Rinoceronte                             7 puntos

(Argentina/Italia, 2023)

Dirección y guion: Arturo Castro Godoy.

Duración: 86 minutos.

Intérpretes: Diego Cremonesi, Vito Contini Brea, Eva Bianco, Juan José Farías, Claudia Marcela Schuman.

Estreno exclusivamente en Cine Gaumont.

Damián vive en las afueras de la ciudad de Santa Fe. Con apenas once años, conoce demasiado bien los dolores de un hogar marcado por la violencia. La bronca interior se refleja en las patadas que le propina a un viejo monitor de PC y en los peligrosos lanzamientos de botellas de vidrio que lo llevan a tener problemas con la autoridad. Una mañana dos patrulleros estacionan frente a su casa acompañando a una asistente social. Damián ya no vivirá con su padre, deberá mudarse a un hogar destinado a chicos y chicas malqueridos, abusados, golpeados literal y metafóricamente. Rinoceronte, la tercera película del director santafesino nacido en Venezuela Arturo Castro Godoy, cuya obra previa incluye el largometraje Aire, forma parte de una extensa y profunda tradición cinematográfica: los relatos de infancias quebradas pero orgullosas, problemáticas aunque esperanzadas, luminosas a pesar de toda la oscuridad que las rodea.

Damián es entonces un primo lejano de los niños de La infancia desnuda, de Maurice Pialat, y Crónica de un niño solo, de Leonardo Favio, dos óperas primas de ingente potencia narrativa y poética. También de la chiquita explosiva de System Crasher, el reciente film alemán dirigido por Nora Fingscheidt y protagonizado por una nena de nueve años cuya energía destructiva resulta ser demasiado para el sistema de contención social. La ira del protagonista de Rinoceronte –el título remite a un juguete de plástico, tardío muñeco de apego, reservorio de una candidez perdida– se transforma en mudez y quietud cuando su nuevo asistente, Leandro (Diego Cremonesi), lo acompaña en el turno médico para los controles de rigor. El hombre intenta sacarle charla, le anticipa lo que va a ocurrir, hace algunas preguntas pertinentes, pero Damián es un monolito de silencio e introversión. Al llegar al hogar, regenteado por una mujer amable y comprensiva (Eva Bianco), las miradas oblicuas y mandíbulas apretadas del chico se potencian. “Quiero volver a mi casa”, dice una y otra vez, ante las respuestas bondadosas pero firmes de los adultos. “No se puede”.

Castro Godoy cuenta una historia universal con pinceladas locales a partir de un guion preciso e inteligente, que esquiva los golpes debajo de la cintura pero también la idealización. Para ello se apoya en la actuación del debutante Vito Contini Brea, rodeándolo de los experimentados Cremonesi y Bianco, quienes ofrecen un tono actoral equilibrado, sin exacerbaciones ni florituras innecesarias. Algo esencial en una historia de escala mínima pero emociones intensas. 

El derrotero es clásico: mientras Damián se rebela contra el nuevo orden y sueña con escapar del lugar y volver a casa, aún a sabiendas de lo que allí ocurría y seguiría ocurriendo, en un estado de negación comprensible, el encuentro con un compañero de cuarto y el comienzo de una amistad comienzan a señalarle el camino hacia nuevas posibilidades. Las cicatrices físicas, recordatorios de violencias pasadas, son también endurecimientos de la piel que, utilizados como escudo, pueden transformarse en fuentes de resistencia.