de desarraigar: sus canciones. Eso sí es para siempre. Y algunas de ellas fueron parte de este repertorio, que comenzó con “Tengo to”, incluida en Parte de mí. Luego de que las luces callaran a las 21:30, la inmensa pantalla del Movistar Arena mostró a la versión rubia de Nicki.  Ella lo justificó luego diciéndo que el día anterior había sido Halloween.

A la rosarina y ese cuerpo de baile que al principio parecía un grupo de ninjas a la vieja usanza (vestidos de negro y enmascarados), le secundó en escena un cuarteto de músicos (apoyado por dos coristas) conocedores de secretos aún más ancestrales: el arte del ritmo. Lo demostraron con uno de esos himnos seminales, el funk “Fucking diablo”, y redoblaron la apuesta en ese R&B con sabor a western: “Mala vida”. Con todos juntos en escena hicieron “Cuando te veo”, y antes de que la banda se guardara por un instante tras bamabalinas la artista saludó: “Es una locura verlos, es un sueño acompañarlos”. Y sí. Sucede que se trata del segundo aforo grande que hace Nicki Nicole sola, después de que en diciembre de 2021 se estrenara en el Teatro Gran Rex. Entonces desenfundó el hip hop en el que unió fuerzas con el trapero y reggaetonero puertorriqueño Eladio Carrión, “Nota”.

Ahí uno de sus bailarines, al mejor estilo de la puesta en escena que llevó Rosalía a ese mismo escenario en agosto pasado, siguió a Nicki Nicole con una steadycam, aunque esta vez tuvo un impacto más visual que propiamente estético o performático. Por lo menos la primera parte del show se sustentó en músicos y sus “dancers”. Mientras los primeros seguían en suspenso, los otros sirvieron de cómplices en el reggaetón minimalista “Toa la vida”, al que le siguió el jangueo de vieja generación “Sabe”. Al volver grupo y coristas, la artista de 22 años puso a prueba su métrica en “Si vos me lo pedís”, y siguió así con “Pensamos”, igualmente partícipe del cancionero de Parte de mí. Hubo más de ese trabajo con “Perdido”, y luego de hacer el pop tarantinesco “Entre nosotros” todos los que estaban en plano desaparecieron. Apenas por unos pocos minutos.

Una vez que se apagaron las luces, Nicki Nicole apareció (literalmente) en medio del campo del Movistar Arena. Se subió a un pequeño escenario, y ahí interpetó el tema que le da nombre a su segundo disco. Justo en ese momento, en medio de una emoción incomensurable, la cantante le dio sentido a ese título al reconocerle al público: “Ustedes son parte de mí”. En ese mismo lugar, con una luz disparada desde arriba próxima a una experiencia de abducción, la artista cantó dos temas más: “Plegarias” y “Años luz”. Al volver al escenario principal, se sumaron Emiliano Bracciari y Denis Ramos, cantante y guitarrista, y trombonista de No Te Va Gustar, respectivamente, para encarnar en vivo el tema que grabaron juntos: “Venganza”. Y tuvo dedicatoria: “Puño arriba para las que ya no están”, dijo la frontwoman. Y añadió que espera que alguna vez se dejen de hacer canciones para alertar sobre el femicidio.

Hubo un par de featuring más. Después de la cumbia “Otra noche”, Nicki Nicole preguntó: “Mujeres, ¿son fuertes?”. Preludio de “Ella no es tuya”, que le precedió a “NTMN” y “NLY”. Y entonces llegó Wos para recrear lo mismo que sucedió el viernes en cancha de Argentinos Juniors: cantar juntos el premiado hit “Cambiando la piel”. Acto seguido vino Trueno, por supuesto, para mechar “Dangerous” con “Mamichula”. Por si su compañero no llegaba, desde el público le avisaron a través de un cartelito hecho a mano: “Si no viene Trueno, somos tu tormenta”. En el medio del vendaval estuvieron los éxitos “Intoxicao” y “Colocao”, y ya para el final la cantante rosarina siguió disparando por todo el estadio rafagas de cadencia y amor inoxidable con “Ya me fui” y “Wapo traketero”. Domingo histórico y también consagratorio del ritmo fino y elegante.