El exjefe de la División Análisis de la Seguridad Interior de la Policía Federal Alejandro Sánchez intentó con mucha energía mostrar que el sector que conducía era amigo de las organizaciones que solían protestar en las calles. En la primera jornada del proceso oral y público por el espionaje ilegal desplegado durante una década en la Agencia Rodolfo Walsh fue el único de los tres imputados que aceptó ser indagado. Ante el juez federal Daniel Rafecas y el fiscal Ariel Quety, se presentó como docente y politólogo, y dijo que el imputado Américo Balbuena "no tenía muchas luces, no era precisamente James Bond", en alusión al icónico espía de ficción. Poco antes las defensas habían planteado la nulidad del juicio y la prescripción de los hechos, algo que volvió a ser rechazado por el juez, la fiscalía y la querella.

"Teníamos diálogo directo con los dirigentes y activistas, no necesitábamos espiarlos detrás de un árbol", dijo Sánchez en otra parte de su declaración. A la hora de las preguntas de la querella, el oficial retirado explicó que "Balbuena fue designado como jefe de Reunión de Información porque sino lo tenían que sacar, pero no tenía lugar físico ni personal a cargo". Cuando le preguntaron si tenía conocimiento de la existencia de otros agentes secretos, el ex policía quiso usar la ironía: "¿Usted me dice si había otros infiltrados como Balbuena?", en una supuesta pregunta retórica que, sin embargo, causó el murmullo de la sala porque sonó a admisión.

Luego de un cuarto intermedio fue el turno de los primeros testigos. El periodista Rodolfo Grinberg, uno de los fundadores de la Agencia Walsh relató que fue vecino y compañero de colegio primario con Balbuena, y que en el año 1999 se volvieron a contactar en el Instituto donde estudiaban periodismo, en San Martín. Su vínculo se consolidó tras el estallido de 2001, y como le dijo que tenía mucho tiempo comenzó a trabajar para la Agencia como movilero. "Era muy meticuloso en los informes, tenía una radiografía de cada corriente y estaba al tanto de las internas de cada grupo", describió el testigo. En 2013 supo que Balbuena era espía de la Federal. "Fue muy difícil creerlo, lo consideraba un amigo, iba a la casa y ayudaba en fiestas familiares", dijo Grinberg. El periodista describió que "la Agencia Walsh estaba claramente del lado de los que luchan, de los que se enfrentan al sistema, y cubría conflictos que muchas veces no eran cubiertos por otros medios grandes".

El testigo explicó que "como todos vivían de otros trabajos tenían una disponibilidad horaria reducida, en cambio Balbuena tenía todo el tiempo del mundo; además esquivaba hablar de su trabajo. Una vez pago por un año completo el costo del mantenimiento de la página web". A su criterio, Balbuena no encajaba en el perfil ideológico de la Agencia Walsh. Pero Grinberg pensaba que su compromiso con el trabajo de la agencia Walsh tenía que ver con el proceso del 2001 y el enojo muy grande de un sector de la sociedad. En este sentido es que aún le duele la estafa moral, pensó que "preguntaba todo el tiempo de todo porque quería aprender". A partir de la noticia de lo de Balbuena muchos periodistas se fueron por miedo. Y la agencia dejó de existir.

Por su parte, el segundo testigo, Alejandro De Massi, relató que "medio en serio medio en broma una vez le dijo 'no serás servicio vos'", en referencia a los agentes de inteligencia, y fue así que Balbuena no volvió más.

Declaraciones en la puerta

"Es un tema muy duro para los compañeros de la Agencia Walsh porque fueron las primeras víctimas del espionaje ilegal por parte de tres miembros de la Policía Federal a decenas de organizaciones sociales, políticas, de derechos humanos y otros medios de comunicación, como FM La Tribu", expresó el abogado de la querella Matías Aufieri. "Es bastante inusual con tantos casos de espionaje hayamos logrado sentar en un juicio oral a los responsables, al menos de este caso", agregó. A criterio del letrado, se trató de un "accionar institucional implementado desde el Estado durante décadas, por parte del Cuerpo de Informaciones del cuál nunca terminamos de saber cómo funciona".

Por su parte, Liliana Mazea, también abogada de la querella, expresó: "Diez años espiando es poco, diez años para tener un proceso es mucho", en alusión a la queja de Balbuena por la duración del proceso. "Como abogada antigua quiero recordar que en el año 1995 cuando el juez Liporaci buscaban a manifestantes por las marchas de los jubilados aparecían en la indagatoria carpetas de cada organización diciendo qué habían comido, qué habían dicho y dónde habían estado". La letrada apuntó que aquellos acusados estuvieron "cuatro meses presos, mientras que Balbuena ni media hora perdió su libertad", y durante el juicio preguntamos de dónde venía la información de esas carpetas, el Estado nos respondía que nadie, ahora sabemos quiénes fueron, porque arman causas con este espionaje".

A su turno, Myriam Bregman dijo que con esta causa queda demostrado que no hay "cuentapropismo en los servicios de inteligencia, son cuerpos orgánicos, como éste que fue creado en la época de Onganía, pasó por la dictadura y siguió funcionando en todos los gobiernos constitucionales, y ahora exigimos saber cuántos miembros tiene y qué están haciendo. Este juicio tiene que servir para saber cuántos Balbuena más hay actuando en este momento". La abogada querellante y diputada nacional del PTS-FIT-U recordó que la semana pasada tuvo un cruce con el ministro de Seguridad Aníbal Fernández, quien afirmó que este cuerpo de la Policía Federal, conocido como los "plumas", no existe. "Dos ministros de Seguridad, Marcelo Sain, que declaró en esta causa, y Nilda Garré, confirmaron que sí existe, tanto es así que Garré cuando fue diputada presentó un proyecto pidiendo que se disuelva, eso es un reconocimiento de que sigue vigente, hasta tiene una serie televisiva, que es Iosi, el espía que era parte de este mismo sector cuyo único objetivo es el espionaje político", agregó Bregman.

Estuvieron presentes Vilma Ripoll, Patricia Walsh, Guadalupe Godoy, Alejandrina Barry, militantes de Izquierda Socialista, del Nuevo MAS y periodistas de FM La Tribu, y los ex miembros de la Agencia, Oscar Castelnovo y Rodolfo Grinberg. "Acá no hubo un emprendedor que dijo, che a ver vamos a infiltrar a los padres de Cromañón, por ejemplo, hubo una directiva del Estado nacional porque las fuerzas policiales y de seguridad dependen del Poder Ejecutivo", dijo Castelnovo. "Están en todas las organizaciones populares, nosotros éramos diez y teníamos uno, y es sistemático, ningún gobierno dejó de hacerlo", agregó. "El 24 vamos a estar en la calle repudiando a los espías, vamos a decirles que Nunca Más", manifestó Ripoll. En tanto, Diego Pietrafesa, del Sipreba (Sindicato de Prensa de Buenos Aires) expresó que "esto es un atropello contra los militantes políticos y contra los trabajadores de prensa", y recordó que en la recuperación del diario Tiempo Argentino fueron infiltrados por "periodistas que hoy son los voceros de Patricia Bullrich".