“Hay absoluta belleza y hay absoluto dolor. Quiero que cada canción esté en medio de todo eso”. A mediados del año pasado, la cantautora folk Joan Shelley editó su séptimo álbum, The Spur, un trabajo que de manera sorpresiva se metió en la cima de las listas de los mejores discos del año tras una década en que la cantautora se ocupó de pulir su arte a un ritmo tan prolífico como paciente. Asentada en una granja en su Kentucky natal junto a su compañero, el guitarrista Nathan Salsburg, y su primera hija, nacida durante la pandemia, Joan supo conjurar sus nuevas canciones entre las rutinas de campo, su embarazo, la composición junto a cantautoras amigas vía Zoom, el activismo político frente al conservadurismo de uno de los estados más reaccionarios de su país y una meta clara: ir al hueso de todas esas sensaciones. “Hasta ahora había construido mis letras borroneando conceptos, abordándolos como de costado”, contó en una entrevista reciente. “La decisión de tratar cada tema de frente, sin esconder emociones en caso de que alguien se asuste, resultó un gran alivio. Y fue muy divertido también”.

“¿Estoy perdiendo la cordura?”, es lo primero que se la escucha cantar, con voz dulce y calma, en “Forever Blues”, el tema que abre el disco. De allí en más, entre melodías acústicas heredadas del folk y arreglos que erosionan suavemente las barreras del género, Joan despliega una a una sus armas con letras que reflejan ese torbellino de sensaciones encontradas en el alud de interminables malas noticias, la división social y su flamante vida en pareja en ese contexto. “Bailemos como drogados/ y veamos los buenos tiempos desvanecerse/ hasta que el mundo se vuelva borroso”, canta en el tema que da nombre al disco, para luego despacharse con una canción romántica de ritmo contagioso, “Like The Thunder”, e inmediatamente después dar vuelta todo: “Sabés que canto sobre amor/ porque es lo que menos te asusta”.

Nacida en Louisville, Kentucky, en 1985, Shelley estudió antropología en la Universidad de Athens, Georgia, una decisión motivada por su deseo de conocer de cerca la escena de la ciudad que tenía a REM como máximos referentes. Muy pronto, a la par de su carrera académica, comenzó a tocar en bares y cafés una serie de canciones que venía escribiendo desde muy joven, y en 2005, de regreso en Louisville, comenzó a frecuentar la escena de cantautores de su ciudad. Allí trabó amistad con Will Oldham, quien pronto la invitó a abrir sus shows, y en 2012 llegó su álbum debut, Ginko. Ese mismo año conoció a Salsburg, archivista de vinilos antiguos y guitarrista compositor de discos ambient. Pronto comenzaron a salir y a compartir escenarios, tocando juntos en una cruza de música acústica con suaves texturas de guitarras extrañas, y desde entonces no se separarían: “Una vez que descubrí la manera en que sonábamos juntos supe que desde entonces ese sería mi sonido. ‘De ahora en más somos Joan Shelley’, le dije, y estuvo de acuerdo”, contó ella entre risas.

Su disco anterior, Like The River Loves The Sea (2019), producido por Jeff Tweedy y grabado en Islandia, fue el trabajo con el que comenzó a hacer ruido en la siempre fecunda escena de country y folk de su país. “Tanto los consejos de Jeff como esa perspectiva junto a músicos de otra cultura resultaron una renovación esencial en mi música”, contó Joan. The Spur, por su parte, contó con la producción del británico James Elkington, quien además aportó mínimos y precisos arreglos de cuerdas y breves secciones de vientos como en la ofrenda a Leonard Cohen “When The Light Is Dying”. El disco a su vez cuenta con la participación de la cantautora folk Meg Baird, el baterista Spencer Tweedy (hijo de Jeff), el escritor Max Porter y el cantautor Bill Callahan, cuyo disco Ytilaer, también de 2022, lo volvió a confirmar como una de las voces artísticas más sustanciales de norteamérica, algo que viene sucediendo de manera sostenida desde hace tres décadas. “Cuando no conocés a Bill puede parecerte algo así como un superhumano”, contó Joan. “Tiene esa voz grande que incluso en sus momentos de humor suena casi mítica, pero resultó muy fácil y agradable trabajar con él”. Callahan, por su parte, dijo de ella: “Sus canciones son fascinantes. No tienen la pretensión de aparentar algo que no son, y eso me atrae mucho. Es una cualidad poco común”.

La decisión de Shelley de instalarse junto a Salsburg en la engañosa calma de una granja tras su temporada en Islandia tuvo su primer golpe a unos pocos kilómetros de su hogar en marzo de 2020, con el asesinato por parte de la policía de Breonna Taylor, una joven de 26 años de edad. Un violento episodio que desató protestas masivas contra el abuso policial a las que se sumaron la cantautora y su compañero. “Siento como si hubiera atravesado todo un ciclo de amor-odio con este lugar en los últimos dos años”, contó Joan. “En un país que no madura en muchos aspectos en que otros países avanzaron, los gobernantes de Kentucky son fieles representantes de eso, y el asesinato de Breonna fue el sórdido primer recordatorio de que no estábamos viviendo una apacible historia de vida en el campo”.

En ese contexto, The Spur resuena como el trabajo de una artista que no esquiva la incertidumbre sino que la enfrenta con intervenciones afiladas entre melodías de belleza conmovedora. Shelley menciona como máxima influencia a un grupo de cantautoras de Louisville con las que se mantuvo en contacto durante la pandemia a través de reuniones por Zoom, compartiendo producciones e intercambiando sugerencias y aliento. “Nunca antes había escrito canciones de manera tan colaborativa como en este disco”, señaló en una entrevista reciente. “No hay nada hoy en día que me entusiasme más. La alegría de encontrar esa unión a través de la música es lo único más fuerte que las sensaciones que pueda tener acerca de la enfermedad en nuestra sociedad. Y todo ese espíritu de camaradería me alienta a creer que, por mucho que falte, todavía hay esperanza”.