“Es raro ver orquestas así, hoy son casi todos tríos, cuartetos, sextetos, ¿pero así? Es complicado para trabajar porque no hay presupuesto, nosotros lo hacemos porque nos gusta”, reflexiona Víctor Lavallén. El bandoneonista subirá al escenario de Bebop (Uriarte 1658) con su orquesta típica este miércoles a las 20 donde recorrerá clásicos del tango y composiciones propias. “Tengo arreglos que ya grabé, cosas que la gente no conoce, otras mías y alguna tradicional, como ‘La Maleva’ o ‘Qué me van a hablar de amor’ cantado”, le anticipa a Página/12. En los últimos años, Lavallén tocó mucho con el trío que mantiene junto al contrabajista Horacio Cabarcos y el joven pianista Pablo Estigarribia. Pero el formato orquestal le tira fuerte a él que, además, tocó con muchísimas figuras y que fue fundamental para la conformación del estilo de Osvaldo Pugliese.

Cuando se le pregunta por las orquestas, no duda. “Cada uno te trae ideas nuevas, todos te modifican: Piazzolla, Pugliese. Todos copiamos de Ástor y él era admirador de Pugliese. Si algo escuchaste y te gustó, unos compases te robás, pero con tu estilo. Lo importante es ser creador, escribir, hacer los temas distintos a los demás. Yo escuchaba mucho a Pontier, Troilo, Pugliese. Había para elegir, y de todo te quedaba algo. Después sale lo que escuchaste y lo de uno. Por eso en los ‘50 y ‘60 todas las orquestas eran distintas”.

El tren de los recuerdos para Lavallén comienza hace casi 70 años, pues su primer trabajo con el fueye sobre los muslos fue a a los 14 años, y ya cuenta 83. “En ese entonces todos empezábamos jóvenes, porque faltaban músicos, y trabajé hasta llegar a Pugliese, que era mi meta”. Antes pasó, entre otras, por las formaciones de Miguel Caló, Ángel Domínguez, Enrique Francini, Atilio Stampone, acompañó a Armando Laborde y Alberto Echagüe, y después de Pugliese formó el mítico Sexteto Tango. En los últimos años, además del trío con Cabarcos y Estigarribia, se dedica a formar a las próximas generaciones desde la Orquesta Escuela Emilio Balcarce, bautizada en homenaje a uno de sus más talentosos compañeros de fila.

Lejos del discurso anquilosado contra los jóvenes, su lugar en la Emilio Balcarce le da optimismo por el futuro del género. “Hoy escuchás la orquesta escuela y parece una orquesta de antes”, celebra. “¡Tenemos músicas y músicos para rato!” Su única preocupación es que tengan espacios para expresarse, porque asegura que todos estudian a consciencia y que tienen un gran nivel técnico. La diferencia con la edad de oro del género, advierte, pasa justamente por la cantidad de escenarios para presentarse y el rodaje que puedan sumar las agrupaciones. Si antes tocar con una gran orquesta varias veces en una noche era la norma, ahora un show como el de Bebop es un lujo, casi una declaración de amor al tango. “Antes las orquestas eran así, como esta: Basso, Pugliese, Piazzolla, Fresedo, Gobbi, ¡todas! Todas tenían cuatro bandoneones, cuatro violines, contrabajo, viola y piano, y todas trabajaban”, señala.

“Lo que pasa es que hoy el tango no tiene mucha difusión, las nuevas generaciones no escuchan nunca porque las radios no lo pasan, entonces no tienen oportunidad, pero hay buenos músicos, con ideas. En la Emilio Balcarse van muchos jóvenes, de hasta 35 jóvenes, que vienen de todos lados, que aprenden todos los estilos y ahí también sale lo de ellos. Hoy hay muchos bandoneonistas, algo que en algún momento pensé que ya no corría más, y además hay muchas chicas tocando muy bien. A la gente le gusta, y cuando está la oportunidad, va. En el (Centro Cultural) Borges fueron 300 personas”, comenta. Para esa fecha que menciona armó una orquesta ad hoc junto a Estigarribia y el público, cuenta admirado, “era en su mayoría gente joven”. Lavallén insiste con la abundancia de ideas y talento entre los músicos emergentes. “Acá lo único que falla es la difusión, después está todo bien. Material hay un montón, hay que darle oportunidad”, arenga.