Vemos con mucha preocupación la nueva forma de construcción social. Se está entrando en un espiral que nos puede volver a llevar a situaciones sociales inimaginables.

Los signos de estas prácticas deberían alarmar a estos sectores que toman a la sociedad como si fuera un juego, donde predominan soberbia, mezquindad, ambiciones desmedidas y ese hambre insaciable que nada tranquiliza. Esto está penetrando socialmente y nos tiene desconcertados.

La violencia que se está viviendo suma ladrillos desde lo irracional para este gran muro que se está armando. La Corte Suprema de Justicia Nacional con su asalto a los otros poderes viola la Constitución que debe defender. Nos deja indefensos e incrédulos ante tamaña actitud, cuando, en un acto de violencia, impone a un senador con total descaro en el Concejo de la Magistratura y desprecia el Estado de Derecho, estos 39 años de democracia.

Una jueza que debe investigar el atentado terrorista contra la vice Presidenta, cuando en la línea investigativa aparecen nombres ligados al poder, que la ubicaron en ese lugar deja de avanzar y comienza a aislarse en un acto de injusticia.

En un país con crecimiento económico, exportador de alimentos, hay una gran peregrinación de pobres para reclamar alimentos. A su vez, se revindica como un acto revolucionario el pago de deuda externa. Decía Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz y referente mundial de la lucha por los derechos humanos: “Perdonen mi ignorancia pero ¿a qué se refieren cuando afirman que hay que honrar la 'deuda soberana': ¿Por qué el país tiene que pagar lo legítimo y lo ilegítimo sin investigar una deuda inmoral, injusta, manchada con la sangre del pueblo?".

Cuando era niño, nos divertíamos con el “engaña pichanga”. Cuando alguien contaba algo y dudábamos, le decíamos que era un engaña pichanga (porque nos querían “meter el perro”). Si descubríamos la mentira, recibíamos un caramelo y cuando no, debíamos pagar una prenda.

Siempre se está a tiempo para modificar rumbos. La política y el bienestar de un pueblo no son un juego.

Rubén Eduardo Kelo Moreno