1. La razón de mi vida es un libro que, desde el título mismo, anuncia su núcleo retórico: establecer nexos causales, es decir, el porqué de una historia, la propia, la de la patria, la de los humildes. Aquel libro, pues, expone esos enlaces: la razón de las cosas, incluso la de la irracionalidad del poder y del prejuicio; los descubre y los visibiliza. Similar orientación tiene la reciente carta de Cristina Fernández de Kirchner al enumerar las razones, una vez más, de la patria y de su propia situación. Tal vez, cuidar los nexos causales sea el último bastión de la resistencia ante el poder económico-político-judicial que arrasa contra toda lógica, contra la razón de la vida.

2. Aprendimos que la organización vence al tiempo. Sin embargo, no se trata de una ley infalible. En efecto, no siempre es así y, por otra parte, está visto que vencer al tiempo no alcanza. El poder, parece ser, también se preserva a sí mismo por los tiempos de los tiempos. Agreguemos: puede ocurrir que vencer al tiempo solo concluya en una eterna esperanza hacia un futuro que, paso a paso, se corre más allá como el horizonte y, en simultáneo, el presente resulte cada día más largo y penoso.

3. Hay un debate entre dos categorías, líder y organización. ¿Se puede sin un liderazgo que reúna? Los líderes no se crean por inteligencia artificial. Surgen y nunca terminamos de saber cómo ni cuándo. Sin embargo, un líder será insuficiente si no hay una organización, si no hay una comunidad organizada. Y, al mismo tiempo, ¿cómo queda esta última cuando el liderazgo queda proscripto?

4. “Volveré y seré millones” es la frase del célebre poema de Castiñeira de Dios. La expresión representa la expectativa inherente a un legado, aunque decanta como interrogante: ¿cómo y cuándo retorna la herencia simbólica del líder? El tiempo verbal, pues, anuncia un futuro de multiplicación que, se espera, se constituya como pueblo.

5. De nuevo el problema: ¿hay futuro sin un presente? En su carta, Cristina Fernández de Kirchner razona sobre los dos tiempos. Del presente, dice ella, tiene “la comprensión de la etapa histórica que estamos atravesando”. Hacia el futuro, más o menos inmediato, anticipa: “no voy a ser mascota del poder”. Sin duda, el poder animaliza, busca transformarnos en bestias, deshumaniza.

6. Pensemos entonces: líder, organización y pueblo. ¿Cuál es el punto de reunión? ¿Qué es lo que hace que estos tres términos se unifiquen entre sí y, a la vez, hagan del futuro un presente y del presente un futuro? Sintetizamos lo que respondería Freud: los ideales colectivos.

7. La reflexión apenas alcanza para transformar el desconcierto en rumbo, el desaliento en vitalidad, la razón en voluntad. No obstante, esa es la tarea señalada por la letra de Cristina Fernández de Kirchner, exigida por la necesidad y el deseo e impuesta violentamente por el poder concentrado.

8. La proscripción, además, nos obliga a un duelo y es imperativo que el duelo sea un trabajo y no solo una pena del alma. El duelo, entonces, podrá dar lugar a la complejización de nuestros ideales en la medida en que, por vía de nuestros empeños, le demos cabida a una realidad traumatizante, que Freud describió como la pérdida de una ilusión de omnipotencia. Dicho de otro modo, el proceso de duelo permite que el objeto perdido continúe --reelaborado-- en lo psíquico, sin pérdida del yo.

9. Resumamos la carta de Cristina Fernández de Kirchner: porque antes sucedió tal cosa, ahora pasa esto, y entonces debemos hacia adelante esto otro. Insisto: no debemos perder los nexos causales, sobre todo cuando el caos se cierne sobre nosotros. El núcleo de dichos enlaces es el hoy, el ahora, pues el problema no es el futuro sino el presente. O, más bien, el retorno del futuro, que haya futuro, depende, esencialmente, de los ideales que nos unan en el presente.

Sebastián Plut es doctor en Psicología y psicoanalista.