Recientemente un grupo de empresarios entre los que se destaca Elon Musk, CEO de Twitter, publicaron una carta abierta para pedir que se detengan temporalmente las investigaciones sobre Inteligencia Artificial. El motivo que esgrimieron son las posibles implicancias negativas de su uso para la vida social. Este hecho renueva la necesidad de un debate informado y plural respecto a los costos y beneficios del uso de las tecnologías. Además de poner en tensión el rol que tienen los gigantes tecnológicos en la vida cotidiana de las personas.

En los últimos tres años, más aún con la pandemia, gran parte de la población experimentó casi de forma definitiva la digitalización de la vida cotidiana. Por ejemplo, en países como Argentina se produjo una aceleración de los tiempos para adoptar ciertos comportamientos como el uso de los dispositivos móviles y las plataformas. Sin embargo, no se debe dejar de considerar el aumento de la brecha digital, la desconexión de los países más pobres en comparación a los más ricos y la rentabilidad que la pandemia representó para los gigantes tecnológicos. Algo de esto evidenció la canadiense Naomi Klein a mediados del año 2020 en un artículo publicado en The Intercept, contando que un grupo de empresarios se había reunido para imaginar el futuro después de la covid-19. Lo llamó “El new deal de las pantallas” y, entre otras cosas, ya planteaba el riesgo de la injerencia de las grandes corporaciones de internet en la vida política y social.

Las nuevas tecnologías, la lógica algorítmica y el uso de la inteligencia artificial (IA) parecen ser de gran utilidad porque facilitan áreas de servicio, gestión y consumo, pero también desafían las pocas reglas gubernamentales establecidas a nivel internacional. Es así que el capitalismo en red o informacional, parafraseando al sociólogo Manuel Castells, trae nuevas formas de acumulación pero también múltiples desigualdades y desafíos. Como aquellos académicos que presagiaron el fin del cine, la radio y la televisión (todos siguen existiendo -reconvertidos- hasta el momento de este artículo) pareciera que no falta mucho para que se anuncie el fin del trabajo, al menos como era conocido previo a la actual revolución tecnológica. Esto ocurriría producto de la automatización, internet y de la, aún en desarrollo, inteligencia artificial.

Hoy son los dueños de las grandes plataformas y las élites de la industria tecnológica, quienes piden ¿preocupados? detener las investigaciones sobre la Inteligencia Artificial. La gran incógnita que surge entonces es cuán preparadas están las sociedades y los gobiernos, para la reconversión producto del protagonismo de este tipo de avances. Por eso, es necesario renovar los debates y certezas sobre el nivel de incidencia de las tecnologías y sobre todo, la pregunta sobre quiénes controlan, regulan y verdaderamente se benefician por su desarrollo. De la misma forma, es necesario insistir en preguntas, que ya llevan varios años sin ser respondidas, como qué ocurre con los datos de los usuarios y cómo administrar las posiciones presuntamente monopólicas de los gigantes tecnológicos. Vale recordar que por hechos asociados a estas incógnitas, los CEOs de las grandes empresas (Google, Amazon, Facebook y Apple o los GAFA por sus siglas en inglés) debieron comparecer en la justicia de Estados Unidos a fines del 2021.

La centralidad que adquieren la digitalización, internet y las plataformas, ya es un hecho para gran parte de la vida en comunidad. Sin embargo, todavía vale la pena reflexionar sobre el verdadero impacto que tiene para la mayoría de las personas las formas en que se genera y consume la información y los modos en que, inevitablemente, se ha transformado la participación y el interés en los asuntos públicos. En muchos sentidos se reactualiza la “modernidad líquida” que caracterizó Zygmunt Bauman. Una modernidad de múltiples significados y categorías para poder ser evaluada. Sin dudas, la Inteligencia Artificial, será un paso más hacia una nueva forma de organización social, incluso hacia una nueva forma de caracterizar la modernidad, acaso ¿una modernidad más artificial? Lejos de cualquier determinismo, hay algo cierto: la humanidad se enfrenta a formas de producción y de vínculos todavía desconocidos.

*Licenciado en Ciencias de la Comunicación, Maestrando en Periodismo (UBA)