En condiciones normales, a esta altura del año ya estaríamos hablando de quién salió campeón, dónde jugará Messi o cuál es la estrella que dejará el torneo para el futuro. Pero Qatar, lo sabemos, nos dará esas respuestas recién en diciembre. Será el primer Mundial que no se juegue en junio y julio, aunque ése no es ni por asomo el dato más distintivo que ofrecerá esta experiencia, de momento más pródiga en asombros que en certezas.

Lo único más o menos claro es que Qatar 2022 marcará un antes y un después en el fútbol moderno, no tanto en la forma de jugarlo como de producirlo y consumirlo: entre suntuosos estadios y calendarios inhumanos, entre partidos con aire acondicionado y miles de obreros muertos, para bien o para mal, su huella será indeleble.

El Mundial de Sudáfrica fue hace 12 años, no 30, pero ya nadie recuerda demasiado, incluso teniendo la postal de Diego DT. Es imposible imaginar un devenir así para todo lo que esta entrañando esta experiencia en el Golfo Pérsico, incomparable con las precedentes. El fútbol durante la Covid y todo lo que vimos (estadios vacíos, simulaciones de cánticos y hasta un agente sanitario interrumpiendo para siempre un Brasil-Argentina) no será nada a comparación que lo que dejará Qatar 2022.

► La pelota ya estaba rodando

Si todo proceso se mide por sus consecuencias, este ya ofreció varias sin que la pelota siquiera rodara. Desde su elección polémica, a fines del 2010, y todo el mecano de artificio que Qatar debió levantar en los 12 años sucesivos para crear estadios de cero y hasta inventar poblados, como el de Lusail, donde se jugará la final. Para esa suntuosidad exprés fue necesaria la mano de obra de decenas de miles de obreros, de las que emanan multitudinarias denuncias por explotación laboral y muerte como no hubo jamás. Relatos que se espejan con los mitos sobre la construcción de las pirámides de Egipto: como entonces, las grandes obras tapan las humillaciones a las que fueron sometidas las manos que las construyeron.

A fuerza de liquidez, el pequeño emirato de una peninsulita del Golfo Pérsico tentaculizó en la última década el fútbol-espectáculo desde sus vidrieras principales: las ligas más poderosas de Europa. Así se metió en estadios, camisetas, jugadores y clubes. Todo ese arco llegó a su paroxismo dos años antes del Mundial, cuando Messi fichó con el PSG. Fue, acaso, la gran apuesta de los capitales qataríes para salvar el torneo: Lio atravesaba una salida traumática del Barcelona y se encendieron alarmas sobre sus posibles consecuencias.

¿Qué sería de Qatar 2022 si, de repente, Messi iba a otro equipo, la pasaba mal y llegaba deslucido a la que él mismo postula como su última Copa? Finalmente, Lionel encontró resguardo en París, cerca de Di María, también de Neymar, un entorno que lo mima y la mirada atenta de Al-Khelaifi, el empresario qatarí a la cabeza de todo ese financiamiento.

► Lesiones al desorden del día

La mano de este mercado es para nada invisible y no siempre toma las decisiones más acertadas: así como la causa Qatar 2022 obligó a rescatar al Messi post Barcelona para reponerlo en la centralidad del fútbol universal, también desordenó todo el calendario deportivo del año en curso. La consecuencia evidente está en la extenuación con la que los jugadores llegan a la cita del emirato, sumándose en su mayoría a menos de una semana del inicio de la competencia. Muchos estuvieron el finde pasado jugando en sus clubes, así como muchos estuvimos atentos a que nadie se rompiera.

Es que la lesión de Giovani Lo Celso a apenas tres semanas del partido inaugural contra Arabia Saudita (martes a las 7 de la mañana) ubicó a Argentina en una tendencia que se viene cargando tan solo en noviembre a jugadores de principal estima en sus seleccines. El 2/11, Timo Werner torció su tobillo jugando para el Lepizig y se sumó a la lista negra de goleadores germanos fuera de Qatar por nanas junto a Marco Reus. Una semana después, también en Alemania, Sadio Mané sufrió una complicada lesión en el peroné que traía los peores augurios, aunque Senegal decidió llevarlo igual.

Por distintos motivos, Francia es la selección que sufrió la sangría más grande: a Paul Pogba, N’Golo Kanté y Presnel Kimpembe se les acaba de sumar el delantero Nkunku, marginado anteayer martes después de un resbalón en un entrenamiento al ir a trabar con su compañero Eduardo Camavinga. A los percances físicos se les suma, además, un elemento psicológico observado por especialistas que trabajan en el fútbol: el stress generado por esta temporada de órdago con partidos cada dos o tres días, más el aterrizaje casi forzoso en la zona del Mundial a menos de una semana, contribuyen a fragilizar el cuerpo.

► Tiempo de descuento

Según un relevamiento de la agencia de noticias Reuters, en 2022 se produjeron un veinte por ciento más de lesiones que el año pasado tan solo en las ligas europeas, el insumo central de los equipos mundialistas. El dato se espiraliza con el de los lesionados sub21 respecto de Rusia 2018: diez veces más. Es muy probable que Lionel Scaloni maneje toda esta información. Y acaso por eso mismo es que ayer, inmediatamente después del amistoso con Emirato Árabes, sorprendió a medios del mundo con su declaración en conferencia de prensa respecto a la posibilidad de introducir cambios de ultimísimo momento en la lista de convocados.

Se sabe que Cristian Romero y Marcos Acuña no llegan en la mejor condición y eso supone un peligro para jugadores que -como todos los demás- vienen de un año extenuante. La decisión es difícil, ya que ambas son auténticas apuestas del ciclo Scaloni, aunque él y todos los demás entrenadores son conscientes de que Qatar tendrá en sus canchas deportistas con condiciones físicas al límite.

Como en toda crisis, siempre hay algunos ganadores. Quizás, en esta, lo sean las casas de apuestas que ponen a disposición de sus tahúres la opción de adivinar cuál será el primer futbolista lesionado durante Qatar 2022. Muchos son los candidatos. Para suerte de estas plataformas de juego pero para desgracia del más importante de ellos, que no es otro que el fútbol.