La pandemia puso al descubierto las micro y macro crisis que vienen forjándose en múltiples ámbitos de nuestra vida social. La educación y la salud quedaron en el centro de la tormenta. No solo porque se vieron sobre-demandadas por una sociedad llena de incertidumbre y desasosiego, sino porque fueron las instituciones con más alcance para resolver, acompañar y cuidar a las personas en múltiples dimensiones. Julio Pasquerelli es vice-rector del Escuela Normal Superior N°2 Mariano Acosta y trabaja en el hospital psiquiátrico Dr. Domingo Cabred, ubicado en Luján. Su rol de gestión en el Mariano Acosta y, a su vez, la convergencia profesional le permiten tener una visión estructural de las problemáticas de estos ámbitos. En diálogo con Página/12, Pasquarelli sistematizó las necesidades y carencias de las escuelas públicas en la Ciudad de Buenos Aires, observó las falencias comunicacionales de la comunidad educativa para legitimar sus reclamos en un escenario con medios propenso a “estigmatizar y construir personajes que adoctrinan”, y evidenció la hostil relación entre el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires y las escuelas públicas.

-¿Cuáles son los principales reclamos y necesidades de la escuela pública?

-Creo que la gran mayoría de los directivos y docentes que pueblan las escuelas públicas hoy pueden aunar una serie de criterios. Uno tiene que ver con las reformas edilicias y con el mantenimiento de los edificios, es decir con la comodidad con la cual los estudiantes deben transitar una jornada muy larga, porque la mayoría de las escuelas tiene jornada extendida. La reforma edilicia es un tema que está muy presente en general. Otro reclamo tiene que ver con las viandas, que deben pedirse mediante un formulario y cumplir con ciertos requisitos. Muchas familias que las necesitan no las solicitan porque les preocupa tener que adosar un recibo de sueldo o algún otro material para justificar el pedido. Las viandas, además, tienen un bajo valor nutritivo. Para alguien que está tantas horas en la escuela, un sándwich y una barrita no alcanzan, y no todos tienen el dinero para comprar otra cosa. Por otro lado, ciertos cambios de programa y de currículum implementados en las escuelas públicas no siempre son consultados con los docentes y, cuando lo son, no se toma en cuenta lo que se plantea desde la docencia. En este punto aparecen, por ejemplo, las Actividades de aproximación al mundo del trabajo (ACAP) o las pasantías.

-¿Qué beneficios y dificultades presentaron las ACAP?

-Las pasantías, que funcionan como un acceso al mundo laboral, no son consultadas con la escuela, son impuestas. ¿Y por qué estaría buena la consulta a la escuela? Porque cada escuela tiene un perfil que se construye a lo largo de los años y le da identidad. Por lo tanto, las pasantías que se proponen desconociendo la demanda y los deseos de los estudiantes muchas veces carecen de interés para ellos. A nosotros no nos pasó lo que a otras escuelas, que tuvieran que ir a lavar platos o limpiar baños de un hotel internacional. Si bien es una actividad que a ningún estudiante le va a molestar, la pregunta gira en torno a cuál es el valor pedagógico de la misma. Para ello, es indispensable que sean los y las docentes quienes estén al frente de dichas propuestas.

Reformas y tomas de escuelas

-En alguna de las tomas de 2017, uno de los reclamos fue que el cambio de programa se haría de forma inconsulta, cuando uno de los artículos de la Ley de Educación planteaba que las reformas educativas debían ser consultadas con los docentes y los estudiantes. ¿Cómo evalúa los procesos de consulta con la comunidad educativa?

-Nosotros tenemos un ejemplo muy complejo que fue la Ley Federal de Educación. En el único lugar donde no se aplicó fue en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por una resistencia importante de los docentes y los estudiantes. Cuando uno quiere hacer una reforma en un plan de estudios o una reforma en el modo en el que funciona una institución, hay que caminar el territorio. Y caminar el territorio implica estar en el lugar, conocer a docentes y estudiantes: sus problemáticas y sus deseos. A veces, uno tiene la sensación de que hubieran escuelas paralelas: la escuela tal como es pensada desde las políticas del Estado y otra real, la que vivimos cotidianamente. Entonces, aplicar una reforma en una escuela que no se conoce o en una comunidad educativa cuyos reclamos no se terminan de comprender me parece inapropiado y peligroso, si lo que se transmite es mejorar el nivel académico.

-¿Complejo en qué sentido?

-En el sentido de que las reformas o los intentos de reforma vienen de sectores que, en paralelo, dicen que la docencia es una profesión que se elige cuando alguien fracasó en la universidad, o que la eligen personas de mucha edad que no pueden hacer otra carrera. Hay, además, un intento de confrontar a la sociedad con los docentes, con mensajes que sugieren que en la escuela pública predomina el caos y por ello hay que disciplinarla o que la comunidad educativa está politizada. De esa manera, intentan confrontar a la sociedad con la escuela.

