Se habla de George Harrison, de Frank Zappa, de Charly García. Y es cierto: Paul Higgs retiene algo de esa belleza tan setentosa. Está el bigote, está la complexión alargada. Están el cabello largo, el tiro alto y la predilección por las boinas y los colores estridentes. Están, incluso, las reflexiones afiladas sobre sus contemporáneos. Pero quizás las influencias de Paul Higgs, nacido en Montevideo y radicado en Buenos Aires desde 2019, estén en otro lado. Quizás sean las mismas que operan en todos nosotros: aquellas que el psicoanálisis –máxima tradición de la neurótica ciudad porteña– ha trabajado hasta el agotamiento.

Su padre, Lulo Higgs, viene de una familia inglesa de tradición burguesa y formó parte del power trío uruguayo Días de Blues. Su madre, Pola, creció en un entorno menos privilegiado, pero se formó como escribana, tuvo boutiques de ropa elegante y confeccionó uniformes para la intendencia de Maldonado. De él heredó la libertad creativa y la inquietud musical; de ella, la determinación para concretar lo que se propone.

"Mi viejo creó un mundo imaginario para sí mismo donde encontró diversión y libertad", dice Higgs sobre una serie de casetes descartados de su padre, aunque podría estar hablando de él mismo. En 2018, mientras trabajaba en un nuevo proyecto musical, Paul encontró unas cajas etiquetadas como "demos" de Lulo: siluetas de canciones que grabó en su cuarto durante la dictadura uruguaya. Al reproducirlas en un walkman, reconoció melodías de su infancia y descubrió muchas más, grabadas en distintos formatos. Las digitalizó, recopiló el archivo y lo convirtió en un proyecto de treinta piezas. Cuatro de esos temas terminaron en El misterio de Paul Higgs (2024), un disco difícil de clasificar.

Aunque los diez cortes se ubican casi siempre dentro del indie rock más porteño, las letras de Higgs y la producción de Leandro Lopatin (Turf, Poncho) no se privan de coquetear con cierta sensibilidad pop o incluso con el candombe uruguayo. Es la marca de un artista hiperkinético como Higgs, que a los 32 años ya publicó más de 18 trabajos de estudio y se define como "una Wikipedia andante" de la música. Junto a su banda Las Avispas, presenta ese disco este viernes 18/7 en Maquinal (Anchorena 364, CABA).

  • ¿Qué historias querés contar con este disco?
  • Una historia de fantasía urbana de canción ciudadana. La canción inventada en la ciudad me encanta. Desde que vivo en Buenos Aires he sido un adepto pleno a la vida citadina. Y dentro de esa vida tan diaria y tan normal, la creatividad y la fantasía acaban siendo la salvación para una realidad tan opresiva. Ni hablar del ambiente preponderante en términos económicos, políticos, globales. Eso es vox populi. Pero el simple trajín de la vida misma hace que la creatividad sea un bálsamo de Judea para la herida abierta de nuestra amada América latina y del planeta Tierra.

  • ¿Necesitás más fantasía en Buenos Aires que en Montevideo?
  • En Montevideo está el horizonte a metros, a cuadras o a un barrio de distancia, porque tenemos la rambla y el horizonte libre con un agua infinita, entonces nuestra condición de animales se conecta con la naturaleza, que es creatividad en sí misma. Más que en el acero citadino. La conexión con la naturaleza nos electrifica de manera esencial. En Buenos Aires nos electrificamos de manera concreta, neurótica.

  • Toda tu imagen remite a los '70 y otras décadas. ¿Sentís la necesidad de escapar de nuestra época?
  • Lo pienso mucho, especialmente en relación a la estética de las cosas y su belleza. Soy derivativo, soy derivado, soy hijo de una de esas figuras que, en las épocas de las que hablamos, se parecían a algo parecido a lo que yo me parezco ahora, ¿entendés? Mi viejo creció en los '50, tuvo su primera banda en Uruguay y después, bueno, los '70, '80, '‘90 y 2000, de manera estética, le pegaron del mismo modo que a George Harrison, que es otro cantante que me gusta mucho. Entonces, su influencia ha sido siempre tan benefactora en mi vida que nunca tuve la necesidad de rebelarme ante eso. Y sí, me gustan mucho las bandas de esa época. También las de ahora. La otra vez, haciendo una mudanza, encontré un papel con una especie de dedicatoria muy interesante: decía que es importante escuchar música de ahora porque intenta solucionar problemas de ahora. Yo soy un historiador amateur o Wikipedia andante de la música de las épocas que no viví, porque me permiten utilizar la imaginación y la creatividad. Es mi juego favorito, que me permite habitar un espacio que nunca voy a conocer más que en mi imaginación. Y es muy lindo estar dentro de la imaginación.

