En los últimos días de marzo se redobló el tema de los Derechos Humanos con una serie de reuniones y encuentros. Es bueno reflexionar acerca de los Derechos Humanos y su sentido y origen.

El relato del Norte

Como siempre, hay dos relatos, uno en el Norte y uno en el Sur, incompatibles, los de colonizadores y los colonizados. Sin embargo, el colonialismo, por mucho que se disfrace y cambie sus modalidades, no murió.

La idea central de los DD.HH. es que todo ser humano, por el solo hecho de serlo, debe ser respetado como persona. Esa idea fue combatida a lo largo de la historia por los colonizadores que cometieron los mas espeluznantes genocidios por todos los continentes.

Para legitimar eso, hubo numerosos ideólogos que sostuvieron la inferioridad de los colonizados con argumentos teocráticos, idealistas, biologistas, en el fondo racistas, porque desde hace 500 años cualquier colectivo filosófico ofreció boletos para deshumanizar y esclavizar a nuestros semejantes.

El último de los ómnibus que vende boletos es el denominado neoliberalismo. Uno de sus ideólogos, em un panfleto que se llama 'La Mentalidad Anticapitalista', sostiene que es un error frecuente considerar que cada ser humano tiene derechos por el mero hecho de nacer. Más negación, imposible.

En el relato del Norte, los DD.HH. fueron ideados por los pensadores del siglo XVIII, que montaron el discurso de los comerciantes y banqueros de ese tiempo que luchaban con las noblezas y que alimentaron las revoluciones, la francesa y la norteamericana. Según este relato, estas ideas bajaron al Sur como civilización.

Todo esto es una gran mentira. Sin despreciar las ideas de algunos de estos pensadores, lo cierto es que todos eran racistas y esclavistas, y por eso fue que en Estados Unidos hubo esclavos hasta la Guerra de Secesion y, en el Caribe, los franceses también los tuvieron. lo que no cayó bien a los haitianos, que hicieron la primera revolucion independentista y abolicionista de nuestra América.

Cuando el Derecho Internacional dejó de reconocer a cada Estado el derecho de matar o dejar vivir a sus habitantes, lo hizo con desgano, recién en la Declaracion Universal de 1948. Y no lo hizo como arrepentimiento de los genocidios cometidos por sus Estados en el Sur, solo lo hizo cuando se cometió un genocidio similar y más despreciable en el empleo de técnicas industriales del momento en el propio Norte, y entre personas igualmente pobres en melanina. El Derecho Internacional parece haber dicho 'con los negros y los indios todo bien, pero con nosotros no', y eso fue apenas en la posguerra, y con motivo de las atrocidades de los nazis.

Los millones de asesinatos masivos y muertos por pestes y por hambre por el colonialismo y el neocolonialismo en América, África, Asia y Oceanía no habían inmutado a los cultos juristas del Norte.

El relato del Sur

Nadie pudo pensar en una protección mundial de los seres humanos hasta que no existió un mundo de seres humanos, es decir, hasta que no existió la posibilidad de relacionarse entre todos los humanos del planeta. Y eso solo fue posible cuando todos pudieron saber que existían los otros, algo que sucedió a fines del siglo XV, con Vasco da Gama y Colón. Antes no era posible, y como es obvio, lo único que el derecho puede regular son las relaciones humanas.

Hace 500 años, cuando apareció el mundo de las relaciones huamanas, fue precisamente con el horroroso crimen de la colonización de nuestra América, que costó alrededor de 70 millones de vidas de nuestros pueblos originarios y unos 20 millones de africanos esclavizados.

Gracias al oro, la plata y las materias primas robadas a nuestra América es que el Norte se empoderó y pudo extender su genocidio neocolonial al resto del planeta.

En esos primeros años se alzaron algunas voces contra el genocidio neocolonial, entre las cuales la más importante es la de Fray Bartolomé de las Casas, un dominico que dedicó su vida a denunciar esos crímenes y estigmatizar a los ladrones de metales y explotadores como herejes y asesinos. Fue el primero en reclamar el respeto, no solo de las vidas de nuestros originarios, sino también de su propiedad y religión.

Al colonialismo originario siguió el neocolonialismo, pero ahora tenemos una guerra híbrida con un colonialismo tardío, financiero. El debate no terminó, porque no terminó el colonialismo. No nos confundamos, el colonialismo es mimético, cambia de color, pero siempre es genocida.