Medios y fake news

-¿Cómo ve la estrategia comunicacional de los docentes, directivos y estudiantes (en particular, los centros de estudiantes), para legitimar los reclamos y evitar que la cobertura mediática se enfoque en una simplificación y criminalización de las formas de esos reclamos?

-La falla en la comunicación se notó mucho después de la pandemia. La presencialidad, la convivencia real, el intercambio de ideas, las propuestas de coloquios con invitados generaban un estudiantado curioso y con contenido en sus decisiones. Si bien a lo largo de 2022 las y los estudiantes se esforzaron por comunicar de un modo claro sus inquietudes, creo que en el 2023 lo harán mejor porque comenzaron a recuperar esos espacios que la virtualidad jamás reemplazará. En ese sentido, las tomas fueron deformadas por los medios de comunicación. Se instaló la falsedad acerca de que durante la toma los estudiantes vandalizaban las instalaciones cuando en realidad fue todo lo contrario. En el Mariano Acosta, por ejemplo, no solo no se rompió ninguna instalación en la toma sino que se repararon espacios. Por otro lado, se intenta ridiculizar o criminalizar a los estudiantes y a las familias también. Dado que la gran mayoría de los medios de comunicación creaban una realidad paralela, muchos docentes tuvimos que salir a decir lo que ocurría. En mi caso y sin proponérmelo muchos me escucharon decir que jamás podré estar a favor de una toma, pero sí de algunos reclamos que la sostienen. Esto generó que la Sra. Ministra en un tuit escribiera que yo apoyaba esas medidas y por lo tanto debía ser sancionado. Ojalá alguien le hay hecho escuchar mi discurso completo.

-¿Podría explicar lo que ocurrió con las familias del Mariano Acosta durante la última toma del colegio?

-Las familias fueron culpabilizadas y juzgadas como responsables de contravenciones graves, las fue a buscar la policía, les quisieron hacer firmar un edicto contravencional. Las familias son muchísimas veces las que acompañan y suplen las falencias que tiene el Estado para con la Escuela. Cuando uno dice: “señores, hace ocho meses que estoy pidiendo, por los canales formales, que los chicos tengan calefacción, viandas, que no se caiga una puerta”, llega un momento en el que uno entra en un alto grado de desesperación, porque observa que esos canales no están funcionando. Cuando recibí la noticia del sumario -que no me lo comunicaron por vía oficial, sino por la tapa de los diarios, observé que no era a mí a quien estaban sumariando sino a cualquier docente o directivo que se anime a alzar la voz y decir que en la ciudad que más presupuesto tiene hay cosas que no están funcionando. Cuando ocurren estas situaciones se nota que hay una necesidad de construir un personaje de alguien.

-¿A qué se refiere con ello?

-En mi caso, muchos medios construyeron un personaje que adoctrinaba. Se construye una imagen de alguien y empiezan a buscar material. Además, publicaron fotos y direcciones de mis redes personales. Manipularon distinto tipo de contenido para construir como dijo un periodista a “un lacra” que apoya lo ilegal. Nunca estuve a favor de las tomas; lo dije siempre. No estoy a favor de las tomas pero sí de los reclamos. Aunque suene muy trillado, el acceso al pensamiento crítico solo puede darse bajo la confianza. Dejar de estudiar para aprobar y hacerlo para aprender. Lo crítico no debe pensarse como oposicionismo vacuo. Todo lo contrario, en la crítica hay un saber previo que entra en crisis y ansias de construir lo nuevo. La libertad de pensamiento es una gran responsabilidad. Basta que mis estudiantes alcancen la noción de libertad para que comprendan que hagamos lo que hagamos siempre estamos tomando posición.

Pandemia y postpandemia


-Trabaja en educación y salud en el ámbito público. ¿Cómo convergen ambos campos y, sobre todo, qué observó en estos ámbitos durante la pandemia y la postpandemia?

-Lo que la pandemia demostró es que tanto la educación como la salud no pueden ser reemplazadas por la virtualidad. Antes de la pandemia, algunos médicos podían hacer consultas virtuales; también existía la posibilidad de que hubiera clases virtuales. La pandemia demostró que muchas profesiones no se pueden ejercer desde la virtualidad absoluta; porque, además, la virtualidad absoluta generó trastornos en la salud mental. Lo que pude observar en el Hospital Dr. Domingo Cabred, un hospital psiquiátrico en el que trabajo, es que el hecho de que no pudieran venir familiares o se recortaran las visitas afectó mucho más la salud mental de los pacientes. Mi ilusión es que en las modificatorias de la Ley de ESI se incluya un anexo sobre Salud Mental. Necesitamos enseñar, hacer una tarea psicoeducativa respecto a enfermedades mentales que ciertos sectores siguen asociando con la peligrosidad o lo temerario. La ESI tiene mucho para hacer desde las escuelas con estos temas. Todo el 2022 estuvimos trabajando con niñes con trastornos alimentarios, depresión, crisis de pánico, chiques que se cortan más que antes frente a situaciones de mucha angustia. Todavía no estamos recuperados de eso; a muchas personas todavía les cuesta salir de la casa y retomar actividades fuera de sus hogares. Una demanda muy fuerte en la mayoría de las escuelas fue hablar sobre Salud Mental.