  • Me refiero también a tu ropa y tu modo de presentarte ante el mundo.
  • La ropa que me pongo no es necesariamente un modo de escapar de esta época, sino un modo de hacerle frente con conciencia. Lucir algo o vestirse con conciencia es una armadura, un escudo, un símbolo. Y al mismo tiempo es simplemente una combinación de colores que masajea mis córneas.

Paul Higgs en el Quilmes Rock | Foto: Alejandra Morasano


  • Suponiendo que estás de acuerdo con la dedicatoria que encontraste, ¿qué problemas de esta época quiere "solucionar" tu música?
  • Creo, por ahora, estar de acuerdo con esa dedicatoria. En mi música definitivamente hay una visión tragicómica que refleja la posible relación entre las almas y la tercera dimensión, que trata de ser un antídoto para los tiempos que corren. En términos abstractos y muy amplios, no es una ecuación que tenga como resultado la cara de Dios ni nada tan sacro. Al mismo tiempo, hay tanta música de ahora y de antes que no soluciona ningún problema. Y creo que hay mucha música que causa el problema.

  • ¿Por ejemplo?
  • Creo que una cosa que no hace a una cultura fuerte y funciona en detrimento de que exista un crisol de opciones para que las personas escuchen música de manera abarcativa y estimulante es la homogeneización. La homogeneización de una estética, de un sonido, de una moda. Dentro de la tan tentadora posibilidad de subirse a un tren, que está bien porque no todo el mundo tiene por qué rebelarse y buscar la autenticidad, yo creo que esa luz que hace que nosotras, las polillas, nos peguemos a un solo foco, es algo de lo que trato de escapar. Incluso aunque quiera estar en contacto con cualquier cosa actual.

  • ¿Ese faro homogeneizante sigue siendo el trap? ¿O no pasa tanto por ahí?
  • Para nada. Eso pasa hasta en los ámbitos underground. De todos modos, el trap o la ya adolescente música urbana son el ejemplo masivo y global más reciente. Lo que ahora está sucediendo, desde mi perspectiva, es una latinización de la música en pos de su rédito económico, viste. Insisto: hay una parte que es fenomenal, porque en la sangre y el corazón de la música hay mucho que es latino. Pero hay algo ahí que miro con recelo.

Foto: gentileza de prensa de Paul Higgs


  • Una fetichización de lo latino.
  • Absolutamente. Hasta los latinos de acá se han latinizado en demasía en pos de encontrar esa sensación. Está bien, después, obviamente, es fantástico que nuestra gente acceda a las altas esferas para hacerlas colapsar desde dentro. Si fuese conspiranoico diría algo así. Pero es buenísimo y voto a favor. Aunque no dejo de ver esa característica tan curiosa que sucede.

  • Tenés más de 18 discos entre tu carrera solista y tus bandas, y además producís a otros artistas. ¿Nunca sentís la necesidad de parar?
  • El otro día pensaba: más allá de los propios, ¿cuántos discos afecté? Son muchos, muchos, muchos en poco tiempo. Soy muy sociable, tengo muchos amigos y he hecho mucho trabajo, que creo que entre músicos se entiende. Uno tiene que devolverle al universo lo que el universo le ha dado. Llevo eso como máxima. Entonces, a pesar de hacer mis discos y demás, cuando tengo que hacer un álbum entero para otra gente, lo hago con mucho gusto. Es el trabajo de mis sueños, son discos que hago porque me parece importante que existan. Y de los propios lo mismo: todo el amor que me dieron ha sido amplificado y profesionalizado con mucha disciplina en pos de la eficacia y optimización de las grabaciones. Ahora, ¿parar? En realidad creo que tengo una gran proporción de déficit atencional, nunca diagnosticado por un psicólogo, pero te lo aseguro. Entonces, me doy cuenta de que el rato efectivo de trabajo dentro de mi día es mucho menor al rato de la nada misma o de hacer otras cosas. Paso miles de horas más cocinando, yendo a buscar no sé qué, que los 15 minutos donde procrastiné y procrastiné pero me senté e imprimí, viste. Creo que ahí está el truco de mi prolificidad.

  • Última pregunta: ¿quién es Paul Higgs?
  • Soy un soldado del corazón. Definitivamente. Soy un soldado del corazón para afrontar a las fuerzas del mal. Dalo por hecho.



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