La opción ética, estética y narrativa de Maiolino es rechazar cualquier encubrimiento de sus conflictos y toda proyección de una imagen idealizada de si; prefiere mapear su existencia a la deriva como un punto en movimiento en el medio de una multitud, una identidad en flujo espiralado siempre rehecha en el encuentro con la alteridad. El verbo "mapear", aquí, tiene connotaciones bastante tangibles. Para entrar en la amplia serie de Mapas Mentais [Mapas mentales] realizados por Maiolino conviene partir de la síntesis ofrecida en Capítulo I y Capítulo II (1971 y 1976, respectivamente).

Una trama de líneas ortogonales establece un campo que puede ser aprehendido no solo como sistema de coordenadas cartográficas, sino también como tablero de un juego de la vida. Los nombres de los hijos de la artista -Micael y Verônica- marcan pasajes funda-mentales, así como los desplazamientos entre continentes, países y ciudades registran su permanente condición de extranjera; diversos sombreados funcionan como signos gráficos de interludios o zonas de conflicto, acompañados por palabras como guerra, hambre, odio, melancolía, alegría, angustia, separación, dolor, refugio, enfermedad y pánico. Las tres últimas palabras en la segunda obra son: certainty (certeza), fate (destino) y POETRY (POESÍA).

Los mapas y las cartografías fueron herramientas de control territorial fundamentales para la expansión colonial de la civilización eurocéntrica, pero en la obra de Maiolino los Mapas Mentais tienen la vocación inversa: registran impermanencias de una existencia ambivalente, que no se deja resumir por el saber racionalista y tecnocrático. Contrariamente a una geografía de recursos y fronteras, estos mapas enuncian topologías afectivas e inconstancias del ser. Por eso, se expanden en múltiples iteraciones -como en las obras de la misma serie llamadas Scalea, Ano 1942 [Año 1942] y SOS no Trópico de Capricórnio [SOS en el trópico de Capricornio] (1973, 1973 y 1974, respectivamente)- y se comunican incluso con obras que no traen palabras ni signos cartográficos, pero que evocan territorialidades enrevesadas, como las esculturas Nove Segmentos [Nueve segmentos] (1998) y Sete Segmentos [Siete segmentos] (2004).

La extensión de la analogía territorial a obras que no parecen exactamente mapas nos hace prestar atención a la recurrencia de los signos gráficos que organizan la obra de Maiolino en diagramas ortogonales regulares, a la manera de sistemas de coordenadas y planos cuadriculados. Desde hace más de cinco décadas y de manera reiterada, las tramas reticuladas acogen y organizan una infinidad de comas, como lunas, y puntos, como agujeros, que se acumulan por la repetición del gesto. Se trata del embrión del dibujo y de la pintura maduros de la artista, que siguen floreciendo hasta el día de hoy. En una paradoja común en los procesos creativos, el control ofrece un espacio privilegiado para el azar. En Entre pausas (1982), de la serie Aleph, por ejemplo, una coma puntúa cada uno de los 1.092 módulos definidos por la grilla ortogonal. Todos menos uno. El cuadrado que permaneció en blanco es el punctum de la obra, aquello que nos atraviesa y confirma, a través de la contradicción, la monumentalidad del gesto repetido. En Dois movimentos [Dos movimientos], de la misma serie y año, también hay solo uno de los 1.042 cuadrados en el que, en vez de dos comas, hay una sola. Se trata, posiblemente, de un accidente fruto de la humanidad de la mano de la artista, que se manifiesta a pesar de su actitud serial. No obstante, Maiolino intuyó pronto la fuerza de ese error, y se dedicó a coreografiar los errores, los descontroles y casualidades de la tinta y de la mano.

Se conforma así un mapa de la vida a partir de errores y aciertos, o un diagrama de la existencia individual en medio de la comunidad. A lo largo del tiempo y de las vueltas de la espiral del arte-vida, esta especie de imagen arquetípica que equilibra la posición del punto dentro de la trama resurge una y otra vez.

Hay un montaje de más de una centena de manchas hechas con las Marcas da Gota [Marcas de la gota] (2002), así como hay una trama implícita en la performance instalación Entrevidas (1981), paseo que se hace en los intersticios del empedrado cubierto de huevos, los punto y coma primordiales de la naturaleza dispuestos sobre

innumerables microencrucijadas.

Hemos subrayado que el orden de la trama ortogonal es la constancia sobre la cual emerge la diferencia. Se instaura así, tanto en el ritmo del hacer como en el conjunto plástico-visual de la obra, un ir y venir entre cotidianidad y transformación. En este movimiento, la tendencia es la erosión tanto de la trama como del punto, que son incorporados por el ojo y por la mano de la artista y se diluyen, borrados, como la infraestructura implícita de la imagen.

La cuadrícula se desenreda, en tanto el punto-huevo-coma se expande.

Es lo que se ve en varias de las obras de las series Vestígios e

Indícios (ambas de los años 2000), de la serie Aguadas (desde la década de 1980) y de la serie Peculiaridades (década de 2010).

* Investigador y curador de la exposición, que previamente se llevó a cabo en el Instituto Tomie Ohtake, de San Pablo, Brasil. Fragmento del ensayo incluido en el libro catálogo que acompaña la muestra. La exhibición antológica “Schhhiii…”, de Anna Maria Maiolino, sigue en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415) hasta el 20 de febrero.

Itinerario de la artista

Anna Maria Maiolino nació en 1942 en Scalea, Italia. Migró con su familia a Bari y poco después a Venezuela, donde vivió su adolescencia y tuvo su primera formación artística en la Escuela Nacional Cristóbal Rojas. Se mudó luego a Rio de Janeiro, donde estableció diálogo con artistas de la generación que pasó a la historia como Nova Figuração, Opinião o Nova Objetividade Brasileira. Vivió algunos años en Nueva York y en Buenos Aires, y desde 2005 reside y trabaja en San Pablo.

“Schhhiii… “ es la primera exposición antológica de Anna Maria Maiolino en la Argentina. Reúne doscientas obras; es el resultado de tres años de investigación y está concebida como una espiral: no sigue una cronologia lineal, sino que atraviesa en distintos sentidos las etapas de su carrera y los soportes variados con los que trabajó, desde fines de los años setenta hasta la actualidad. También recupera momentos y acontecimientos significativos de la "vida-obra" de Maiolino, como ella misma denominó a su experiencia vital.