El Centro de Arte y Estudios Latinoamericanos fue inaugurado en 2015 en la bella e imponente Abadía de San Benito, en Belgrano, con la muestra Tierra de encuentros, cielos y colores: Arte de Sudamérica hoy y ayer, curada por Teresa Pereda. Fue un gran comienzo al que le siguieron muestras como Las Formas de lo Sagrado: Arte Precolombino del Noroeste Argentino, realizada en julio del año pasado. Una exposición conformada por objetos arqueológicos de cerámica, piedra y metal curada por María Alba Bovisio con más de sesenta piezas que habrían estado vinculadas al culto a las wakas y a los ancestros en las culturas agro-alfareras que habitaron el NOA entre los siglos V a.C. y XI d.C.

El Centro sumó poco tiempo después la tienda La América como plataforma para promocionar y comercializar artesanía, anclada nada menos que en los ejes conceptuales de la iniciativa. Con un año recién cumplido, nos reunimos con sus creadores, Ezequiel Díaz Ortiz y Miranda Castro, para reflexionar sobre el difícil arte de vender y promocionar piezas de artesanos. 

Haciendo historia

La Abadía de San Benito fue fundada en 1914 por un grupo de monjes benedictinos provenientes de España, en un campo cerca de Carlos Casares, provincia de Buenos Aires. Un año después la fundación se trasladó a la ciudad de Buenos Aires, comenzando su asentamiento en las Barrancas hacia 1919. Por cuatro décadas el conjunto benedictino de Luis María Campos, Maure, Villanueva y Gorostiaga fue construido por etapas. En la década del 70, cuando ya las Barrancas de Belgrano se sobrepoblaron, la comunidad benedictina volvió al campo para continuar la vida monástica en forma más recogida, intentando volver a las raíces de su tradición. Así que entre los primeros años de la década del 70 y hasta los primeros del 2000, la abadía funcionó como residencia para estudiantes universitarios. Es a partir de 2013 y por iniciativa de la Familia Sodálite, que comienza a gestarse el proyecto cultural que impulsa su puesta en valor, conservando la riqueza espacial y arquitectónica, y su clima monacal. A partir de octubre de 2015 la antigua abadía benedictina pasa a ser el Centro de Arte y Estudios Latinoamericanos y a ofrecer exposiciones temporarias enfocadas en el reconocimiento del arte popular y del arte indígena. 

En el camino de fomentar el diálogo entre presente y pasado, desde una propuesta integradora, suman la tienda. “Los límites entre arte y artesanía son difusos. La tienda explora ese interrogante y abre el debate. La tienda honra a toda Latinoamérica de modo local y regional. Prioriza procesos artesanales, pequeños productores, hacedores y talentos variados en metal, textiles, madera, cestería, cerámica y otros materiales de nuestra región. Siempre atenta a nuevos artesanos y materialidades, dispuesta a conectar a unos con otros y convertirse en un polo de encuentro”, adelanta Castro.

 

–¿El nombre?

E.D.O. –La idea fue abarcar y entender que somos parte de algo mucho más grande. De hecho cuando se plantea el eje concepto del centro, sus fundadores, puntualizaron esto de que generalmente hay una mirada desde Buenos Aires escindida del interior, como si fuera otro país. Entonces el concepto es de integración, no solamente de Argentina, sino de Latinoamérica toda. Esa es la línea conceptual de la Abadía y la que trasladamos a la tienda. Por eso con Miranda nos pareció perfecto ponerle a nuestra tienda: La América.

–¿Cuál es el marco dentro de la artesanía o especialidad?

E.D.O. –Hay una idea de rescatar lo nuestro pero con diseño como el trabajo que hace Manto Abrigos, que tenemos desde que empezamos. Y también darle espacio a los nuevos diseñadores que tengan a lo artesanal como eje. Además contamos con el auditorio como apoyo, donde los diseñadores pueden dar a conocer lo que hacen, los procesos, historias, el detrás de escena.

 

–Educar…falta mucho en ese sentido sobre todo a la hora de comercializar artesanía. ¿Qué piensan? ¿Qué ven que sucede acá?

E.D.O –Falta muchísimo y de alguna manera es una misión que nos propusimos nosotros y los que proveen esta tienda. Es cotidiano tener que explicarle a los clientes cuánto hay de valor en lo que se llevan comparado una pieza en serie. Primero porque son piezas únicas, porque tienen un proceso muy meticuloso. Curiosamente la gente que viene del exterior le da más valor y nuestras mejores ventas han sido a extranjeros.

–¿Cuál es tu mirada como curadora de la tienda?

M.C. –Nos interesaba tener un espectro amplio. Por un lado tenemos piezas super modernas de una ceramista de Buenos Aires y por otro, artesanías en madera de artesanos guaraníes. Tratamos de que se vea bien representado todo el país y de a poco sumamos piezas de Perú, más finas de tejidos y telas que encontramos. 

Nuestra premisa es que sea un trabajo bien hecho de forma artesanal y fomentar también a los nuevos creadores. Abrir las puertas a gente que no tienen donde mostrar.

 

–¿Materiales?

M.C. –Tenemos muchas piezas de chaguar. Ñandutí que me encanta y del que tengo la meta de sumar más. Telar es muy importante para mí. Tenemos el lujo de tener piezas de Julia Schang Vitón en dupla con la artesana telera Miriam Atencio. Cestería en Pigalá, madera de palo santo, todas piezas que conviven a la perfección por ejemplo con las prendas de una diseñadora joven como la chaqueña Emilia Velazco que fusiona materiales modernos con ñandutí o rafia. Esculturas muy interesante, réplicas exactas del Museo Antropológico con certificado. También tenemos los pequeños y exquisitos retablos de Rubén Manetti, especialista en tallas para iglesias. El expuso su obra en la última exposición del Centro y ahora vendemos sus piezas. La línea curatorial sigue la de las exposiciones por eso tenemos mascaras chañé y replicas de suplicantes, reproducciones de Catamarca, entre otras.

–El interiorismo de una tienda de este tipo es un tema importante…

M.C. –Un gran tema, ya que la artesanía suele no estar bien presentada, siempre atiborrada y es lindo poder darle a cada pieza el lugar que merece.