Se ven en las calles de la ciudad, pero también hay rurales (digitalidad mediante). El culto a la imagen, la compulsión al pequeño rebaño, la huida de la masificación y, en ciertos casos, la necesidad de expresarse de manera violenta son algunos de los motivos que llevan a las personas jóvenes o muy jóvenes a formar tribus urbanas. Deseo de diferenciarse de las masas e identificarse con grupos minoritarios. En general no adhieren como colectivo a partidos políticos. Ideología anti ideológica. Aunque el hecho de que existan tribus urbanas es en sí mismo político. Un fenómeno que irrumpe en las calles de la ciudad (polis) y actualmente también en la virtualidad.

El término lo acuñó el sociólogo Michel Maffesoli (El tiempo de las tribus) para referirse a agrupaciones contraculturales no exentas de esnobismo. Son el canto del cisne de una modernidad perimida. Durante las décadas de 1980 y 1990 tuvieron su apogeo. Luego se fueron diluyendo de la visión ciudadana. No obstante, continúan siendo cotos cerrados en sociedades abiertas. Este encierro no es espacial sino simbólico. Una red comunitaria de coincidencias nómades: vestimentas similares, caras limpias a veces, a veces maquilladas, tatuajes, piercings, cortes de pelo, lenguaje, costumbres, gustos musicales, en fin, disfrutar entre pares.

El origen de la palabra tribu se remite a la tradición romana, ya que el mítico Rómulo al fundar la ciudad determinó que se dividía en tres tribus (o estirpes familiares). El Apocalipsis dice que doce son las tribus de Israel. Pero las tribus urbanas -al menos como objeto de estudio de las humanidades y las ciencias sociales- aparecen a fines del siglo XX.

Aunque pueden rastrearse cofradías semejantes desde la antigüedad. Los miembros de la tribu se esmeran en ser diferentes de quienes no pertenecen. Los motivos que les aúna son variadísimos: deporte, música, violencia, no violencia, tecnología, religiones, disidencias, rebeldía, filosofías de vida, destrezas, baile, competencias. Agrupaciones informales identificadas con subculturas adversas a los códigos tradicionales. Apuestan a la alegría de reunirse y compartir intercambios no parentales. A una tribu urbana no se pertenece por nacimiento (como entre pueblos originarios) sino por elección.

Se trata de movimientos que consciente o inconscientemente ponen el énfasis en la satisfacción de compartir un estilo de vida. No adhieren al principio de identidad que rige en la cultura, aunque pertenecer a una tribu no impide trabajar, estudiar o integrarse a otras costumbres de la sociedad abierta. La identidad de los “indígenas” urbanos es interna, se produce con los otros miembros del grupo. Reafirmar pertenencia, obtener reconocimiento, sentir membresía en una red de contención, información, expresión, intercambio de códigos. Coincidencias.

Nombremos tribus, aunque algunas ya no existen o envejecieron (como el hipismo) y otras quedan sin nombrar. Se calcula que hay más de sesenta. Gamers, góticos, emos, floggers, skaters, cumbieros, metaleros, hippies, hípsters, indies, lolitas, motoqueros, osos, punks, raperos, traperos, rastras, rockeros, skinheads, barras brava y michê (trabajador sexual brasileño) analizado por Néstor Perlongher en O negocio do michê con características de tribu urbana. La mayoría no alteran el ritmo social, pero existen tribus violentas.

Estas manifestaciones constituyen una respuesta al proceso masificador y expulsor del neocapitalismo. Las subjetividades buscan fortalecer su rol en el interior de una facción. Así como en la selva se sobrevive en tribus, en los actuales laberintos de hierro y cemento se recicla el espíritu tribal para un mejor goce de la vida, los afectos, las pasiones, la pequeña comunidad, la comunicación por un sistema de redes. Un grupo apasionado por la música tecno en Hamburgo, por ejemplo, puede detectar y conectarse con otro de las mismas características en Hong Kong, San Pablo o Bruselas.

Sin embargo, estas tribus parecerían haber desaparecido. Pero su principal teórico, Maffesoli, las rastrea, las encuentra y las considera formas de solidaridad acotada y extendida. En una entrevista en Buenos Aires (2013) manifestó que ha seguido la evolución de esos grupos en tanto representan una tendencia del funcionamiento de las sociedades. Algunos se invisibilizan otros persisten. Cree que nuestras sociedades llegarán a ser una especie de mosaico de pequeñas tribus y cada subjetividad participará en varias.

¿Existe equivalente a estas agrupaciones en el campo? Sí, las megalópolis contemporáneas son conurbaciones mediante la técnica digital que incluye y conecta (también destruye). Una pequeña tribu musical de un lugar, encontrará que en algún otro lugar hay una tribu que le corresponde. Se reúnen on line y establecen sus rituales.

No se apuesta al futuro como en la modernidad ni se mira al pasado como antaño. Hay presentismo. El aquí y ahora es importante en estas bandas donde el cuerpo no es una mera herramienta de producción económica, sino de producción de goce, aunque no sea duradero. Vivimos momentos de concentraciones efímeras. Los grupos tribales transitan entre la lógica de la identidad y la lógica del afecto, son estrellas fugaces y, en ocasiones, agujeros negros.

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En el Imperio Romano proliferaron las sectas religiosas. De modo similar, en Grecia, habían brotado grupos disidentes filosóficos después de la muerte de Sócrates. Cínicos y estoicos destacan entre otros. La colectividad cínica fue pionera en incluir mujeres como pares, hubo antecedentes en el pitagorismo. Pero en general, el registro de tribus urbanas de mujeres escasea. Aunque hay antecedentes mitológicos: las amazonas. Se amputaban una mama para cruzar su pecho con la aljaba. Conformaban una comunidad mujeril que correteaba de aquí para allá. Mítico antecedente de una tribu rural (más que urbana). Actualmente tenemos el posporno. Movimiento transfeminista que sostiene la consigna de que todo el cuerpo es un órgano sexual, contrarrestando así la fijación a los genitales del porno heteronormado. Se movilizan -entre otras metas- a favor del goce sexual en mujeres, discapacidades y vejeces. Tienden al disfrute -como las demás tribus- singularizándose por reclamar una sexualidad sin moralina patriarcal y a favor de un deseo creativo que nos brinde alas para fugarnos de los mandatos coaccionantes.