El lunes pasado la legislatura porteña declaró de Interés Cultural la obra de Gustavo “Cuchi” Leguizamón, el salteño que inventó una música tan original y propia como representativa de un lugar en el mundo. O, más precisamente, del modo en el que este compositor, autor, pianista, abogado y diputado eligió habitarlo alguna vez. El por qué del aparente desfasaje geográfico –un reconocimiento porteño para un creador salteño, dato definitorio para el GPS del Folklore– suena con claridad en el carácter universal de una obra que, como mostraron las interpretaciones que hizo un nutrido y rico grupo de artistas durante el acto oficial de la declaración, son tantas y tan variadas como artistas quieran asumirlas. El por qué es ¿necesario?, ¿importante?, ¿útil?, ¿conveniente? que esta obra, de peso específico y trascendencia histórica propios, sea declarada ahora “de interés cultural” por el órgano legislativo de la ciudad cabecera del país, es una pregunta que también flotó implícita en este acto, y que en su desarrollo encontró interesantes respuestas.  

Tomó la posta Delfín Leguizamón, uno de los hijos del homenajeado. Partiendo de la idea de una “declaración de amor” como forma elevada del género “declaración”, el psicoanalista invitó a pensar de qué modo el título asignado cobraría alguna fuerza capaz de trascender la vocación declaratoria: “Retomar su pensamiento hoy sería favorecer leyes que promuevan una vida cultural activa, que beneficien a sus centros culturales, que apoyen las luchas de los trabajadores de la cultura, ejemplificó, citando la que se da en este diario. Tomó el guante más tarde Juan Falú. Como todo término contiene su contrario, esta podría ser también una declaración de guerra, retrucó. “Una guerra necesaria en estos tiempos: la guerra a la ignorancia”, definió, repasando un contexto sobre el que no fue necesario abundar. Ambos estaban hablando también de música.  

En breve se cumplen cien años del nacimiento de Gustavo Cuchi Leguizamón. Su música sigue sonando como potencia y como desafío. Y como una declaración de amor, que puede abarcar su contrario.