-Además de este tipo de trastornos, la pandemia mostró la expresión más darwinista de la educación y muchos estudiantes quedaron expulsados del sistema. ¿Qué reflexión hace la escuela sobre aquello que no pudo atender en pandemia o no estuvo a la altura para resolver?

-No me gustaría caer en una generalización porque cada escuela lo fue resolviendo como pudo y con las herramientas que tuvo. Cada escuela tiene una cultura institucional, un perfil del alumnado y de familias. Hay escuelas donde se cuenta más con las familias. De lo que se trata es de pensar en la particularidad de cada institución. La mayoría de los docentes se comprometieron y dieron más de lo que podían porque trabajaban muchas más horas que estando en la escuela, porque tenían que subir a una plataforma contenidos y, además, contactarse con los estudiantes que no iban. En algún momento, les plantee que pusiéramos el acento no solamente en el aprendizaje sino en sostener el vínculo humano. La pandemia fue una tragedia.

-¿Cuál cree que fue la prioridad en ese contexto?

-¿Cómo pedirle a un estudiante que se concentre cuando está con familias disfuncionales o en espacios que no son cómodos? Debíamos priorizar que no se rompiera el vínculo con la escuela, que el vínculo con la escuela siguiera con el tutor, con el profe, con el preceptor, y generar espacios de virtualidad divertidos, como se pueden generar en la presencialidad. Lo que necesitamos ahora es quitar un poco de virtualidad y reforzar esta otra realidad más terrenal.

-¿Cuáles son los desafíos de la escuela pública?

-Se enojaron mucho cuando, en la charla que di en la puerta de la escuela, hablé de “salir a luchar” si tocan a un estudiante o a una familia. En ese momento estaban tocando el timbre de los estudiantes y las familias para aplicar una contravención. Si interpretaron que la lucha es una acción violenta se equivocaron. Tenemos que pensar la lucha como una acción cotidiana en el aula, donde pueda reflexionarse, pensarse, ver qué ideas distintas pueden converger, analizar la realidad. La escuela que no puede conectar los contenidos con la realidad es una escuela que se transforma en un laboratorio aséptico donde los estudiantes no encuentran el sentido de la educación. La mejor pregunta a un docente es: “profe, ¿para qué me sirve esto?” Es alguien que te está diciendo: “yo quiero entender cómo esto me ayuda también a pensar la vida que vivo, las elecciones que tomo, la realidad en la cual me encuentro”. Uno de los temas que instaló la agenda política de 2022 fue la de lo público y lo privado y fue tema de diálogo en las clases con diario y libros en mano.

Ataques a la escuela pública


-¿Qué implica instalar esa antinomia?

-Quiero que exista lo público y lo privado, pero que quien vaya al ámbito público tenga las mismas garantías que quien elije ir al privado. No acepto que quien puede pagar tendrá una mejor educación. Estos ataques a lo público en la salud y la educación apuntan a que el que pueda ir a lo privado, lo opte y vaya migrando hacia allí. De ese modo, cuando uno va transformando lo público en caótico, en desprolijo, en algo que carece de valor, se comienza a construir socialmente una idea de lo público que es devaluada. De ese modo, lo privado aparece como una alternativa superadora para aquellos que lo eligen y pagan por ello. Me preocupa que muchas personas no entiendan que el ataque a lo público no es a la escuela, no es al hospital; es una manera de achicar el Estado y que mucha gente se quede fuera.

-¿Cuál es el aporte de la Educación Sexual Integral (ESI) para el abordaje de una educación inclusiva?

-Cuando empezó el 2022, el primer embate que tuvimos fue la supuesta prohibición del lenguaje inclusivo. En la escuela hicimos una mesa con lingüistas, con psicólogos y con personas trans y respondimos por qué era necesario el lenguaje inclusivo. Hay algo muy interesante. Cuando hablé en esa mesa, una de las cosas que quería comentar era que había que quitar la discusión del lenguaje inclusivo de la semiótica o de la semiología porque era un tema de la identidad, no se trataba de ver si correspondía o no desde los signos lingüísticos. Porque cuando se planteó la supuesta prohibición del lenguaje inclusivo, lo primero que pasó fue que se acercaron chiques a decirme si yo iba a dejar de llamarles con el pronombre neutro, no binarie, y se acercaron con angustia. Entonces no es un tema semiótico, lingüístico, es un tema social, es un tema de identidad y es un tema de respeto.