Carisímos (cada vez más caros) lectóribus, espero que estéis lo más bien, quizás un poco ansiosos (si leen la nota antes de las 16 hora argentina, 22 hora catarí) y, en todo caso, cuestionadores/doras y doros como siempre que valga la pena, sin bajar la bandera de la pregunta aun sabiendo que difícilmente encontremos una respuesta satisfactoria o, mucho menos aún, cierta.

Dados los posteriores terminantes resultados muy poco germánicos del Mundial en juego y las desafortunadas declaraciones previas de quien supo desgobernar nuestro país durante cuatro larguísimos años y ninguna flor, les recuerdo que declaré en su momento que si los alemanes llegaban a tomar en serio dichas desprofecías, se iban a enojar muchísimo. Y todos sabemos que no es bueno para el mundo que se enojen los alemanes. Si algún milenial o centenial tiene dudas al respecto, plis consulte a un sigloveintenial.

Me autopercibí muy Casandra (la que decía la verdad y nadie le creía) al ver que algunos están más preocupados por la falta de denuncia de ciertas instituciones (algunas de las cuales forman parte de la colectividad judía) que por el exabrupto maurificial en sí (inconsciente tenemos todos, él también).

Me tuvieron sin cuidado las quejas, porque, bueno, Alemania siempre fue un rival complicado para la Argentina, y las afirmaciones eran demoledoras para ellos. En todo caso me preguntaba por qué esas mismas instituciones y algunas otras, vinculadas a esa, a otra, o a ninguna colectividad, etnia o grupo que fuere, no recomiendan a sus miembros no votar jamás por semejante personaje o a quien siga en su destructora línea.

Dirán, mucha gente lo dijo, y quizás parezca que esta nota va en ese ese sentido, que el personaje en cuestión es un proveedor de mala suerte.

Jamás diría yo tal cosa.

Primero y principal, porque no creo que sea proveedor de absolutamente nada, se trata más bien de alguien que “se lleva” (hay varias denuncias al respecto) y no que “trae”. Y segundo, porque vincular lo que hace este personaje a la superstición sería no solamente ingenuo, sino absolutamente generoso… con él. Sería creer que no hace daño voluntariamente, sino manejado por fuerzas extrañas. Por el contrario, pienso, siento y percibo que lo que nos ha hecho a los argentinos durante sus cuatro tremendos años de mandatario fue producto de un plan premeditado y alevoso, “un despliegue de maldad insolente”, para decirlo con Discépolo, y no un producto de la suerte. De hecho, él mismo trató de endilgarle a la suerte sus desatinos: “Pasaron cosas”, decía, mientras endeudaba como nunca al país, acogotaba a laburantes y pymes y reprimía a… casi todos. En un partido de fútbol, puede haber suerte buena o mala, pero en sus cuatro años de gobierno…, ¡por favor!

Creer en supersticiones es parte del combo que nos han querido vender en estos y en muchos otros tiempos, formado por: “fenómenos de época”, “sentido común”, “libertad de mercado", "meritocracia", “falsos colectivos que ocultan a los reales, tan difíciles de construir”, “individualismo a ultranza”, "hipocresía en sus tres exquisitos sabores: neoliberal, progre o resignada”. Y lo más problemático del combo es que te hacen creer que es gratis, pero te cobran todo lo que tengas más lo que no tengas.

O sea: desde cierto dominio del mercado, regulan la agresión, la explotación, la salud y la vida y bienes de los demás. Y, como son dueños de los medios enfermónicos, pueden explicarlo como un fenómeno epocal (qué fea palabra, disculpen), étnico, meritocrático, genérico, generacional, de década, sociopsicoantroposanatológico, y tantos neologismos o esdrújulas como su capital se lo permita, para hacerlos “creíbles” o “de sentido común”.

Y este mismo Mundial ya nos mostró varios absurdos en su primera ronda. El sorprendente Japón ganándole a "la furia roja" española y a la “raza superior”. Bélgica, uno de los mejores equipos del 2018 (casi le gana al campéon Francia), afuera en la primera ronda. Túnez ganándole al último campeón. Nuestra propia Selección, que perdió contra "el que parecía más fácil” y les ganó “a los que parecían más difíciles”. Pero seguramente la sorpresa más sorpresiva se la llevó Emboló, este joven jugador nacido en Camerún y ciudadano suizo, cuando le tocó enfrentar, y hacerle el único gol del partido, a su propio país natal. La imagen del joven agarrándose la cabeza y llorando mientras el resto de “sus compatriotas suizos” festejaban no dio la vuelta al mundo. Pero debería.

Y, como una vuelta más de las bondades del absurdo, la propia gigante del espectáculo, doña Nefli, nos regala (a los que le pagamos) una serie donde el absurdo sombrío juega, gusta y gana.

Me refiero a “Wednesday”, conocida como “Merlina”, donde los personajes de Los Locos Addams, con la propia Merlina como número 10 y el genio de Tim Burton dirigiendo la Burtoneta, nos muestran que el absurdo, cuando se la juega, tiene lo suyo.

O algo así.

Sugiero acompañar esta columna con el video “No están locos” de RS+ (Rudy-Sanz)