Vida nueva, nombre nuevo. Después de quince años de haber estado presa por matar a la amante de su exmarido, Inés Experey –antes de apellido Pereyra- queda en libertad. Ahora lleva el cabello blanco, en el mundo entero se liberaron las canas, y tiene con la Manca, la única amiga que hizo dentro de la cárcel, una empresa doble: ella se encarga de fumigar, “control inofensivo de plagas”; su amiga y socia es una detective privada. El mundo ha cambiado y ella percibe que “muchas batallas se libran en la palabra que cada una elige” y que mucha gente no busca el exterminio a diestra y siniestra de insectos sino que le solucionen la contradicción: “matame la cucaracha, pero salvemos al mundo”. Una de las clientas de Inés le propone algo que puede desplazarla al borde de la ilegalidad. En El tiempo de las moscas (Alfaguara), Claudia Piñeiro retoma al personaje que protagonizó Tuya para enfrentarla a un nuevo abismo en que una mujer, atravesada por el odio, busca ejecutar una venganza.

Piñeiro intercala la historia de Inés y la Manca, una especie de Thelma y Louise del conurbano, con un coro de mujeres donde se debaten temas como los avances del feminismo, el lenguaje inclusivo y el aborto, entre otras cuestiones. La narradora, dramaturga y guionista de TV, autora de las novelas Las viudas de los jueves, Elena sabe, Las grietas de Jara, Betibú, Un comunista en calzoncillos, Una suerte pequeña, Las maldiciones y Catedrales recuerda en la entrevista con Página/12 cómo surgió su última novela. El escritor Guillermo Martínez dio unos cursos en Estados Unidos y llevó tres novelas latinoamericanas para compartir con sus alumnos. Entre esas novelas estaba Tuya. Cuando volvió del viaje, él le dijo: “tenés que hacer una continuación de Tuya”. ¿Pero cómo, si la protagonista termina en la cárcel porque mató a la amante del marido? “Guillermo me dice como Patricia Highsmith en El talento de Mr. Ripley que mató, pero uno quiere seguir viendo qué pasó y cómo zafa de todas esas circunstancias. En la pandemia, cuando estábamos encerrados, me empezó a dar vueltas la idea y empecé a hacer los cálculos de cuánto tiempo había pasado para que ella saliera de la cárcel porque no me atrevía hacer una novela con ella en la cárcel, que es un mundo que no conozco”, aclara la escritora que ganó el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, el Premio Pepe Carvalho del Festival Barcelona Negra, el Premio Dashiell Hammett de la Semana Negra de Gijón y fue finalista del International Booker Prize en 2022.

Mirada incluyente

-El coro en la novela es como una caja de resonancia de los debates del presente. ¿Cómo surgió?

-Tuya es una novela que básicamente transcurre en la cabeza de Inés. Cuando pensé en traer a Inés al presente, uno de los problemas que tenía para contar esta historia era que no podía transcurrir solamente en la cabeza de Inés. La cabeza de Inés, que en aquel momento causaba gracia porque era muy machista, hoy sería patética más que graciosa. Entonces tenía que modificarse algo y recibir influjos del afuera. Inés se adaptó y no puede decir todo lo que piensa. Dice algunas cosas, otras las pone entre paréntesis, otras las calla. Yo quería que hubiera voces de mujeres pensando distinto. El coro de mi novela surge como el coro de la tragedia griega, que es la comunidad que viene a hablar sobre lo que está sucediendo en escena.

-¿Qué debate propone la novela, desde el coro, respecto del movimiento de mujeres y los feminismos?

-La cuestión más álgida hoy tiene que ver con el movimiento trans dentro del feminismo, que para mí por supuesto está dentro del feminismo, pero que en otros países como España la mitad del feminismo está a favor y la mitad en contra con discursos bastante violentos, desde mi punto de vista. Me parece que en Latinoamérica tenemos una mirada mucho más incluyente, sabemos que las peleas son comunes y que tenemos que salir todas juntas porque somos discriminadas. Casi no se escuchan voces tratando de excluir a una parte del movimiento feminista. Me parecía que era un poco cobarde no meterse con ese tema en la novela. En el 8M de España este año hubo dos marchas: una del feminismo trans-incluyente y otra del trans-excluyente. No puede ser que nos estemos peleando cuando todavía no hemos resuelto cosas muy importantes.

-El vínculo de Inés con la hija pareciera que no se modifica en la novela; con la maternidad ella hizo lo que pudo. En cambio con la nieta quizá pueda construir un vínculo diferente, ¿no?

