A fines de los años 20’ del siglo XX, la participación de los ricos en el ingreso nacional estadounidense había alcanzado su nivel más alto según Thomas Piketty. El presidente Herbert Hoover había bajado la tasa máxima del impuesto a los ingresos al 25 por ciento, pero luego de la crisis de 1929 hubo un cambio de paradigma en el sistema económico con una marcada tendencia igualadora

Cuando Franklin D. Roosevelt llegó al poder a comienzos de 1933, la crisis se había agudizado y un cuarto de la población estaba desocupada. Como parte del financiamiento del segundo New Deal, estableció la Ley de Ingresos de 1935, dónde se fijaba una tasa máxima del 75 por ciento para aquellos ingresos anuales mayores a 1 millón de dólares. La ley, conocida mediáticamente como “soak the rich tax” (impuesto para sumergir a los ricos), fue resistida fuertemente por los sectores privilegiados de la economía.

La tasa máxima se incrementó al 88 por ciento con la ley de Ingresos de 1942 y al 94 por ciento en 1944. En el período 1932-1980, la alícuota superior fue de 81 por ciento en promedio. Sin embargo, a partir de la década del 80’, con la llegada de Ronald Reagan y Margaret Thatcher en Inglaterra, el entusiasmo igualador que había regido por casi medio siglo fue reemplazado con igual enjundia, pero en sentido contrario. Los masivos recortes de impuestos condujeron a una divergencia inusitada entre los ingresos más altos y los más bajos y a una menor tasa de crecimiento económico.

Igualdad

La Curva de Laffer establece una relación entre el tipo impositivo y la recaudación tributaria. A medida que crece la tasa impositiva global, también lo hace la recaudación, hasta un óptimo en el que impuestos y recaudación alcanzan su máximo posible. A partir de ahí, si los impuestos siguen aumentando la recaudación decrece, ya que el pago de impuestos actúa como un desincentivo para la acumulación del capital.

Las tasas cuasi confiscatorias de Roosevelt para las escalas más altas de los ingresos no solo servían para recaudar, sino que también oficiaban como un mecanismo disuasorio para la concentración de la riqueza, explican Emmanuel Saez y Gabriel Zucman en su libro "El triunfo de la injusticia".

Fue gracias a ello que durante medio siglo se dio el mayor período en términos de igualdad. La evasión estaba controlada por un Estado que perseguía fuertemente el delito, pero más importante era la construcción cultural que la política había logrado gracias a un discurso moralmente condenatorio sobre la evasión impositiva. Estaba socialmente mal visto no cumplir con los deberes fiscales.

La menor recaudación de Estados Unidos por la baja en los impuestos indujo a recortes presupuestarios en diversas instituciones, como en el caso de la SEC. Aquellos recortes presupuestarios debilitaron la capacidad para investigar fraudes y anomalías económicas que terminaron en el crack de Lehman Brothers.

Demagogia liberal

La recurrencia discursiva sobre las supuestas bondades de recortar impuestos se convierte en eslogan de campaña en los años electorales. La prédica de bajar impuestos moderniza su retórica conforme al contexto social y a la opinión pública. Pero en la coyuntura actual se han abandonado las críticas a ideologías antitéticas entre más o menos control estatal y lo que ahora se pone en tela de juicio es la democracia misma. La militancia por la regresividad impositiva es, en última instancia, la manifestación de una afición antidemocrática perjudicial para el funcionamiento de cualquier Nación.

La precaria imitación local de la derecha internacional replica de manera homotética el ideario neoconservador, con medidas que primero desordenan gratuitamente a la sociedad para luego ofrecerle propuestas de un supuesto orden a precio vil. "Doctrina de shock" para la imposición de privilegios elitistas.

Bajar impuestos no genera más empleo. El neoconservadurismo insiste en que los aportes personales y las contribuciones patronales que financian al sistema de seguridad social impiden la generación de empleo registrado. La demagogia impositiva sostiene que el elevado nivel de empleo informal se resuelve simplemente bajando los impuestos al trabajo. Lo que esconden es la vocación por privatizar el sistema jubilatorio.

