Inés Mauri habla mucho y habla rápido. Es un signo de época, una marca de su generación. Criada entre el brote de internet y la cultura de los discos truchos a $10 -seguramente de Miranda! o Babasónicos, seguramente vendidos en algún parque de La Plata bajo el sol de los 2000-, Inés no podría ser otra cosa que todo eso: un pastiche de referencias contradictorias, una cara andrógina, un carácter descontracturado, una artista que se debate entre el indie rock y el electropop, y construye desde ahí, en esa frontera.

En 2022, la platense estrenó Pendeja, su primer álbum de estudio, que navega los amores y dificultades de una piba queer de 28 años a través de una geografía sonora que abarca el pop electrónico más indie, pero también recorre pasajes de groove, dance y, por momentos, surfea superficies más experimentales.

--¿Qué historias querés contar con tu música y particularmente con este disco?

--De alguna manera, la música es un disparador para poder dejar asentadas cosas que me pasaron, emociones que tuve o lugares que habité, cómo me sentí. También para no olvidarme. Creo que es como la memoria, el recuerdo, algo que está grabado, el tatuaje de un momento. Lo vivo un poco de esa manera. Pero, al mismo tiempo, si fuera solamente eso lo dejo en mi casa o en el estudio.

--Es como hacer terapia.

--Sí, y al mismo tiempo obviamente me ayuda a recordar y no olvidarme de ciertas cuestiones de mi vivencia queer, ponele. Yo salía con chicas cuando tenía 14, ya pasó un montón de tiempo. Sin embargo, no quiero naturalizar lo que tengo como habitual. Quiero recordarme cómo viví las cosas para valorar el presente y lo obtenido, pero también para tener en cuenta que hay otras realidades respecto a cómo lo viví yo en ese momento.

--¿Y cómo te sentís ahora respecto a Pendeja, a casi un año del estreno?

--Lo escucho ahora y me siento súper diferente. Me pasa con Paki: es un tema que, cuando lo compuse, estaba re triste y en realidad era un bajón, tipo: "Dale, ¿de vuelta te pasa esto? Te estás poniendo el palito en la rueda". Cómo no iba a contar eso. Es como revivir esa emoción y reírme un poco de mí, de la reincidencia. Revisito las canciones y, en el vivo o en el estudio, una vez compuestas, me permito jugar con la producción. Las reescucho y vuelvo a una parte de lo que fui, pero me doy cuenta de que no sigo siendo la misma.

--La portada de Pendeja está basada en un meme de internet. ¿Por qué lo elegiste?

--Quería que se pegara un poco al nombre, que tiene un juego con lo que soy y dejo de ser. Y es una palabra que, dependiendo del contexto, puede ser peyorativa o una apropiación, algo que le da valor. También quería representar una sexualidad queer desde lo queer y no desde un lugar súper paki, que pasa mucho. Y también la cultura del meme, porque me encanta, amo internet.

--A veces parece que se les demanda a cantantes LGBT que aporten al activismo queer. ¿Te interesa que vayan de la mano tu música y el activismo?

--Ocurre aunque no quiera. Me atraviesa mucho, no me pasa por al lado. Me siento sujeto político, entonces es imposible que mi música no se vea atravesada por eso. Yo escribo desde mi experiencia; obvio que ficcionalizo, pero escribo desde mi lugar en el mundo, y ese lugar es Argentina, Buenos Aires, La Plata... Y a veces lo elijo deliberadamente. Toco desde los 14, pero tardé mucho tiempo decidirme a nombrar al sujeto de deseo en femenino. Nunca tuve un mambo muy fuerte con el clóset, pero musicalmente sí me pasaba. En 2018 o 2019 empecé a componer desde ese lugar y fue una decisión, pero también fue una necesidad y un alivio muy grande, una liberación.

--¿Por qué creés que no te costaba "el clóset" en tu vida personal pero sí en lo musical?

--Estudié música y había algo de la solemnidad en todo eso: no tener que ser tan literal, no decir las cosas tan directas y demás. Y al mismo tiempo es muy loco, porque yo me siento muy cómoda con la palabra, hablando, diciendo, y siempre fui medio rebelde o contestataria cuando era piba. Pero musicalmente me paraba desde otro lado. No sé qué se me jugaba exactamente, pero fue muy bueno cuando dejó de pasar.

--El universo semántico de Pendeja está cargado de cierta negatividad: títulos como Ingrata, Tapada, Miedos, Guerra… ¿Vivís los vínculos con dificultad?

--Hace poco le decía a mi psicoanalista que me llamaba la atención que, con el tipo de personalidad que tengo, no tuviera comportamientos adictivos. Y, claro, me dijo: los vínculos. Obviamente hay algo que se me juega ahí, y por eso hago música.

--Los últimos dos temas, Guerra y Fuego, están unidos por una transición casi imperceptible. ¿Siempre fueron dos temas?

--Era un tema entero y lo dividí en dos porque era muy largo. Guerra, además, es una canción con letra, más para una playlist. En Fuego hay una bajada de tempo y las veces que lo tocamos en vivo es un dolor de cabeza: hay muchas velocidades y hay mucho de la improvisación. Fue una idea conjunta con Tincho Casado, el coproductor del disco, pero lo pensé desde ese lugar: una cosa medio bailable pero súper oscura.

--Fuego es, justamente, una canción con 5 minutos de gemidos y una base dance de fondo que va cambiando de intensidad.

--Es una culminación de todo lo que va pasando en el disco. El dolor y el placer, para mí, son cosas muy cercanas. Capaz es una cosa muy dramática lo que estoy diciendo, pero no me parece.

--El dolor y el placer están interconectados a nivel cerebral.

--Incluso culturalmente son muy cercanas. El llanto, el lamento y el gemido, sonoramente están bastante cerca también, y quería jugar con eso. Las letras del disco dicen muerte, dicen palabras súper cargadas y súper fuertes, y quería resignificarlas y que concluya en esto: en algo transformativo. Una transición hacia lo que se viene, digamos.

Lo que se viene: nuevos arreglos de las canciones de Pendeja en clave rock dosmilero línea The Strokes y un nuevo EP con cuatro colaboraciones electropop de artistas latinoamericanos que, a su vez, son reversiones de temas del universo queer. La primera se estrenó el 27 de abril: Mujer contra mujer, que canta junto a Quediostesalve.

--¿Cómo es tener tu propio sello discográfico transfeminista?

--El sello surgió en 2020 con amigas del palo de la música electrónica y referentes de la ciudad de La Plata, más que nada vinculado a la distribución en plataformas para poder trabajar en condiciones piolas. Estando cómodas, en espacios seguros, con redes de contención. La premisa es tener propuestas artísticas que vengan de un lugar no necesariamente queer, pero no tan paki.

--Pendeja lo publicaste a través de este sello. ¿Qué dificultades te representa la autogestión como artista?

--Elijo la autogestión porque fue siempre mi forma de hacer. Me gusta involucrarme en todo lo que hago y en todas las áreas. Si se hace un video, medio que estoy haciendo el montaje... o sea, no lo hago, pero estoy ahí y meto mano si hay que meter. La autogestión me da ciertas libertades y, obviamente, tiene sus trampas. Tenés que hacerte cargo de más cosas, financiar más cosas. Pero es una manera de poder hacer desde donde quiero. Me demanda mucho tiempo, pero no conozco otra manera de ser.