Las artes visuales, la música y la performance configuran el territorio de trabajo de la joven mendocina Valentina Quintero -también conocida como Valentine- quien está presentando su primera exhibición individual llamada Templo II, curada por Alberto Passolini. La muestra puede visitarse hasta el día 5 de febrero con cita previa, en la galería Valeries factory, actualmente en la calle Esmeralda 980 del microcentro porteño. Cruzando las fronteras de las disciplinas artísticas Valentina profundiza en una línea de trabajo que se interroga por las relaciones entre la mirada y la escena, la historia del arte y el género, el despojamiento y la vulnerabilidad que marcan la existencia social del cuerpo trans. 

Templo 2 es la continuidad de otra performance que se llamó Templo que realizaste en Mendoza en 2017. En esa ocasión ya habías puesto en juego el cuerpo y una acción que depende de la duración en el tiempo. ¿Cómo pensás el vínculo entre ambos episodios?

Valentina Quintero: Tenía 20 años y en ese momento, mi relación con mi cuerpo era la del cuerpo de un chongo gay, blanco, alto y hegemónico. Ahí yo me pregunto a mi misma si ese cuerpo era cis género o no. Mis amigas travas me dirían que nunca lo fue. En el medio de Templo I y II yo empecé una transición de ese cuerpo gay blanco a una trans femineidad. En la performance de 2017 estaba siendo modificada por una prótesis de vinilo negro con protuberancias en la panza, una gran vagina y un gran culo en alusión a la morfología de la Venus de Willendorf, una figura que era utilizada en rituales para la fertilidad, la buena caza y la abundancia. Esta es una figura que retomó en Templo II en las fotografías, con las modificaciones del cuerpo. Esas prótesis se convirtieron en mis propias curvas fruto de tomar estrógenos. Fue un anticipo. En Templo II, el tiempo es estático, soy la figura de una diosa, reinterpreto la primera travesti del arte occidental, la Hermafrodita Durmiente. En Templo I, hacía pasos que invocaban al infinito, fue un ritual que homenajea a mi madre, que murió en 2016 de cáncer. Con la intensidad de querer que su cuerpo sea infinito. Pensar en ella desde lo sagrado.

En esta acción se establece una relación con lo sagrado, con un recinto particular que se encuentra demarcado, un espacio discontinuo en comparación con la lógica de la vida cotidiana. ¿De qué modo te parece que actúa esta idea de lo sagrado, ese ámbito separado de los intercambios diarios, en tu trabajo?

-La idea de lo sagrado es desde el lado del ícono, de las imágenes que sintetizan sobre lo histórico, lo popular de una manera encriptada. Como en la música pop, como lo toma Lady Gaga por ejemplo, para mí la artista de este siglo. Yo también soy una popstar. Construyo la obra desde una ficción. Lo sagrado actúa en el sentido de que me interesan las imágenes que disparan a momentos históricos y sensibles, hitos culturales, momentos trascendentales. De la fuerza de la devoción, como en una iglesia evangélica o en un recital de Gaga. Me interesa cuando el arte se convierte en un fenómeno espectacular. Una vez monté una alfombra roja en la entrada del Museo de Arte Moderno de Mendoza. O sea, probablemente nunca esté vinculada con lo cotidiano, la cotidianeidad tiene su propia belleza. El arte se encarga de otros asuntos.

El cuerpo yacente, tendido en una aparente inmovilidad, es uno de los elementos centrales en Templo II. Al entrar en la sala ese cuerpo puede verse en un escorzo, imagen que nos recuerda iconografías tan emblemáticas como la fotografía del cuerpo del Che Guevara o el cuerpo de Cristo en la representación de Andrea Mantegna. ¿Imaginás un vínculo en tu performance con esas iconografías?

-Si, probablemente por lo emblemático. Esta performance es una reinterpretación de la escultura de Hermafrodito Durmiente, que está en el Louvre y en el Museo del Prado. En la performance recreo la posición exacta del cuerpo en la escultura durante 3 horas, desnuda. Mostrando las tetas y los genitales de la misma manera. Estoy reposando sobre un camastro que fue pensando en la base que tiene la escultura original. Pienso en estas asociaciones que mencionás, que son imágenes que condensan la manera en cómo pesan política y religiosamente esos cuerpos. Cuando realice la perfo, me di cuenta de la presencia de algunas personas que quiero que eran parte del público y como yo al no poder realizar ninguna acción más que la pautada por la performance, estas personas no se acercaban, como si fuera la escena de una difunta. También escuché a una señora preguntar: ¿Pero es hombre o es mujer?

