¿Qué tiene Sin novedad en el frente que no tenga Argentina, 1985? ¿Por qué la película alemana que compite con la realización de Santiago Mitre en la categoría Mejor Film Internacional cosechó además otras ocho candidaturas, incluyendo la categoría principal, a la Mejor Película, en igualdad de condiciones con Avatar: el camino del agua, Top Gun: Maverick y Los Fabelman? Pasaron ya casi dos semanas desde que la Academia de Hollywood anunció sus nominaciones y los analistas de Hollywood se siguen rascando la cabeza en busca de alguna explicación que vaya más allá del habitual lobby de Netflix, su productora mayoritaria y la plataforma que la enarbola en su portada desde fines de octubre pasado. Esto después de su desvaído estreno mundial en el Festival de Toronto, donde no ganó el premio del público, como suele suceder con las grandes aspirantes al Oscar que se lanzan en la muestra canadiense.
De hecho, hasta que el 25 de enero el mundo del espectáculo se desayunó con la noticia de las nueve candidaturas para Sin novedad en el frente, nadie apostaba demasiado por la película dirigida por el alemán Edward Berger más allá de la categoría en la que concursa con Argentina, 1985. Empezando por la crítica alemana, que se ensañó particularmente con Im Westen nichts Neues.
Allí en todo caso tienen una razón de fondo para ese pelotón de fusilamiento al que fue sometida la película. Y ese motivo de indignación tiene nombre y apellido: se llama Erich-Maria Remarque. El autor alemán (1898-1970) es un escritor canónico en su país y su novela de inspiración autobiográfica, la más famosa de su obra, publicada originalmente en 1929, es considerada “una obra de arte perfecta y, al mismo tiempo, de una verdad indudable”, según dictaminó ya entonces su colega austríaco Stefan Zweig. El fuerte espíritu antibélico de la novela, que narra la ordalía del soldado Paul Bäumer en las sangrientas trincheras de la Primera Guerra Mundial, le ganó inmediatamente el ataque de los nacionalsocialistas, que ya entonces estaban pensando en cómo iniciar la Segunda.
Los nazis no tardaron en difamar a Remarque, al poner en duda de que hubiera participado como soldado en la guerra, y luego directamente mandaron ejemplares del libro a las piras purificadoras de la “Acción contra el espíritu antialemán”, que con sus llamas iluminaron regularmente la Plaza de la Opera de Berlín entre marzo y octubre de 1933. Terminada la guerra, Remarque –que pasó su exilio en California, donde cultivó la amistad de otros alemanes errantes, como Bertolt Brecht y Marlene Dietrich (con quien tuvo bastante más que una amistad)- fue reivindicado con honores y hasta el día de hoy su novela integra la bibliografía obligatoria en muchas escuelas de Alemania.
Olvidada fuera de su país, la novela sin embargo está bien fresca para los críticos alemanes, o la releyeron para escribir sus ácidas reseñas de la superproducción de Netflix. Para el crítico Hubert Wetzel, del Süddeutsche Zeitung de Munich, uno de los periódicos más influyentes del país, “ningún libro es tan bueno como para que no puedas convertirlo en una película horrible”. El crítico le cuestiona a la película nuevas subtramas, personajes centrales ausentes e historias de fondo añadidas. Y llega a preguntarse “si el director Berger habrá leído la novela de Remarque”.
Para Wetzel, hasta el título de la película habría perdido su significado. De acuerdo con su estilo narrativo poco sentimental –señala el crítico del Süddeutsche Zeitung- la novela termina con un lacónico epílogo que da cuenta del fallecimiento del narrador Paul Bäumer. “Cayó en octubre de 1918, en un día tan calmo y tranquilo en el frente que el informe del ejército se limitó a una única frase: sin novedad en el frente occidental”.
A esta altura, cuando se supone que la mayoría de los abonados a Netflix ya vieron la película (y si no lo hicieron no lean el resto de esta oración), nadie debería ofenderse si se revela que, por el contrario, el protagonista de la película, interpretado por el actor austriaco Felix Kammerer, muere en una brutal escena de combate cuerpo a cuerpo, durante una carga de infantería suicida y final, plena de sonido y de furia.
“La trama interna, el cerebro de la historia, han sido eliminados por Edward Berger y sus guionistas y reemplazados por un programa de computación de Hollywood”, fustigó a su vez el señero periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung. Si el Bäumer de Remarque era un “narrador reflexivo” que gradualmente despertaba a la crueldad y la futilidad de la guerra, el héroe de Berger es “un simplón, un tonto, que nunca termina de darse cuenta de lo que está sucediendo en los campos de batalla de Flandes”.
Hasta el tabloide sensacionalista Bild –una suerte de Crónica en la lengua de Goethe, el periódico de mayor tirada en Alemania- le pegó a la película con un hacha. “Hay buenas adaptaciones literarias y hay malas, y luego está Sin novedad en el frente, del director Edward Berger”, escribió el crítico del Bild. “Su versión del clásico de Erich-Maria Remarque es una pieza de descaro indescriptible. Se necesita una porción considerable de ignorancia, falta de respeto y lujuria por los Oscar para arruinar una obra maestra de esa manera, para pulverizar su contenido e historia tan despiadadamente”.
