En el marco de la celebración de su vigésimo primer aniversario, el Malba reúne la colección propia del museo y la particular de su mentor, el coleccionista Eduardo F. Costantini, para brindar la exposición "Tercer Ojo". Tomando como leitmotiv el cuadro homónimo de Frida Kahlo, la existencia y la clarividencia de la artista mexicana se presenta como paradigmática y se despliega en diversos slogans que actúan como núcleos organizadores de la exhibición.

Gran parte de la muestra resulta particularmente atractiva para la comunidad LGTBIQ. Así, en “Habitantes” y “Transformar la realidad” ¿cómo no deleitarse estética, erótica y políticamente con las y los trabajadores que sueñan con la revolución redentora propios de Cándido Portinari, Antonio Berni, Alipio Jaramillo, José Clemente Orozco, y Pedro Figari o las y los marginales de raíces africanas y mestizas y labios sensuales que festejan y asisten a bailes de Emiliano de las pinturas de Emiliano Di Cavalcanti y Diego Rivera?

Pero es particularmente en el conjunto de obras artísticas exhibidas bajo el título “Transformar el cuerpo” donde encuentran su territorio la comunidad LGTBIQ. En efecto, el núcleo constituye una ejemplar reflexión sobre el deseo y la concupiscencia de aquellas identidades a las cuales tradicionalmente las sociedades heteronormativas y patriarcales quisieron vedarle el derecho al placer: gays, lesbianas, mujeres, trans, travestis, prostitutas y cuerpos no hegemónicos, entre otras.

Las dos Fridas, de

En principio, “Transformar el cuerpo” pone en escena diversas formas de entender la corporalidad y el disfrute de la carne empezando por los pioneros latinoamericanos. Así, tempranamente a mediados de la década de 1910, en pinturas tales como “La del abanico”, Emilio Pettoruti compone figuraciones sintéticas y simbólicas que denuncian la concepción del cuerpo femenino caracterizada por la docilidad o el Spilimbergo de “Terrazas” sitúa a madonas italianas desnudas en espacios públicos, inestables o atmósferas inquietantes que se rebelan contra el rol tradicional de la mujer.

Pero, esta primera parte del recorrido se centra en artistas como Aída Carballo o Nélida Demichelis. En las pinturas de la primera, la fantasía erótica y la locura irrumpen como único refugio y escape de las féminas. A su vez, la segunda combina un sugestivo universo pleno de sororidad y armonía: ninfas, animales y plantas exuberantes. Como coronación se exhiben fotografías de la icónica Annemarie Heinrich (1912-2005) en los cuales el cuerpo desnudo femenino -como el de la actriz argentina Tilda Thamar- se presenta sin culpas ni avergonzamientos.

“El arte es largo, la vida es corta”

La frase premonitoria pertenece a quien fuera descripto alguna vez como “uno de los secretos mejor guardados de la cultura uruguaya”: Carlos Federico Sáez (1878-1901). El pintor y artista de vida breve y luminosa es rescatado en una sala que hace particular hincapié en esas identidades alternativas a la hetenormatividad. Frecuentemente el joven dibujó a sus afectos, sus amores y los personajes que lo erotizaban. Pequeños detalles o un prenda de ropa -una barba profusa, ponchos, chales o la mantilla roja con que adornó el retrato de su hermana- le sirven para mostrar los artificios del género y el deseo. A su vez, consciente del carácter performativo del género utilizó a la fotografía como un medio para comunicar su identidad. Alentado por Juan Manuel Blanes huyó por un tiempo al ambiente bohemio de la Roma finisecular donde era frecuente que grupos de artistas se travistieran o asumieran identidades múltiples y poliamorosas. Exhibidas en una vitrina, las fotos de Sáez disfrazado de Baco, el dios del vino y de los placeres del mundo flotante o travestido como la afamada actriz francesa Sarah Bernahrdt testimonian ese contexto celebratorio.

 “Batato” de Marcia Schvartz 

Como destino asignado a aquellos espíritus libres, Sáez murió a los veintitrés años víctima de tuberculosis, la enfermedad paradigmática decimonónica. En esa línea, pinturas como “Batato” de Marcia Schvartz reivindican en la figura del genial artista y performer Batato Barea a esos pioneros de las luchas por las libertades sexuales y de las identidades no binarias en años en que paradójicamente, la expansión del Sida produce estragos y una sensación de fin del mundo de la comunidad LGTBIQ. Por eso, en ese marco, no podían faltar aquella obra paradigmática que reivindican el orgullo de ser trans, marica, lesbiana y sidosa como es “Las dos Fridas” de Las Yeguas del Apocalipsis.

El deseo y la necesidad redentora de ser otra/o en las sociedades patriarcales, capitalistas y heteronormativas y escapar de los criterios de la belleza corporal hegemónica, se ha traducido en esos personajes ejemplares que, como Pedro Lemebel y Francisco Casas, reivindican una figura animal. El zoomorfismo se refleja también en la serie Monstruos, de Jorge de la Vega, en E.T.A., de Liliana Maresca, y en los dibujos de Emilio Renart: la transformación del cuerpo está asociada a lo monstruoso y lo híbrido presente en las nuevas figuraciones latinoamericanas de los años 60 a lo Berni.

El cuerpo es abordado también desde el trabajo sexual, a través de, por ejemplo, la obra de Liliana Maresca o el célebre personaje de Ramona Montiel de Antonio Berni: las existencias de las prostitutas funcionan como un modelo de resistencia frente a los intentos de regulación del cuerpo de las mujeres y como una invitación a problematizar la exclusión social.

A su vez y en relación con las identidades queer, también ocupan su lugar en esta exposición perspectivas interespecistas como la notables “La mañana verde” de Wildredo Lam. Desde un sincretismo vegetal-animal-Humano, la pintura presenta una figura femenina que parece embarazada y tiene alas. Sobre su cabeza y junto a su cabeza, otras cabezas, ojos redondos, abiertos, máscaras con un fondo verde y selvático de cañas altas.

En el conjunto global trasunta la idea de metamorfosis, de devenir otra… Ser trans, transformar el cuerpo de hegemónico en abyecto como condición para cambiar el corazón y el mundo. Devenir orgullosamente enferma y no binaria, con Frida como bandera, como mecanismo para escapar a los mecanismos políticos opresivos y regulatorios de clase, de sexo y de género. 

"Tercer ojo". Colección Costantini en Malba. Museo Argentino de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. Av. Figueroa Alcorta 3415.