“Grabar ‘Caprichosa’ veinte años después... ¿guau, no? Te cae la ficha de que son dos décadas haciendo tango y fado, no es poco”, comenta Karina Beorlegui. La cantante grabó el tema en su primer disco y volvió a interpretarlo para el flamante Encuentro Amália – Gardel, que presentará el sábado 11 a las 21 en Rondemán Abasto (Lavalle 3177). En el disco retoma parte del repertorio indispensable de estas dos figuras referentes de cada género. “Hace veinte años, cantar ‘Caprichosa’ fue un descubrimiento. Muchos tangueros me lo recibían bien porque sobre todo los mayores lo conocían y lo cantaban en los shows, aún si nosotros le dábamos otra vuelta de tuerca, pero además para mí era la conexión de Gardel con el fado”, explica Beorlegui.

La cantora no duda cuando habla de su cruce predilecto, de estos dos géneros melancólicos y portuarios que tan bien conoce. Tiene la mirada segura cuando agrega que “por el lado de Amália Rodrigues hay otro pretexto: ella era fan de Gardel, y cantaba sus tangos de chica porque lo amaba y estaba de moda en ese momento”. Además, recuerda una visita de la figura portugesa y una entrevista televisiva con Mónica Cahen D’Anvers. “Ella dijo en ese reportaje ‘tengo la manía de los tangos de Gardel’, y cuando estuve en su casa-museo en Lisboa pude recorrerla con la que había sido su asistente personal los últimos cuarenta años de su vida y me contó que sus preferidos eran ‘Cuesta abajo’ y ‘Arrabal amargo’”. Por eso, acota, el primero aparece en este disco.

Este Encuentro salió por Acqua Records y la producción musical estuvo en buena medida en manos del guitarrista Nacho Cabello, quien además arregló los tangos. Los fados, en tanto, pasaron por la pluma del portugués Ricardo Martins, quien además de grabar algunas guitarras, convocó a compatriotas como María Inés Graça y Pedro Viola para aportar en el disco. Entre los argentinos, se sumaron la voz de Hernán “Cucuza” Castiello, el fueye de Horacio Romo y la guitarra de siete cuerdas de Alejandro Bordas, quien desde hace algunos años colabora con la cantante en su espectáculo Tango y fado. La forma final del disco tiene mucho que ver con el proceso, desde gestar la convicción de que para la cantante era hora de volver a estudios (llevaba once años sin lanzar un nuevo disco), hasta la posibilidad de cruzar los repertorios de dos tremendas figuras de la canción popular de sus respectivos países, pasando por la consolidación de un sonido de grupo con Cabello y Bordas.

Y en el medio, claro, la pandemia. “En plena pandemia se cumplieron cien años del natalicio de Amália Rodrígues y lo que iban a ser celebraciones en todo el mundo, terminó siendo virtual o pasó para 2021. Que tampoco fue mucho mejor”, recuerda Beorlegui. Pero de esos cruces virtuales surgió la colaboración y amistad de Martins, un apoyo de Ibermúsicas y otra suma de coincidencias (o mejor, causalidades) que derivaron en el disco que está en todas las plataformas de streaming.

Para la presentación, la idea es recorrer los temas del disco, y anticipar algo de lo que viene para ella y sus guitarristas. Y además, “Einsten y Chaplín”, el primer tango propio que Beorlegui lanza en público, con arreglos del propio Cabello. “Ahora quiero grabarlo”, cuenta y por primera vez se adivina en su voz algo de ansiedad, como si fuera un pequeño salto al vacío.

Por lo demás, bien atrás quedó su idea de dar un cierre a la etapa fadista de su carrera. “Ahora lo tomo como algo propio, pero hecho desde mi lugar, y en el cruce de los dos géneros hay cosas que me fueron pasando en estos veinte años, que recién se plasman ahora en el escenario”, reflexiona. “No es un proceso de dejar los clásicos, porque los amo y me gusta reversionarlos, resignificarlos, pero también está la apuesta de cantar tangos y fados de autores y compositores de hoy. Así aparecen ‘Milonga en luto’, o un tema de homenaje a Amalia con música de Moscato Luna. Son cosas que no están en el disco, pero forman parte de lo que vendrá”, anticipa.

La figura de Amália la conmueve. “Era una figura impresionante por la cantidad de material que grabó -como Gardel-, su afinación, la calidad de su canto, lo profundo del sentimiento, y su impronta con esos vestidos largos enormes y su chal, su presencia me impactó siempre”, cuenta. De la charla con la asistente de Amália destaca el dato de las largas tertulias nocturnas que la portuguesa celebraba con amigos porque temía a la soledad. “Se dormía cuando se iban todos y quedaba cansadísima: era nocturna, pero no de salir sino de recibir gente en su casa, y tenía un piano de cola junto a la cama. Por eso ella le cantaba a la soledad, a la saudade, todo eso me toca en algún punto muy profundamente. Imaginate qué fuerte cantar ‘Medo’, que yo canto con Romo, que habla de tener miedo a la muerte estando solo en la cama”, plantea la cantante.

Con el disco entre manos, Beorlegui sonríe ante la idea de que de alguna manera hizo posible un encuentro entre Gardel y Amália a través del repertorio. “Y de poder contarle al público la historia –agrega-. No sé si ella gustará cómo canto... ¿pero compartir un disco con Gardel? Le hubiera encantado”.