Intrigado por la animadversión de la crítica alemana con la película, el corresponsal en Berlín del periódico británico The Guardian, Philip Oltermann, escuchó a su vez a un historiador, que no fue más benévolo. Sönke Neitzel, profesor de Historia Militar en la Universidad de Potsdam, dijo que las brutales escenas de batalla eran, obviamente, más precisas que las representadas en las dos versiones cinematográficas anteriores de la novela, dirigidas respectivamente por Lewis Milestone (en 1930, año en que ganó el Oscar al mejor film) y Delbert Mann (1979), ambas producidas en Hollywood y habladas en inglés. Pero agregó que la película alemana finalmente recurre a clichés.
En la película de Berger, un general alemán lanza al batallón de Bäumer a un contraataque final pocos minutos antes del armisticio del 11 de noviembre de 1918. "Por supuesto que eso es una caricatura”, dijo Neitzel. “Es la vieja historia de generales malvados y pobres soldados sacrificados como carne de cañón. Considero que eso es una tontería”. El fusilamiento de soldados para evitar su deserción, como se muestra en la película de Netflix, habría encajado mejor en una película sobre la Segunda Guerra Mundial, señaló. “Sabemos que sólo 48 soldados fueron ejecutados en la Primera Guerra, y en cambio fueron fusilados 20.000 en la Segunda Guerra Mundial”. Y añadió: “Los historiadores investigamos estas cosas y tratamos de enfatizar en la complejidad de lo sucedido, y luego vienen películas que muestran todo sin matices, en blanco y negro”.
Lejos del conocimiento específico de la novela de Remarque y de los detalles de las circunstancias históricas, las opiniones profesionales sobre la película de Netflix no fueron crueles, pero tampoco entusiastas. Para el crítico Owen Gleiberman, del portal Variety –la Biblia del Espectáculo según Hollywood- Sin novedad en el frente es una película “tan competente como aburrida. La remake alemana de Edward Berger está hecha en modo estándar, sin un estilo especial, y no dice nada nuevo”. Y añade: “El director ni siquiera comienza a rozar el nivel de imaginación que nos atrapó en el cine de guerra de Spielberg, Kubrick, Coppola, Stone y Klimov”. Y aquí nomás, en Página/12, Diego Brodersen, escribió que “esta nueva Sin novedad en el frente no quedará en la historia grande del cine”.
Los casi diez mil socios de la Academia de Hollywood, sin embargo, no parecen pensar lo mismo. No es frecuente que una película hablada en un idioma diferente al inglés acumule nueve candidaturas, aunque la internacionalización del Oscar, que en los últimos años sumó votantes de los más diversos orígenes (entre ellos varios argentinos) ha cambiado bastante la situación.
Los casos más recientes son los de la mexicana Roma (2018), de Alfonso Cuarón, también producida por Netflix, con diez nominaciones (ganó el Oscar al mejor film en idioma extranjero, pero no le alcanzó para el premio principal) y la coreana Parasite (2019), con seis candidaturas, de las cuales se llevó cuatro, entre ellas el primer doblete en la historia del Oscar, sumando al premio al Mejor Film Internacional (como se llama ahora) el premio mayor a la Mejor Película del año, a secas. Hizo historia: por primera vez desde la creación del premio una película de habla no inglesa ganaba la estatuilla principal. ¿Podrá repetir la hazaña Sin novedad en el frente? Es improbable, pero no imposible.
Curiosamente, el año en que ganó Parasite quedó postergada 1917, la película de Sam Mendes que parecía la favorita y que también narra, como Sin novedad en el frente, los padecimientos de un joven soldado (en este caso británico) en el escenario de la Primera Guerra Mundial. La película alemana aspira a una espectacularidad similar a la que movía 1917, pero con un contexto circunstancial que la favorecería: más de un analista de Hollywood ha mencionado el eco que tendría la guerra en Ucrania en la atención que está teniendo Sin novedad en el frente.
Eso sin embargo es especulación pura y dura: parece discutible que fotógrafos, sonidistas, maquilladores, diseñadores de producción o técnicos en efectos especiales (que son quienes votaron en sus respectivos rubros para llegar a estas candidaturas de la película alemana) estén tan pendientes de una guerra que ya ha sido tristemente naturalizada y que parece pelearse tan lejos de donde viven y trabajan.
En todo caso, lo que indica ese alud de nominaciones (que incluye también mejor música y guion adaptado, algo que a los críticos alemanes seguramente les pone los pelos de punta) es que la película ha sido muy vista entre la masa de votantes y está -al menos por su factura técnica- muy bien considerada, lo que le pone las cosas difíciles a Argentina, 1985 en el único rubro en el que compite.
Aunque en esa misma categoría, la película protagonizada por Ricardo Darín ya le ganó a Sin novedad en el frente en los Globos de Oro. Habrá que esperar entonces hasta el domingo 12 de marzo. Y para matizar esa espera se pueden ver o volver a ver La patrulla infernal (1957, de Stanley Kubrick), Por la patria (1964, de Joseph Losey) o Caballo de guerra (2011, de Steven Spielberg), tres películas sobre la Primera Guerra Mundial que son auténticamente antibélicas y que ayudan a ver la fugaz actualidad con una mejor perspectiva.