-Ella, claramente, nunca se sintió madre. Como el vínculo con su hija está roto, Inés se permite decir lo que sea. Me gusta que en la curva dramática de los personajes se puedan dar modificaciones, como esta que señalás, pero que esas modificaciones no sean poco naturales para el personaje. Inés puede hacer una pequeña modificación, pero no puede no ser Inés. Si yo hubiera hecho que al final ella dijera que es lindo ser madre, no hubiera sido Inés; era un final no era pertinente para el personaje. Si me dijeras qué me imagino de un vínculo de Inés con su hija, a posteriori de la novela, quizá puedan conversar, pero nunca va a ser un vínculo madre e hija. La maternidad está muerta en esa relación.

Murmullo de género

-Otra cuestión que aparece en un momento de la novela es la transición de género en un adolescente. ¿Por qué te interesa indagar en este tema?

-Me resulta difícil contestar porque nunca pienso en el tema sino en el personaje. Primero apareció la señora Bonar, que hace todo el planteo que desencadena la novela, una madre absolutamente rígida. En uno de los coros de la novela una mujer se pregunta: “¿Quién te dio derecho a pensar cómo tiene que ser tu hijo?”. Hay en la maternidad una cosa de pensar cómo deberían ser tus hijos y muchas veces te imaginás que van a ser a tu imagen y semejanza y después cada hijo es lo que va a ser. En el tema de la transición hay padres que saben acompañar y padres que no. Imagino que no debe ser nada fácil. Nadie se embarca en una cosa tan dolorosa desde muchos aspectos si el dolor que te produce permanecer con un sexo asignado, que no es el que sentís que sos, no te lleva a modificarlo. Siempre me gusta llevar a los personajes al abismo y la transición de género debe descolocar a muchos padres que tienen que tomar decisiones muy difíciles con respecto a qué hacer con sus hijos. La novela no está planteada tanto desde el que transiciona sino de lo que pasa a los otros alrededor del que transiciona. Entonces al ponerlos en el abismo de la transición aparece la pregunta “qué hago si”... En todas mis novelas hay adolescentes que están muy en el límite de lo aceptado socialmente y que son los más libres. En Las viudas de los jueves, los jóvenes que eran outsiders dentro del barrio cerrado eran los que veían con más claridad; en Las grietas de Jara la hija ve con más claridad lo que le pasa al padre y a la madre; en muchas de mis novelas los adolescentes aparecen vistos como raros y sin embargo son los que ven mejor lo que está pasando. En esta novela la nieta de Inés es la que mejor ve.

-¿Compartís la fascinación de Inés con las moscas?

-Ahora sí, antes no. En otras sociedades las moscas no son algo malo. ¿Por qué la mariposa sí y la mosca no? Porque tenés en la cabeza que las moscas van a la basura. En la novela, las moscas funcionan como las mujeres que están haciendo ese sonido, ese murmullo que molesta: “basta, no me hablan más de estos temas; ya te dimos la Ley del Aborto, no sigas hinchando con este murmullo de género”. Hay siempre una cosa despectiva con respecto a los planteamientos de las mujeres, que son oídos como una queja que ya no hace falta, como si ya nos hubieran dado todo lo que requeríamos; entonces para qué se siguen quejando.

-Hay mucho más para seguir luchando, ¿no?

-Si, en muchos sentidos. La Ley de Cuidado es algo que hasta que no la tengamos no va a haber igualdad entre los hombres y las mujeres, como dice la novela con respecto al trabajo y las mujeres. El problema de las mujeres en los trabajos es la maternidad, porque como está la sospecha de que van a ser madres y van a tener que retirarse a atender a sus hijos porque nacieron o porque se enfermaron siempre se las ve a las mujeres como trabajadoras con una falla. Entonces tienen más problemas para llegar a determinados puestos. En todo lo que tiene que ver con la Ley de Cuidado y con el trabajo seguimos siendo muy discriminadas.

-Todavía hay diferencias entre el salario de una trabajadora y un trabajador

-Dicen que no digamos eso porque ya no es más así, pero me acuerdo que cuando trabajaba en empresas y discutía con el dueño sobre los sueldos de los empleados me decía: “este es varón, tiene que mantener a su familia”, cuando está lleno de hogares monoparentales y además el salario no remunera una situación, remunera un trabajo. Si lo hace una mujer o lo hace un hombre debería ser lo mismo. Pero te dicen que cuando hay que calificar califican mejor los varones. Por ejemplo, en el Consejo de la Magistratura suman puntos para determinar quién tiene que ser. Como a la mujer no la dejaste publicar en revistas técnicas o profesionales, no accede a puestos antes, entonces no tiene el mismo puntaje porque a las mujeres no las dejaban entrar a esos lugares donde les dan puntajes. De a poco se va modificando, pero todavía falta mucho más. Entonces es cuando te dicen: “basta, estamos cansados de escucharlas”. Nosotras, en siglos y siglos de ser ciudadanas de segunda, ¿te parece que no estamos cansadas?

