Una vista que se podría tener desde un avión, aunque sin dejar la tierra. La Torre Espacial del Parque de la Ciudad tiene un nombre perfecto para cuento de ciencia ficción, pero es un símbolo porteño instalado en Villa Soldati.  Su estructura externa quiere representar una espada gigantesca clavada en la tierra, y su último piso es el mirador más alto de América latina desde el que, en un día claro, se puede ver hasta la costa uruguaya.

Es la única atracción que queda de lo que supo ser Interama, recientemente intentó ser Ciudad Rock y hoy es un predio donde se construye la Villa Olímpica y del que se venderán 36 hectáreas. La torre se vedesde muchos puntos de la Ciudad y está abierta al público los fines de semana, con entrada paga. El sábado 3 y domingo 4 de diciembre se va a poder visitar gratis porque se suma, entre otros íconos urbanos, ala IV edición de Open House Buenos Aires, para la que ya está abierta la inscripción online.

La última de sus plataformas está a 176 metros y desde ahí se pueden ver hasta 80 kilómetros. El recorrido a pie lleva casi una hora por escalera, hay mil escalones y 45 descansos. De todos modos el público general puede elegir acceder por medio de dos ascensores de alta velocidad, con capacidad para 28 personas cada uno, que realizan el recorrido en menos de un minuto. 

Su afuera es imponente. Son 220 metros de altura. O sea: dos cuadras y pico hacia arriba.Quiso ser excalibur, la espada del Rey Arturo enclavada en el centro de lo que solía ser un parque temático. Hoy, con aquella suerte de tierra de fantasía muerta hace décadas y en medio de terrenos yermos que el gobierno porteño intenta comercializar, es más un icono exótico, extraño, casi pop. Es el mañana pensado en los 70, una especie de futuro antiguo, que sigue acá en el presente.

Se inauguró el 9 de julio de 1985, y se presentó con bombos y platillos como la torre más alta levantada en un parque de diversiones en el mundo. Pero en realidad nunca se terminó la obra y desde aquella primera apertura y hasta 2003, cuando cerró debido a su profundo deterioro, funcionó a medias. Después de su puesta en valor de casi una década, reabrió en 2011. Igual, nunca terminó de arrancar y subsiste, enorme y medio olvidada.

Cuando se planeó,en pleno gobierno de facto en 1978, durante el mandato del intendente Osvaldo Cacciatore, se había anunciado que tendría cuatro ascensores y un restaurante giratorio. La confitería nunca giró porque en el nivel que se la construyó, a los 178 metros de la estructura, se registraba demasiada vibración. Ahí es el actual mirador, que de todas formas, quieto, es un hito. Con respecto a los elevadores, funcionan los mismos dos que hubo en el inicio, pero que durante años habían estado detenidos a 170 metros y se repararon en 2010.

Fue fabricada en Austria en 1979 y después de que viajaran los materiales, se construyó durante 1981 y 1982. Para que esa enormidad se mantenga, hubo que fundarla a 35 metros bajo la superficie con 30 pilotes de 35 metros de profundidad, hechos en hormigón armado.La estructura emergente es de acero cincado y está revestida en chapa de aluminio. Además, la sostienen seis tensores. Igual, si se sube un día de viento, a pesar de todo esto se puede sentir cómo se mueve la torre. Inestable pero firme, no se cae. Cerca de las nubes, sin volar.
 

Vista desde la torre


IV edición de Open House Buenos Aires. Sábado 3 y domingo 4 de diciembre, con inscripción previa acá. Para conocer la historia y el interior de más de 90 íconos de la Ciudad de Buenos Aires que no son comúnmente de acceso al público, como el Palacio Barolo, la Casa Scout y el Edificio Bencich, entre otros. Este año se sumaron a los clásicos, además de la Torre Espacial del Parque de la Ciudad, la Cooperativa Vaya de Fermín Bereterbide, BubbleStudios (Estudios de fotografía de Gaby Hernstein) y el Polo Científico y Tecnológico (Ex Bodegas Giol).