Una linda mañana                9 puntos

Un beau matin; Francia, 2022

Dirección y guion: Mia Hansen-Løve.

Fotografía: Denis Lenoir

Intérpretes: Léa Seydoux, Melvil Poupaud, Nicole García, Pascal Greggory.

Duración: 112 minutos.

Estreno: en Flow, Movistar TV, Google Play y Apple TV+

“¿Cómo va la vida?” es la pregunta recurrente que se hacen todos los personajes –en voz alta, cuando se encuentran; hacia adentro de ellos mismos cuando tienen algún momento de reflexión- en Una linda mañana, la nueva película de Mia Hansen-Løve, que la confirma como una de las mejores realizadoras del cine francés actual. Y la vida por supuesto es difícil, compleja, para unos más que para otros (“La vida no es democrática”, dice en algún momento un personaje), pero siempre se manifiesta como el curso de un río que no se detiene, pleno de recodos, sorpresas y dificultades, que habrá que aprender a sortear.

Eso al menos es lo que le sucede a Sandra (Léa Seydoux), una joven madre viuda, que debe atender varios frentes simultáneos: la crianza de su hija Linn de 8 años, su trabajo como traductora e intérprete, y el cuidado de su padre (Pascal Greggory), un profesor de filosofía víctima de una enfermedad degenerativa que paulatinamente lo va encerrando en su propio cuerpo y que le impide hacer aquello a lo que se dedicó toda su vida: leer y pensar. La sexualidad y el amor han quedado postergadas para Sandra, hasta que se reencuentra con Clément (Melvil Poupaud), un amigo del pasado que despierta en ella una pasión que creía quizás definitivamente apagada. “¿Cómo puede ser que este cuerpo estuviera dormido durante tanto tiempo?”, le pregunta sorprendido Clément, que a su vez también tiene sus complejidades: él está casado y tiene un hijo de la edad de la hija de Sandra.

Los elementos del más clásico melodrama están allí, pero no es un género que le haya interesado nunca a Mia Hansen-Løve, que está en las antípodas –por ejemplo- de un cineasta como Truffaut, para quien el melodrama era todo. Por el contrario, Hansen-Løve es tanto por sus temas como por sus formas una directora cartesiana, practicante de un cine de prosa capaz de exponer los conflictos de sus personajes con claridad y rigor, sin por ello resignar la emoción, que llega siempre de manera paulatina y sutil.

Como ya sucedía en El porvenir (2016), donde Isabelle Huppert encarnaba a una profesora de filosofía que de un día para el otro descubría que su marido la dejaba por otra mujer, aquí en Un beau matin esa tercera en cuestión nunca aparece. No se sabe nada de la esposa de Clément. Lo que importa en el film es Sandra y lo que gira a su alrededor, empezando por su familia, un núcleo dramático que ya era central en El padre de mis hijos (2009), otra gran película de Hansen-Løve.

En Una linda mañana –un título que proviene del libro de memorias del padre de Sandra, An einem schönen Morgen, que quedará inexorablemente inconcluso- es crucial el arco vital que abarca la película, desde la infancia hasta la senectud. Ya en los primeros minutos, Sandra le propone a su hija Linn (no demasiado animada con la idea) ir a visitar primero a su bisabuela (muy digna a pesar de sus 94 años) y luego a su abuelo, cada vez más perdido en su tiniebla interior. Sandra está en la plenitud de su vida y mientras debe resolver su situación con Clément, atiende a su vez esos dos polos opuestos, que van de su hija a su padre enfermo, cercano a la muerte.

Gran directora de actrices y actores, Hansen-Løve –excelente montajista también: sus cortes son limpios y secos como los de una katana- saca lo mejor de su extraordinario elenco. Seydoux tiene una sensibilidad a flor de piel, que le permite exponer todos los sentimientos que atraviesan a su personaje sin caer jamás en el sentimentalismo. Como su padre, Pascal Greggory logra materializar con una convicción notable el veloz deterioro de su personaje, que contrasta con la vitalidad de su exesposa, encarnada con fuerte personalidad por Nicole Garcia. Por su parte, Melvil Poupaud como Clément vuelve a demostrar que es el actor francés más versátil de su generación, capaz de dotar de verdad y carnadura a los personajes más disímiles. Y para completar el círculo virtuoso, la luz del director de fotografía Denis Lenoir es muy orgánica con el tono general de la película, que nunca deja de ser diáfana a pesar de sus zonas de oscuridad.