El inmenso portón en la entrada a la planta de PepsiCo, en Florida Oeste, estaba cercado por dos camiones de la Policía Bonaerense. Unos carteles improvisados indicaban que el festival se hacía a la vuelta. En la esquina, un grupo de trabajadores despedidos de esa fábrica esperaban para guiar a los que llegaban. Era mediodía y el frío ya apretaba. El “Festival solidario por lxs trabajadorxs de PepsiCo” del domingo pasado, organizado por la Red de Bandas Obreras en apoyo a los 600 despedidos, había tenido que reconfigurares. No solo se trataba de que la policía ocupaba el espacio en el que iba a ocurrir sino que la convocatoria ya no se limitaba a apoyar a los espantados, también se hacía necesario manifestarse contra la represión que habían sufrido.

Luego de que el miércoles de la semana pasada Gendarmería e Infantería embustieran contra los trabajadores y las trabajadoras que ocupaban la planta en reclamo por el vaciamiento de la empresa, las bandas que se acercaron a apoyar sostuvieron el festival y aumentaron en número. El sábado por la tarde, la convocatoria se fogones en redes sociales anunciando a Salta La Banca, Los Ingobernables, Las Manos de Filippi, Mal Pasar, La Fonda del Tano, Amartillazos, Proletarios, Eco Ilógico y Actitud Palestina. El saldo de heridos y violencia que había dejado la represión sembraba dudas sobre lo que podría ocurrir durante el festival, pues la fábrica seguía ocupada desde entonces por Infantería. Pero con las adhesiones y la convocatoria en aumento, la necesidad de realizarlo para visibilizar la situación se impuso.

Después de rodear la planta, el humo de las parrillas escondía una situación que se develaba de a poco: las puertas de las casas estaban abiertas. Durante la represión, la mayoría de los vecinos resguardaron a los trabajadores que escapaban de los palos y los gases, y ahora volvían a darles su apoyo. Sobre la calle, puestos con libros sobre filosofía anarquista y poesía beat convivían con una catarata de selfies, rondas de mate y mantas sobre las que se ofrecían artesanías, parches punkies y pipas talladas en madera. Las zapatillas de lona se mezclaban con las tachas, las botas de trabajo y los camperones deportivos.

Antes de llegar al escenario montado sobre un camión prestado por la Asociación Gremial Docente, un grupo de chicos y adolescentes pintaba un mural en el que el leopardo Chester iba enfundado en ropa de gendarme y Fido Dido le lanzaba botellas de pintura para defender la fábrica.

“Agradecemos a todas nuestras familias y a tantos jóvenes por estar acá y solidarizarse, y a todos los que estamos por garantizar la seguridad y la paz en el festival”, dijo uno de los delegados de PepsiCo frente a las más de 1500 personas que se acercaron durante una jornada sin incidentes en la que las bandas alternaron con obras de teatro, danza, clowns y la palabra de los trabajadores despedidos, en un ida y vuelta de pogo y debate. “La fábrica dice que está en quiebra y factura más que el año pasado. Nos echan para importar las papas de Chile y el gobierno se los permite y nos manda a que nos caguen a palos”, dijeron los trabajadores. “En ese país estamos.”

Poco antes del cierre del festival, en el que se recaudaron más de 100 mil pesos para el fondo de lucha, Santiago Aysine, cantante de Salta La Banca, le dejaba al NO algunas palabras que resumían esa atmósfera suburbana de rock y resistencia. “El gobierno está planteando abiertamente que va a responder con represión a la protesta. Es el peor escenario, pero tengo la sensación de que se viene mucho de todo esto: mucho festival, mucha protesta. Los pibes ya no se comen ninguna, ya entendimos que la situación es grave. Con el kirchnerismo muchas bandas apretaron el freno y eso estuvo mal. El rock jamás puede estar del lado del poder, tiene que cuestionar hasta lo último. Y eso es lo que pasó en este festival.”