Tanto las fotografías como la performance ponen en escena un cuerpo, tu cuerpo, desnudo. El cuerpo desnudo puede pensarse como despojado, desprendido de ciertos atributos sociales que se presentan a les otres en la ropa. A su vez es un cuerpo vulnerable, dado a la mirada, más indefenso. ¿Cómo ves esa relación entre el despojamiento y la vulnerabilidad del cuerpo desnudo en esta acción?

-Me resulta muy interesante el despojamiento y la vulnerabilidad como dos caras de una misma cosa, amiga. Siento que es una sensación permanente en la vida de una travesti además, cuando una se tiene que despojar y transitar la calle... Me interesaba poner en juego al espectador con la desnudez y analizar cómo son codificadas las distintas partes del cuerpo. También retroceder en el tiempo y caprichosamente modificar el canon clásico en estas obras reinterpretadas con el desnudo y la modificación de las prótesis. La potencia de la pose, de las fuerzas internas y como eso modifica la masa corporal, como cuando una caderea tanto que las caderas se sueltan, o modifica su forma de caminar, o la deja de ocultar al transicionar.

Finalmente, en las fotografías ese cuerpo desnudo exhibe ciertas adiciones, formas blandas que alteran los rasgos y se confunden con la piel. ¿Te parece posible ver en tu trabajo un extravío de la forma propia, un modo de perder una forma estable?

-Sí. Quería modificar mi cuerpo con prótesis, como las modificaciones de Orlan o Marilyn Manson. Quería pensar mi cuerpo como algo más maleable y modificable, al menos en esa utopía. Me interesa preponderar la forma y así sacarle el eje a la genitalidad y a miles de códigos que condicionan las lecturas de nuestros cuerpos. Sí, las mujeres tenemos pito. Que el cuerpo pierda las formas adquiridas. Todo el tiempo nos hacemos sufrir adaptaciones frente a la exigencia de un sistema que nos sigue pidiendo un canon, vivimos una medicina que nos hormoniza a las personas trans desde un canon occidental milenario, que quiere cuerpos "sanos", flacos, blancos y erguidos. Creo mucho que desde las imágenes se puede repensar siempre la forma en que queremos rediseñar nuestros cuerpos. 

 

Templo II

Texto: Alberto Passolini

El lugar sagrado atraerá, mediante caprichosos imanes, los sucesos que darán pie a que se convierta en un centro de peregrinación.

Luego le construiremos un templo. Y si el culto al que consagraremos este edificio prospera, impondremos nuevos templos dignos de veneración y respeto, pero ya serán decisiones que, quizás, esos nuevos lugares no compartan.

Guardaremos en el cielo, ese no lugar, todo lo que dé sentido a nuestros templos.

El oro será nuestro aliado para representar, con su luz inmaterial, esa vieja idea que es el firmamento.

Enseñaremos, entonces, que el oro es sobrenatural y la tierra su opuesto.

Valentina Quintero dice “Templo II” y entendemos que hubo un Templo anterior.

Pero ella no nos habla de edificios sagrados, sino de un medio de locomoción traccionado por la historia del arte occidental en el que ella se desplaza.

Así, con su primer Templo (Mendoza - 2016), una Venus prehistórica fue la referencia con la que dio inicio a esta saga áurea y terrenal.

Dice Templo II, decíamos, y despliega frente a un fondo dorado brillante su referencia a la escultura “Hermafrodita Durmiente”. Mejor dicho: a varias esculturas tituladas Hermafrodita Durmiente. Desde la que está actualmente en el Louvre, que reposa sobre un colchón esculpido siglos después por Bernini, pasando por la que está en el Prado (encargada por Velázquez), por las múltiples versiones que se hicieron en la Roma Imperial, hasta la copia adquirida por Yves Saint Laurent en el siglo pasado.

Con la elección de esa obra como propulsora de su performance duracional, nos traslada a un larguísimo paréntesis de mil años, cuando Europa hizo la transición de una cultura pagana hacia otra cristiana.

En su hacer, Valentina nos muestra un punto de partida y otro de llegada. El primero en la Edad Antigua, cuando en Grecia y en Roma indagaron sobre la forma en que nuestros cuerpos se mueven en el espacio. El segundo, en la Edad Media, donde la representación del cuerpo humano se definía a través de figuras estáticas y planas que se plasmaban sobre fondos dorados, funcionando simbólicamente para describir el imperio celestial, sin referencia espacial.

Valentina Quintero, comandando su Templo II, no solo nos hace sospechar que la historia del arte funciona al revés de lo que algunos creíamos, donde lo contemporáneo dependería de lo que entendiésemos del pasado.

 

En un sentido más general, nos deja en claro que lo que comprendamos de cualquier pasado, dependerá de lo que sea urgente en el presente.