En octubre de 1980, la ley 22.293 de la dictadura de Videla eliminó las contribuciones patronales y luego el desempleo pasó del 2,6 por ciento al doble para 1984. A principios de la década de los 90’, la contribución patronal se había restituido al 16 por ciento y fue decreciendo a lo largo de toda la década. Entre 1994 y 1996, la tasa promedio efectiva fue de alrededor del 10 por ciento y rondaba el 7 por ciento en el 2000. La convertibilidad finalizó con una desocupación del 19 por ciento, una subocupación inédita, fragmentación salarial sin precedentes y un sistema de seguridad social privatizado.

Cuando Mauricio Macri abandonó el gobierno, la cantidad de trabajadores con empleo registrado en el sector privado era de 6.004.521. A finales del 2022, con las mismas leyes laborales, el cepo de la deuda externa que distrae dólares necesarios para el sostenimiento del nivel de actividad, una pandemia y una guerra que incrementaron los precios de las importaciones y fundamentalmente sin recortes impositivos, la cantidad de trabajadores con "empleo genuino" creció a 6.276.350, un 4,53 por ciento más respecto de 2019. No son los impuestos, es el modelo económico.

Impuestos

Bajar retenciones no favorece al mercado interno. La reducción de los derechos a las exportaciones a fines de 2015 acopló los precios internos a los internacionales y sus variaciones comenzaron a correlacionar con la demanda global y los movimientos de un tipo de cambio desregulado. El saldo de la balanza comercial 2016-2019 arrojó un magro superávit promedio, explicado fundamentalmente por la menor necesidad de insumos importados por la contracción de la Economía, versus el resultado superior del período 2011-2015.

Bajar impuestos al consumo tampoco no reduce la inflación. En agosto de 2019, el decreto N° 567 del gobierno de Cambiemos eliminó hasta el IVA de 13 alimentos de la canasta básica. La medida apuntaba a una reducción en el precio final que pagaban los consumidores finales, un alivio transitorio en medio de la espiral inflacionaria provocada por la quita de retenciones y el pass throw de las sucesivas devaluaciones. Al mes siguiente, la mayoría de los artículos habían compensado la baja inicial. Una transferencia neta del Estado a las comercializadoras que se apropiaron de una renta extraordinaria equivalente al 21 por ciento.

Progresividad

El impuesto a los bienes personales es uno de los más progresivos que existen. Sin embargo, la participación de este tributo como porcentaje del PBI pasó del 0,31 por ciento en 2015 al 0,24 por ciento en 2016, 0,21 por ciento en 2017, hasta un magro 0,10 por ciento en 2018 y 0,14 en 2019. 

Toda rebaja de impuestos directos provoca una transferencia de ingresos desde el Estado, que deja de percibirlos, hacia el sujeto gravado, que deja de pagarlos. Si se bajan los impuestos a los trabajadores, se beneficia a los trabajadores; si se bajan los impuestos a los ricos, se beneficia a los ricos y se incrementa la desigualdad.

En 2015 se había logrado una recaudación total del 31,45 por ciento del PBI. Al final del tercer gobierno neoliberal la presión fiscal había caído al 28,18 por ciento del PBI. Hoy Argentina tiene la misma presión fiscal que hace 12 años, pero con 7 millones de habitantes más. Las rebajas tributarias de la gestión anterior para los sectores de altos ingresos y la legitimación de un discurso evasor contribuyeron a la desfinanciación del Estado.

La cantinela de bajar impuestos opera sobre una autopercepción de clase equivocada e inducida desde los medios hegemónicos, las facciones políticas representantes del poder concentrado y los verdaderos beneficiarios de los recortes fiscales. Sólo los impuestos hacen posible la distribución de la riqueza. Su ausencia o insuficiencia sólo impacta en los sectores más dinámicos de la economía que sustentan la reproducción ampliada del capital.

Es imprescindible que los representantes políticos sinceren su objeto de representación: si defienden al pueblo o al poder económico concentrado; ambas son mutuamente excluyentes dentro de una misma representatividad. No se trata de impuestos o libertad como falsamente proclama la ultraderecha, ya que, tanto la democracia como la libertad se construyen sobre una base tributaria progresiva y eficiente. Se trata en última instancia de impuestos o dependencia del poder económico concentrado.

* Economista. Auxiliar docente de Historia Económica y Social Argentina (UBA).