La investigación del Congreso por el presunto complot entre la campaña presidencial de Donald Trump y el gobierno ruso alcanzó ayer al círculo más íntimo del mandatario, cuando su yerno y uno de sus principales asesores, Jared Kushner, declaró ante la Comisión de Inteligencia en el Senado y desmintió haber “conspirado” con el Kremlin o haber “financiado sus actividades empresariales” con fondos de ese país. Pero reconoció haber mantenido cuatro contactos con Moscú. 

“No cometí actos de conspiración con Rusia, ni sé de nadie más en la campaña que lo hiciera. No mantuve contactos inapropiados. No dependí de fondos rusos para financiar mis actividades empresariales, y fui totalmente transparente al proporcionar la información solicitada”, aseguró Kushner ante la comisión del Senado, según una declaración escrita que difundió la Casa Blanca y que representa una versión abreviada de lo que dijo frente a los legisladores. 

“Los documentos que les proporciono demostrarán que tuve, quizá, cuatro contactos con representantes rusos dentro de los miles que sostuve durante la campaña y la transición, de los cuales ninguno tuvo un impacto en las elecciones y ninguno fue particularmente memorable”, agregó el esposo de Ivanka Trump, la hija del mandatario y su actual asesora, y el primer miembro del círculo íntimo del presidente que declara formalmente sobre el escándalo con Rusia. “Todas mis acciones fueron correctas y ocurrieron dentro del transcurso normal de los acontecimientos de una campaña electoral muy singular”, dijo Kushner en Washington ante periodistas.

Desde el primer día, el gobierno de Trump está teñido por las denuncias y rumores sobre presuntos vínculos y reuniones secretas entre sus más cercanos colaboradores de la campaña electoral y funcionarios o enviados del Kremlin para hacer una campaña sucia contra la entonces candidata presidencial demócrata, Hillary Clinton.

Las evidencias sobre los vínculos entre el entorno de Trump y el gobierno ruso se acumularon hasta que el FBI como varias comisiones del Congreso federal iniciaron investigaciones paralelas sobre el escándalo conocido como Rusiagate, que mezclan distintas denuncias, como el presunto espionaje electrónico contra el Partido Demócrata, con el presunto fraude electoral, con el presunto espionaje de la campaña de Trump. 

Una de las figuras centrales de esta trama, el veterano embajador ruso en Washington, Serguei Kislyak, dejó el cargo y volvió a el domingo a Moscú. Sin embargo, su nombre fue uno de los más repetidos por Kushner ayer. 

Según explicó ante los senadores, su primer encuentro con él fue en abril de 2016, en plena campaña de primarias presidenciales, en el hotel Mayflower de la Washington, donde Trump dio un discurso sobre política exterior. Allí, el joven dijo haber conocido a Kislyak y a otros tres embajadores, quienes le hablaron durante “menos de un minuto” y “expresaron interés en crear una relación positiva” si su suegro ganaba las elecciones.

El yerno de Trump aseguró que su relación con Kislyak fue tan insignificante que ni siquiera recordaba su nombre al día siguiente de la victoria electoral de noviembre pasado, cuando la campaña republicana recibió una nota de felicitación atribuida al presidente ruso, Vladimir Putin, y quiso contactar al embajador ruso para verificar la autenticidad de la misiva. 

Eso llevó a su segunda reunión con el ya famoso embajador Kislyak. 

El 1 de diciembre, Kushner recibió a Kislyak en la Torre Trump de Nueva York y le expresó su “deseo de una nueva etapa en las relaciones”, además de preguntarle por una posible persona de contacto entre el equipo de transición y Rusia. “No sugerí crear un ‘canal secreto de comunicación’” con Rusia, explicó Kushner, desmintiendo lo que había publicado en el diario The Washington Post en mayo pasado. 

Según el yerno de Trump, el embajador ruso le ofreció hablar “con los generales” en Moscú para compartir información sobre la guerra en Siria y fue él quien propuso postergar este intercambio hasta después de la asunción. No obstante, sí aceptó la recomendación de reunirse con Serguei Gorkov, un hombre al que se lo describieron como “alguien con línea directa a (Vladimir) Putin”.

Kushner dijo que nunca discutió con Gorkov sobre la posibilidad de levantar las sanciones estadounidenses contra Rusia, impuestas por el apoyo del Kremlin a los separatistas en Ucrania, ni sobre sus negocios privados. 

El último “posible contacto” con Rusia, concluyó Kusher, fue una supuesta amenaza por email, que terminó desestimando. 

El yerno de Trump dejó de lado otra reunión que fue revelada recientemente por la prensa, la del hijo mayor del presidente, Donald Jr, y la abogada rusa Natalia Veselnitskaya, una mujer identificada por varios periodistas como una intermediaria del Kremlin. 

“Cuando llegué (...) la abogada rusa estaba hablando sobre un veto a las adopciones en Estados Unidos de niños rusos. No tenía ni idea de por qué se estaba hablando de ese tema y decidí rápidamente que estaba perdiendo el tiempo en esa reunión”, explicó Kushner.

Mientras su yerno declaraba ante la comisión del Senado, Trump volvía a atacar en su cuenta de Twitter a esa investigación y a la que dirige el FBI. “¿Por qué las comisiones y los investigadores, y por supuesto nuestro acosado fiscal general, no están investigando los deshonestos crímenes de Hillary y sus relaciones con Rusia?”, desafió el mandatario. 

Trump apuntó contra su propio fiscal general, Jeff Sessions, contra el liderazgo demócrata en el Congreso y contra los medios. Sin embargo, las denuncias contra su círculo íntimo no cesan. 

El diario británico The Guardian desmintió ayer a Kushner y publicó que este joven empresario compró parte del viejo edificio del New York Times en Manhattan a partir de un acuerdo con el oligarca ruso Lev Leviev, cuyas empresas están siendo investigadas por la justicia y por el Congreso de Estados Unidos, por el presunto lavado de dinero proveniente de actos ilícitos.