“Los libros son de esa clase de instrumentos que, una vez inventados, no pudieron ser mejorados, simplemente porque son buenos”, sentenció alguna vez el semiólogo y novelista italiano Umberto Eco. Así, hoy se celebra el día internacional del libro, esos artefactos que, entre páginas de papel o en las pantallas de diversos dispositivos, nos invitan a viajar sin movernos de casa

La fecha, proclamada por la Conferencia General de la UNESCO en 1995, coincide con la de la desaparición física de William Shakespeare, Miguel de Cervantes y el Inca Garcilaso de la Vega. “Este día rinde homenaje a los libros y a los autores y fomenta el acceso a la lectura para el mayor número posible de personas. Trascendiendo las fronteras, el libro representa una de las invenciones más bellas para compartir ideas y encarna un instrumento eficaz para luchar contra la pobreza y construir una paz sostenible”, señalaron desde el organismo.

En ese contexto, Salta/12 dialogó con autores y autoras del norte argentino, quienes recientemente editaron obras con una impronta propia. Así, les artífices convidan a les lectores al encuentro de sus mundos y revelan parte del proceso creativo que les impulsa a escribir.

Lucrecia Coscio y el sentir de las mujeres

“A la oquedad del balde/escurriremos lágrimas ovales/y pagaremos el óbolo/con nuestros óvulos/(y las cabelleras de nuestras hijas)/Entre los escombros/hundiéndonos en las/bocazas/de salitres interminables”, proclama la hacedora local Lucrecia Coscio entre los versos de “Menina”, que forma parte de “Fembras”, un poemario potente y arriesgado que se presentó en Salta, en diciembre del año pasado.

Lucrecia Coscio. 

“Los poemas intentan expresar el sentir de las mujeres que lo habitan, mujeres de diferentes épocas, mujeres que transgredieron las prescripciones sociales, que vivieron o murieron poéticamente. En el libro, regreso al tiempo de cada una de ellas y las encuentro en el territorio de los poemas; en las ausencias de aquellas mujeres queridas que partieron y de la niña que dejé de ser. Rolando Vargas, de la Editorial el Demiurgo se ocupó de lograr una linda edición. La imagen de tapa se realizó a partir de una obra de mi hermano el artista visual Federico Coscio”, describe la salteña.

Sobre este volumen, la también poeta Fernanda Agüero destacó tiempo atrás que “Vibran las mujeres a través de sus versos en un canto festivo y necesario. Palabras, imágenes que van tejiendo un intenso entramado femenino con absoluta libertad, con desenfado, con la seguridad de saber, como mujer, cual es la profunda extensión de su deseo y el de sus hermanas, hijas, madres”.

Fembras es entonces una opción para leer en clave feminista y lírica en este fecha particular

María Belén Aguirre y una valiosa trilogía

Otro de los libros que buscan lectores en este día es El cielo desde abajo, se trata del segundo componente de la “Trilogía de Gualandi”, iniciada en 2022 con Ubisunt, ambos publicados por La Papa Editorial.

El cielo desde abajo es una combinación entre poesía y “neonarrativa”. “Así le di en llamar a esta narrativa experimental, que viene siendo mi marca ya desde mi primera nouvelle Viaje a Lituania, en 2009”, apunta María Belén Aguirre. Y amplía: “Esta segunda parte tensa, hasta el ad absurdum, la relación entre el poder intersubjetivo y el estatal. Intenté explorar el escabroso universo del poder, a través de una alegoría encarnada, esta vez, en la relación entre un loro gris, Yaco, y su amaestrador. Entre ambos, el lenguaje es el campo minado en el que libran sus batallas el saber y el no saber; esto es, los límites capciosos del conocimiento”.

Premiada por el Fondo Nacional de las Artes en 2020, por Siamesas, la artista comenta que la idea de crear una trilogía fue naciendo de un modo paulatino y, en un principio, no premeditado. “En Ubisunt el reto era crear, a partir de ciertos elementos documentales, una versión apócrifa de la vida y muerte del poeta desaparecido Miguel Ángel Bustos. Por ejemplo, la lectura de su grandioso El Himalaya, o La moral de los pájaros, fue fundamental para mí. También, el destino último de sus restos mortales, tras el descubrimiento a cargo del Equipo Argentino de Antropología Forense, en el año 2014 -sus cenizas fueron arrojadas por su hijo Emiliano, también poeta y dibujante, al Río de la Plata. Mi imaginación asoció ambos hechos: la ceremonia fúnebre, 30 años después, con los vuelos de la muerte”, relata.

