Un rosario de plástico, una cadena dorada que no alcanzaría para hacer levantar la mirada de Adam Sandler en Uncut Gems y unas medias altas con leyenda exclamativa, aunque también de carga hereje, según el lado en que se ubiquen sus piernas: “puta madre”, se lee en el algodón.

Así anda Neo Pistea por estos días. Ligero y tranquilo pero también expectante por saber cómo se recibirá su próximo movimiento. No necesita un gran estilista porque los ornamentos están en su propio cuero, una piel tan tatuada que parecieran no dar las cuentas entre la cantidad de tinta y su modesta figura. 

La figura que se ve no siempre responde a la potencia de su contenido. O precisamente por eso, ante la posible condena de pasar desapercibido es que la intensidad se eleva. Y la ferocidad de Tony es capaz de triplicar su altura. Un cómodo peso gallo que con un simple fraseo deja a su rival desorientadísimo.

► Entre el tumulto

La historia del trap local como la conocemos -al menos, como llegó a escribirse en el mainstream- ubica a Ysy A como propulsor de la escena a partir de El Quinto Escalón y un gimnasio de rimas que los volvía musculosos sin levantar una sola pesa. Duki, Wos, Trueno, estaban preparados para la ebullición, sí, pero antes, bastante antes, estaba Neo. El chico de Merlo que tiraba sin competir. Con ese rapeo disfónico y su cadencia atropellada, desacomodando todo con Medusa y rompiendo desde la KMD Label, el proyecto que tuvo con Coqéein Montana, Negro Santo y Mike Southside. 

La disolución del grupo sucedió, las batallas de freestyle se espectacularizaron, pero Tony siguió ahí, entre el tumulto, destacando con estrategias propias y siendo inevitablemente tentador, como aspirar un sorbete haciendo ruido de burbujas teniendo más de 30 años.

Vino Modo Diablo, los white Migos, y uno de los mayores cónclaves musicales de la década: el remix de Tumbando el club. Un junte suficiente para un papi fútbol y con estrellas de sobra. A mes y pico de su estreno, en mayo de 2019, Tony arrancaba la gira que llevaba el mismo nombre del tema, con una fecha en Groove. Quizás la vez que más cerca se estuvo de escucharla en vivo con el cast completo (sólo faltaba Khea, que en ese momento estaba en Estados Unidos).

El tiempo pareció impregnarse de la voracidad de sus protagonistas y entonces la pandemia frenó en seco cualquier tipo de intención. En ese hiato, Neo preparó y largó Punkdemia, un trabajo que se introduce desde una estética metalera (algo que también eligieron para sus portadas de esa época otros colegas como C.R.O. u Obie Wanshot) y con el que no tuvo chance de girar.

Para este nuevo lanzamiento, Tony dejó de aparecer en redes sociales, espacio al que nunca fue demasiado adepto. No se sabía mucho qué estaba pasando del otro lado. Hasta que ese muchacho de bandana noventosa se trasladó a Mar del Plata. Una sencilla casa rodante, su productor 0-600 y el realizador audiovisual que brilla aún si intentara fallar: el Orco. 

Entre sorrentinos de exportación y temperaturas expectantes, Neo volvió a los escenarios. No hubo detrás una gran campaña: sus propias historias y el empapelado chorreante por la ciudad bastaron para calentar las cuatro fechas (semi) sorpresa. El escenario de Club TRI (algo así como el Niceto marplatense), la repartija de un fanzine al público (que no se consigue y por eso ya empieza a engordarse de épica) y un artista con ganas de probar otras cosas. Ese primer boceto encontró a un público dispuesto a recibirlo.

Allí rodaron el videoclip del primer corte del álbum Tiki y también funcionó de disparador para hacer Océano, canción que se grabó en una sola toma, estacionados frente al mar. A Neo le gustó tanto cómo salió que quiso dejarla así, envalentonado con el poder de lo espontáneo.

► NEO, lo nuevo

La búsqueda de NEO, en mayúsculas y en forma de cruz, rompe los ladrillos hacia otro espacio. También indaga por las movidas de los '90 y acaba partiendo caminos con el trap. Un género que pregnó como título para todos los medios confundidos y hoy en verdad ya descansa en un garage hasta con cubierta protectora. 

Él mismo reconoce que de esta manera la recepción de la gente es un misterio, aunque prefiere el riesgo, porque son otros los diálogos que está buscando: Tony le habla a una audiencia algo más adulta, sin que eso implique ser solemne o enrevesar las letras. ¿Para qué encriptar más el mensaje si el paso del tiempo ya dificulta el diálogo por sí solo? Y también, ¿cuáles empiezan a ser las intenciones creativas cuando es el artista quien ha crecido?

El nuevo disco se va a presentar oficialmente el próximo 24 de mayo en Vorterix. Ahí también se presentará Punkdemia, asunto pendiente desde 2021. Pero antes, Neo propondría una función especial en Niceto. Ahí sonreirá mucho, agradecerá a los presentes e irá durante toda la noche con una muletilla curiosa: cada vez que hable, entre tema y tema, cerrará sus intervenciones con una “chucky”. Poco aguantará a quedarse sin remera, con tronco caribeño pero tatuajes bien sudamericanos. 

La narración fílmica será responsable de una nostalgia precoz, porque cuando suene Campeón, el niño Tony caminará detrás de escena por un pasillo, y en el recorrido se abrazará con el demoledor Alejo y el sentimental Duki. Nadie podrá apaciguar los gritos de ese junte, aunque no implique ninguna producción venidera entre ellos.

En esta nueva instancia hay banda propia, de la que forman parte Tery Langer (ex Carajo, actual guitarrista de Arde la Sangre) y Nicolás Polo, baterista de Asspera. Por la senda del disco hay punk rock, llamados a Manu Chao (Ancestral), percusiones espontáneas (grabadas con un juguete de Mateo, su hijo), transiciones relajadas e invitaciones de ambición delictiva (“robar un banco con vos”) chilla en su canción de cierre. Como si de un menú de varios pasos se tratase, Neo pincha el tenedor por melodías árabes, metaleras y hasta algo de son cubano. Banco baja el tono y acaba con una perla de libertad. 

Un sonido luminoso, elegido para los pacientes, se escucha varios segundos después de la última canción, al estilo de los tracks ocultos que ocurrían en la época dorada de los cds. Aquellos que bancaron su regreso, controlando el fuego de los que esperan. Es difícil apagar una llama si su candela consiguió cambiar el curso de la historia.