Aludiendo a la película “El día de la marmota”, donde un loop temporal envuelve al protagonista, el asesor de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires Federico Glustein critica la implementación del dólar agro. Luego de señalar que la medida se inscribe en una respuesta a la falta de divisas acentuada por una sequía que mermaría las exportaciones en 20.000 millones de dólares, indica que el gobierno le hecha erradamente la culpa a Macri, la pandemia, la guerra y la sequía. Para Glustein el problema estaría en un excesivo gasto público que alcanza el 40 por ciento del PBI. Además, al implicar una mayor liquidación de exportaciones a un dólar más elevado, el dólar agro generará un incremento de la emisión (el Banco Central emitirá pesos para comprar dólares), lo que provocaría “más atraso cambiario” y “déficit cuasifiscal”. “Será otro día de la marmota, otra vez la misma escena una y otra vez, pero sin resolver el problema de fondo”, se lamenta el economista de la UBA.

La nota no indica por qué razón el gasto público del 40 por ciento sería el problema de fondo, dando por sobreentendido que el lector comulga con una opinión repetida como marmotas por economistas y formadores de opinión liberales, pero pocas veces fundamentada. Intentaré señalar los principales canales por los que el gasto público sería un problema central para el marco ortodoxo, para luego explicar la insuficiencia de dicha posición. 

Para el monetarismo, el gasto público elevado reduce las exportaciones porque asumen un producto fijo y que puede gastarse internamente o exportarse en forma indiferente. Ese efecto desplazamiento (crowding out en la jerga de los economistas) puede producirse por la vía de un atraso cambiario que desincentiva las ventas externas, si el gasto provoca un déficit que es financiado vía emisión, ya que asumen que ello provocará más inflación, encareciendo nuestra economía en relación a las demás. Otros mecanismos con resultados similares a largo plazo se activarían si el gasto es financiado vía impuestos, deuda interna o externa, pero no parece ser el caso central presentado por Glustein.

Sin meternos en el hecho de que la inflación argentina tiene una causa inercial y no monetaria (ver nota anterior), la principal debilidad del argumento ortodoxo es que el PBI no es una masa uniforme que puede consumirse internamente o exportarse. Una baja del gasto público no implica liberar PBI exportable, ya que los mercados externos no comprarían los productos que se dejan de consumir internamente. Tampoco liberaría ahorro invertido en los sectores que producen para el mercado interno que podría dirigirse a incrementar la producción de los sectores exportables, ya que eso no considera que los sectores exportables tiene una expansión de la oferta limitada por otras cuestiones como ser la frontera agrícola, la inexistencia de actores con capacidad de concentrar los volúmenes de inversión necesarios, que tengan el saber hacer del negocio (fundir mil quiosqueros no genera una minera) y que no es el ahorro el que genera inversión sino al revés, tal como desarrollé en un mito anterior.

@AndresAsiain