Asimismo, sobre la producción y vinculación de ambos tomos, Aguirre distingue: “Ya en Ubisunt mi personaje, en un estado de abstinencia literaria, comienza a escribir en los márgenes de un libro de ornitología; allí descubre asombrado una especie de loro gris africano llamado Yaco. En el segundo libro, esa singular ave parlante será la voz sofocada que intentará a veces librarse y otras subyugarse, según el caso, ante las lecciones de su amaestrador. Entre ambos nace una relación indeterminada de amor y tormentosa dependencia mutua, que bien pudiera evocar los complejos vericuetos emocionales del síndrome de Estocolmo. Pero, sin duda, lo primordial de mi exploración fue la del lenguaje como un dispositivo de poder”.

Así, la tucumana reflexiona sobre las zonas de confinamiento y las dinámicas que allí suceden, con una propuesta actual y necesaria que llevará a quienes la lean a un estado reflexivo que se conjuga con una notable artesanía de la palabra.

Ezequiel Villarroel y su pasaje a la novela

La novedosa novela del escritor jujeño Ezequiel Villarroel, Una canción Punk, traza un pentaedro de personajes que conforman una banda del mítico género que surgió en Inglaterra. Ambientada en los noventa, en un “Jujuy que ya no existe”, narra la historia de Bruno Quiroga a través de los recuerdos de Javier Galarza, cuando ambos integraban un grupo punk.

“Dos amigos se encuentran por casualidad en un almacén. Uno de ellos tiene cicatrices en la cara y en las manos. La imagen desencadena una serie de recuerdos en el narrador, quien lo conoció mucho antes de su estado actual”, adelanta el poeta que se presentará el 14 de mayo en la Feria del Libro en la provincia de Buenos Aires.

Sobre sus motivaciones para definir la estética de su obra, revela: “Me acordé de esa escena: Robocop volvía a la fábrica de acero para vengarse de los que lo acribillaron cuanto todavía era el teniente Murphy. Uno de los secuaces de Boddicker intentaba atropellarlo, Robocop disparaba hacia el parabrisas, el villano se desviaba y chocaba contra un contenedor gigante de ácido, el líquido inundaba el camión blindado y se abrían las compuertas de atrás. Al salir, el tipo se miraba las manos y caminaba como un zombi, mientras la piel se le derretía hasta quedar desfigurado, igual que Bruno”.

Villarroel expone que el pasaje desde la lírica a la narrativa sucedió en medio de la pandemia, cuando incursionó en la elaboración de cuentos. Uno de ellos se extendió y se transformó en su debut novelístico, que fue publicado porAntipop editorial.

Sobre este título, Fabio Martínez asegura que su autor “da el salto a la narrativa de la mejor manera posible con una novela potente y conmovedora que encenderá ese fuego que todos tenemos adentro”.

Ezequiel Álvarez y una poesía de las periferias

Escalpelos, del santiagueño Ezequiel Álvarez, es un libro de tránsitos, de caminos, donde se muestra paso a paso una ciudad hostil, “es un poemario de las periferias, también, de un monte que no se resigna al ecosistema de los márgenes y busca en el horizonte un trazo de la memoria comunitaria”, apunta el escritor.

(Imagen: gentileza Julia De Titto). 

“Caminar el barrio/. Hasta que el corazón se ubique solo”, esa es tal vez la propuesta más fuerte de este volumen publicado por Halley Ediciones. Entre sus páginas aparece una identidad “que se hace y deshace entre nylon y espinas, chapas y gallos, caminos y picadas donde brillan los restos de un bebote o la piel reseca de un lagarto”.

Cada uno de los 30 poemas que integran el libro tiene su fondo en un barrio o anhelo dede la ciudad de Santiago del Estero, en las posibilidades del arte y la esperanza “que siempre es poética y política”.

El autor relata que los versos de Escalpelos nacen de múltiples visitas a una comunidad al sur de Santiago del Estero “que pelea hace un tiempo para que se nombre una calle. El nombre de una calle es una búsqueda y también síntesis”. Sobre ese eje, Álvarez, reflexiona sobre el hecho de nombrar, sobre a potencia de lo innominado como factor de exclusión, sobre la lejanía de la ciudad de sus habitantes, sobre la potencia idiosincrática del monte.

Cuatro alternativas para celebrar con lecturas al mejor compañero analógico, entre papeles, versos e historias, los norteños y norteñas escriben y también, por supuesto, leen.