Casi una hora clavada habló Cristina Fernández de Kirchner ante una multitud fervorosa a la que condujo para que frenara chiflidos, acallara insultos. Terminó señalando: "podemos volver a ser esa Argentina; la gente tiene que decidir si quiere". “Esa Argentina” es la del período que se extiende entre el 2003 y 2015. En un sentido extensivo, por ahí, la Argentina de los felices gobiernos peronistas, donde nadie estaba “condenado por la cuna”.

Cristina suscita pasión, risas, ovaciones y también convoca al silencio atento. Las militancias son ruidosas y pasionales… cuando ella habla se prestan a la escucha. Raro fenómeno en tiempos de comunicación parca o pobre, de réplicas de volea.

Emocionada al inicio (“no saben cuánto los extrañaba”) condujo a la asistencia a dosificar los cánticos, en especial aquel que es tendencia en los últimos tiempos. “Presidenta/Cristina presidenta” se coreó cuando la vicepresidenta hizo una pausa para tomar agua a veinte minutos de arrancar. Les respondió rápido, con premeditación: “como decía el General, todo en su medida y armoniosamente”. Un modo delicado de indicar “parenlá, compañeros y compañeras”. De paso: usó el vocativo “compatriotas” tanto o más que “compañeros”.

Un discurso de Cristina es un género oratorio propio, re-conocido por los argentinos, propios o ajenos. Cualquiera tiene derecho a reducirlo a uno de los tópicos o personajes aludidos (el Poder Judicial, el diputado Gerardo Milman, el pacto democrático, treinta etcéteras). El ejercicio es lícito pero se queda corto. Otro tanto quien encierra toda la alocución en un diagnóstico previo del propio intérprete, simplificador: “un acto de campaña”, pongalé.

Cristina conserva centralidad y liderazgo, los construye en cada intervención pública. Más allá del temario para interpretar qué quiso expresar debe pensarse en una “melodía” que transmite. El tono es también el mensaje: fue calmo, “no silben, es para pensar”. Ahorró nombres propios, un hábito. En ese rumbo quiere contraponer dos proyectos de país, proponer una serie de acuerdos democráticos, desalentar violencias o vendettas, rescatar el valor fundacional del pacto democrático. Enaltecer al radicalismo, al legado inicial del presidente Raúl Alfonsín. Con la democracia no se come se educa o se cura, vale. Pero para comer, educarse o curarse “primero hay que estar vivo”. A la gesta militante de cincuenta años atrás.

No mencionó al presidente Alberto Fernández aunque subrayó la terribles dificultades de la etapa.
Valoró el decreto que declara servicio público a las telecomunicaciones, que podría moderar los precios si la Corte Suprema no avalara a las empresas. Rizos así se enseñorearon en el discurso que es bueno repasar para el aplauso, la crítica de buena fe, el rechazo o la diatriba.

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Reseña Random del recorrido, incompleta. La proscripción del peronismo. El Partido militar y el Judicial, su reemplazo. La propuesta de desembarco de gendarmes en la provincia de Buenos Aires “como en nuestro Gobierno” ( los tres mandatos kirchneristas, no el actual). La convocatoria a discutir entre los partidos políticos la seguridad, el pacto democrático. La oposición fundada a las privatizaciones de Aerolíneas Argentinas, de Yacimientos Petrolíferos Fiscales. El potencial de Vaca Muerta. Los méritos de la reestatización del sistema jubilatorio aunque las mensualidades no alcanzan ahora. La comensalidad familiar, en la casa, como parte esencial de un orden justo. La distribución del ingreso según pasan los años y los diferentes gobiernos. Las exfuncionarias laderas de Milman. La eternización de los jueces en sus cargos, el modo en que se designan. Y siguen las firmas.

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Una protagonista se dirige al público presente, a las (muchas más) personas que la ven en vivo una hora por la tele, a las (muchas más) que conocerán la pieza editada o sintetizada. Cada platea es distinta, achica el panorama quien enfoca a un solo sector. Si Cristina es candidata a presidenta en 2023 --como reclama y da por hecho la concurrencia al estadio Diego Maradona--, necesitará convencer, persuadir a otros millones de argentinos. Transitar el arduo camino de un acto para la propia fuerza a la ampliación del espacio del peronismo que siempre fue frentista máxime cuando ganó elecciones.

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Este cronista arriesga una primera mirada a un par de horas del cierre del discurso. Cristina deja en claro que hará lo que deba hacer, que el atentado no la cambió ni la paralizó.

Las movilizaciones pacíficas, dichosas y masivas que la acompañaron (con ella o en ausencia desde entonces) sugieren que la gente común no se arredra, no se recluye en su casa. Mensaje a los violentos, autores materiales, financistas o compañeros de ruta de guante blanco.

La convocatoria subrayó la esperanza, coloreada en las pantallas gigantes, en la entrada de Cristina, en la ropa que escogió, en la previa de la militancia. El discurso se centró en el pasado, en la identidad, en los adversarios políticos, en los enemigos de la democracia. Más algunas propuestas. 

De nuevo, el tono fue también fue el mensaje: alegría de pertenecer, identidad ratificada, mención a los gobiernos similares en países vecinos y hermanos. Sin gritos, sin estridencias, sin amenazas. Con pocas promesas. Se hace camino al andar, falta un año para que se vote, la historia no comenzó ni terminó ayer.

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