El avance de la ultraderecha

-¿Qué es lo que más molesta de las voces de las mujeres en la escena pública?

-Yo creo que corre del centro a los hombres que estaban acostumbrados a ser el centro. Muchos te dicen genial, las apoyamos, pero ahora hablemos del avance de la ultraderecha en el mundo. Ajá, muy bien, ¿hace cuántos años las mujeres venimos denunciando el avance de la ultraderecha, que nos agredía en las redes y hacía videos con nosotras para evitar la Ley del Aborto, con fotos mías y de Actrices Argentinas? La ultraderecha ha sido desde hace años un lugar desde donde fuimos maltratadas. Y lo hemos denunciado, pero nadie nos escuchaba. Cuánto tiempo hace que desde el movimiento de mujeres venimos advirtiendo sobre la gravedad de los discursos de odio. Nos dicen: “son cuatro trolles”. Nadie nos tomaba en cuenta hasta que pasó el atentado a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, donde se dieron cuenta de que los discursos de odio pasan al acto muchas veces. Es muy impactante que la ultraderecha ahora se queja no solo del lenguaje inclusivo, de todo lo que tiene que ver con los derechos de las distintas minorías, también agregaron los temas ecológicos de la agenda feminista. También está mal que hablemos de los incendios de Rosario o de la economía extractivista. Nosotras vemos que ahí hay un grave problema no solo para las mujeres sino para el mundo. En la última convención de Vox en España llevaron este tema: los discursos ecologistas de los movimientos feministas. ¿La agenda ecologista está mal también? Es increíble, ¿no?

-En los concursos y premios literarios como el Nobel (que lo obtuvo la escritora francesa Annie Ernaux), la diferencia entre varones que lo ganaron respecto de las mujeres es abrumadora: 17 escritoras en 121 años de historia.

-Y va a pasar mucho tiempo hasta que pueda haber igualdad. Por supuesto salieron voces a decir que no correspondía porque era una “literatura del yo”, porque hablaba de los temas de las mujeres, porque tiene un libro sobre su aborto, otro sobre su iniciación sexual, otro es de la relación de su padre con su madre. Como lo dije un montón de veces, a los hombres no les enseñaron como a nosotras a armar el masculino a partir del otro género. Nosotras leemos la Carta al padre de Kafka, La invención de la soledad de Paul Auster y tantos libros sobre padres e hijos y no decimos que es una literatura menor porque está hablando de una relación entre padre e hijos. En cambio la literatura que escribe alguien sobre la relación madre e hija parece literatura menor. (Gilles) Deleuze en su ensayo “Kafka. Por una literatura menor” habla del valor que tienen las literaturas escritas desde los márgenes, desde ser una mujer o ser una persona que pertenece geográficamente a una parte del mundo relegada. Deleuze dice que hay que cavar en la tierra como si fueras un perro para que te escuchen. Cuando era chica, en mi casa no había plata que sobrara para comprar libros. Había una biblioteca, se le daba valor a los libros, pero era un estante pequeño. Entonces yo esperaba con mucha ansia cuando en el colegio me daban un libro porque ese libro me lo iban a comprar porque lo tenía que leer. Un año me dieron Relato de un náufrago, de Gabriel García Márquez, y me dije: un libro de un marinero que se pierde en alta mar, ¿qué me puede interesar? Empecé a leer la historia y a los dos páginas yo era ese marinero; hay un entrenamiento en todas nosotras de armar ese universal. Pero al hombre, lamentablemente, no solamente no le enseñaron a armar ese universal con las mujeres, sino que le hicieron sentir que si leía la historia de una mujer que se hace un aborto eso menoscaba su masculinidad.

-Hay un lindo debate que se desprende de la novela. Inés, por haber matado a Charo, ¿fue una femicida?

 

-Si es un crimen de odio por ser mujer, bien sabemos que hay mujeres que odian a las mujeres y hay mujeres tremendamente machistas. Inés no considera que haya sido un crimen de odio, dice que es un dolor, ella tiene sus explicaciones. La novela abre preguntas y me interesaba que el personaje malo de esta novela también sea una mujer, ¿qué pasa si la que mata es una mujer? ¿es femicidio o no es femicidio? Es un tema para pensar.