Este escrito tiene como objetivo pensar, elucidar desde una vertiente psicoanalítica y, en diálogo con otras disciplinas como la historia, sociología, ecología, biología, paleontología, la reciente celebración del Día del Trabajador.

Gran parte de la Humanidad ha resuelto fijar como conmemoración un primero de mayo, en referencia a los albores de la era industrial que recientemente se inauguraba y a los luctuosos hechos ocurridos a finales del siglo XIX, con la muerte de muchos obreros, por la violenta represión con la que se intentaron acallar sus justos reclamos. Es un reconocimiento hacia un colectivo que luchó por una jornada laboral de ocho horas y por derechos sociales inalienables, ligados al producto de su trabajo. En ese preciso momento histórico y como es habitual en la vida, surgieron conflictos con otros humanos, como los patrones que se resistían a tales demandas, dado que les costaba mucho ceder una parte de sus ganancias.

La existencia de Sigmund Freud, nacido a la vida a mediados del siglo XIX, estuvo atravesada por estos hechos sociales, que vivió intensamente en su Viena imperial, la que sobrellevaría cambios radicales. En ese contexto, elaboró una obra producto de su trabajo, donde demostró que los humanos estamos gobernados por instancias psíquicas inconscientes, desconocidas desde la conciencia, pero que pueden advenir conscientes. Para ello la humanidad toda debe realizar un trabajo individual, familiar y colectivo con los conflictos que inevitablemente depara la vida.

El genio del vienés elucidó que todo sujeto humano debe a lo largo de su existencia realizar un trabajo de duelos permanentes, según el período de su evolución. El neonato tempranamente, proveniente de un mundo acuático, constitutivo del vientre materno, se encuentra experimentando la pérdida de ese continente que lo cobijaba y ahora debe realizar un trabajo en un medio aeróbico. Además, es totalmente dependiente de la ayuda ajena, la madre o su sustituto, quien es la encargada de alimentarlo, sino perecerá. Así se encuentra con el pecho materno o su sucedáneo, el biberón. La boca y la mucosa que la recubre es una fuente de placer y de vida. Allí deberá tolerar que el pecho no le pertenezca y en un tiempo prudencial, un nuevo trabajo de duelo deberá realizar, producto del destete. Simultáneamente, nuevas pérdidas lo pondrán a prueba en esos primeros tiempos de vida: a sus heces las vive como productos muy valiosos, percibe a la higienización como una pérdida de productos preciosos que le pertenecen. Allí, entre otras cuestiones, se producirán fijaciones anales, que luego habremos de observar en aquellos humanos que tienen una desmedida atracción por el dinero y el placer por su acumulación. Pueden estos sujetos alcanzar niveles de voracidad pecuniaria de una dimensión incalculable. Es lo que percibimos por estos tiempos del siglo XXI, donde un colectivo menor a un 10 por ciento de la población ha construido un poder omnímodo. Se sienten que el planeta les pertenece, pueden llevar a cabo estragos en el ecosistema para la obtención de más riquezas. Es posible poder pensar que en sus delirios omnipotentes por la adquisición de tales niveles de dinero-heces (fantasías infantiles pretéritas), puedan desmentir psicóticamente que ellos viven y son parte de este planeta Tierra, al que megalómicamente pueden destruir. No aceptan que algo les falta, que no se puede y alcanzan con tener fantasías delirantes de poblar otros planetas del sistema solar. De ello dan cuenta algunos reciente vuelos por fuera de la atmósfera terrestre por algunos de estos humanos, dueños de fortunas inconmensurables. Sí, saben que para sobrevivir necesitan oxígeno, como cuando nacieron.

Sigmund Freud, para atenuar estas acciones destructivas, nos ha legado otro trabajo a realizar, que es el de juicio. Propone que los humanos debemos adquirir (en el mejor de los casos), la capacidad de poder atenuar nuestro narcisismo más recalcitrante. Este nos puede transportar a la destrucción de nuestro planeta, para ello debemos acotar nuestro egolatría, a un nivel necesario para valorar nuestra propia existencia y darle lugar al otro semejante. En este plano, podemos adquirir la capacidad de apreciar la vida en convivencia social, en rescatar al valor inalienable de nuestro ecosistema, compuesto por la vida vegetal y animal en todas sus dimensiones, y la materialidad de los minerales que nos sostienen y de los cuales estamos compuestos. Para ello deberemos realizar un trabajo de repensar este mundo que estamos actualmente edificando. Los trabajadores de la salud mental, los biólogos, historiadores, sociólogos, artistas plásticos, poetas y tantas otras dimensiones humanas nos están alertando que si se continúa con esta depredación, habremos finalmente de sucumbir como especie y como planeta con las actuales características.

Freud además pensó en un trabajo ligado al recuerdo, para ello los humanos construimos relatos históricos, como es nuestra historia personal y colectiva. Pero esta rememoración solicita pensar que somos producto de la historia sobre nuestro planeta, tanto como una específica especie, en convivencia con la naturaleza toda. Recientemente, desde la paleontología nos llegan trabajos sobre cómo nuestro planeta tuvo cinco extinciones masivas, las que dan cuenta de ello los restos fósiles de vidas pretéritas extinguidas que poblaron nuestro planeta.

El trabajo a realizar por nuestras generaciones actuales, como lo hicieron mucho de las pretéritas, es tomar conciencia de estas fuerzas inconscientes ingobernables cuando están ligadas a un puro principio de placer. Para ello debemos anteponer un principio de realidad, que nos precipite en un mundo interior y colectivo, donde para llegar al placer necesario debemos dar un rodeo constructivo para el momento que ambos confluyan. La realidad que nos rodea es muy preocupante, por la destrucción fundamentalmente del ecosistema: recobremos un placer de valorar lo que nos rodea, donde los humanos somos un eslabón constitutivo de este cuadro que es nuestro hogar Tierra.

Festejemos este trabajo epocal que nos convoca. Mantengamos la ilusión de un porvenir que demanda defender la vida frente a los agoreros idólatras de la muerte.

Oscar Alfredo Elvira es miembro titular en función didáctica APdeBA. Autor de libros y artículos psicoanalíticos.