El 24 de marzo pasado, el comunicador, Alejandro “Pitu” Salvatierra, recordó a Hebe de Bonafini  en C5N. Pitu contó que salió de la cárcel en 2008 “con la única convicción de no volver en cana”. Su familia estaba en una condición económica desesperante y entonces se puso a buscar trabajo. Todos los días, su pareja le dejaba quince pesos y con eso se compraba el diario para ver los avisos clasificados, además del boleto del bondi y algo para comer.

Pitu sabía que su domicilio y tener antecedentes penales eran determinantes para conseguir trabajo. Estuvo ocho meses en esa búsqueda. Llegaron a rechazarlo como empleado para limpiar los baños de un shopping de CABA. “¿Qué me voy a robar? ¿Los inodoros?”, contó Salvatierra indignado. Salió del lugar decidido a robar un auto y volver a delinquir. En el colectivo suena su teléfono. Lo llamaba una persona que formaba parte de “Sueños compartidos”, la organización de las Madres de Plaza de Mayo que hacía construcciones en barrios populares. Le dijeron que se presente a las seis de la mañana que conocería a Hebe y le darían trabajo. En el encuentro cara a cara con ella, Salvatierra se adelantó mencionando sus antecedentes penales. Hebe lo frenó y le preguntó: “¿Querés trabajar? ¿Sabés cumplir órdenes? ¿Entendés que vas a tener un jefe?”. A los dos meses, Pitu tenía documento, sus hijos partida de nacimiento y una tarjeta de un banco para cobrar su sueldo.

Hebe de Bonafini. Foto de Leandro Tesseyre

La escena narrada aquí permite dialogar con una matriz de la comunicación y la educación popular. En las memorias latinoamericanas hay un lazo histórico que une a Simón Rodríguez y a Hebe de Bonafini. Rodríguez, el maestro de Bolívar, declamaba como una petición de principios: “Denseme los muchachos pobres […] Denseme los que los hacendados no pueden enseñar o abandonan por rudos porque ya están grandes”. Aquí se condensa quién sería el destinatario de sus acciones educativas. Además, Rodríguez creía en la experimentación y en la enseñanza de oficios.

Simón Rodríguez pensaba que la igualdad era el punto de partida. ¿Acaso Hebe no hizo lo mismo al no pedir antecedentes penales? Considerar que todos los seres humanos son iguales, que no se los puede privar de saberes que les permitan vivir dignamente forman parte de una memoria de educación popular que se reactualizó con Hebe. No como una acción aislada, sino como parte de un proyecto político amplio que prefiera inventar antes que copiar. Construir con los cuerpos y las voluntades que fueron olvidados, dejados a un lado. Tarea difícil si las hay.

Partir de “los muchachos pobres”, sean del siglo XIX o del XXI, es lo que hicieron Simón y Hebe para imaginar sociedades americanas más justas. Aquellos que los hacendados o los mercados laborales descartaron son recuperados como los destinatarios de la acción de la comunicación y educación popular: los hijos ilegítimos y los negritos con antecedentes. Dentro de estas perspectivas, instruirse o conseguir trabajo jamás pueden ser acciones esporádicas. Tienen que enlazarse en proyectos políticos duraderos para los sectores populares. Si esto no es así, las elites ganan otra vez.

A Simón Rodríguez lo llamaban el loco de Caracas. Hebe era una de “las locas de Plaza Mayo”. En ellos, hay un futuro que viene del pasado.

* Conicet| Comedi-FPyCS-UNLP