"Repensar el Salón de Mayo" fue este año la consigna del Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez (4 de Enero 1510, Santa Fe) para un Salón Nacional que cumplió 94 años consecutivos con una edición llena de sorpresas. La primera: los asistentes a la inauguración, el 25 de mayo pasado, fueron convidados en la galería de ingreso con un rico locro preparado por una vecina de Villa del Parque, Luisa González.

El convite constituyó una de las 41 obras seleccionadas por el jurado.

Gesto patrio, acontecimiento de sitio específico del colectivo Barrio sin plaza (Ariana Beilis y Malcon Distefano) revivió así el género del happening en el contexto de la estética relacional, con una acción social artística de fuerte connotación política. La obra obtuvo una mención por la Municipalidad de la ciudad. Compartir una comida popular en un espacio cultural tradicionalmente exclusivo de la elite de la capital provincial fue apenas el primer choque. Un público acostumbrado a que las obras de arte sean objetos se encontró inmerso en un universo de acciones y procesos, donde los objetos funcionan como herramientas o registros.

Caja registradora, del colectivo Separata (Fede Salvarredy y José Storni) es un dispositivo interactivo muy sencillo que convierte a quien así lo desee en cajero por un instante, habilitando operaciones de manejo de dinero que cada espectador deberá justificar en una memoria y balance.

 

Fabiana Imola junto a su escultura Teatrino.

 

Bióloga y artista, Luciana Paoletti pinta con microorganismos y expone junto al cuadro una mesa de trabajo con el protocolo de la obra, las fichas de sus "bio‑pigmentos" y la libreta donde anotó sus "lugares de captura" mezclando método científico y discurso amoroso. Otro autor rosarino, Maxi Rossini, pegó afiches interviniendo el espacio urbano alrededor del museo, en una propuesta que se materializa en la sala como instalación y que combina códigos visuales de las redes sociales, de la imagen empresaria de una entidad crediticia y de la protesta política.

Es una obra que puede leerse en clave de actualidad, lo mismo que la performance de Soledad Sánchez Goldar. La artista cordobesa se sentó en el interior de la pileta de la sala principal y escribió infinidad de veces, como un castigo escolar o rito obsesivo: "Todo va a estar bien".

Su coterráneo Lucas Di Pascuale dibujó en tinta roja la crónica de segunda mano de una experiencia anarquista en el presente. Wireframe 0077 Abasto, de Jorge Castro, estetiza tomas que documentan la esquina de Humberto Primo y San Martín, en el centro de Córdoba. Agustina Triquell elabora un atlas fotográfico de Galaxias desde Córdoba como parte de una indagación sobre la identidad local, cómicamente titulada Estírese la vocal anterior a la sílaba acentuada.

Literalmente buscando el color local de Santa Fe, Priscila Sandoval toma prácticas del arte de la comunicación, del mundo del trabajo y de las ciencias sociales para explorar un significante con el que muchos se representan. En Negro, pone un aviso en El Litoral (donde le exigen reemplazar el "discriminativo" término por un sinónimo) y otro en Diario Uno: "Se buscan negros. Hombres y mujeres. No importa la edad". Responde una mujer que se considera "negrita" pero "no así descendiendo de africanos o esa cosa".

Guzmán Paz, Luciano Demarco y Emilio Bianchic integran el colectivo BásicaTV. Ellos definen al ser humano como "el único animal con la capacidad de photoshopearse". Parodiando el glamour de las vedettes desde un humor trash y queer, BásicaTV desbarata gozosamente las fronteras entre las poses naturalizadas como femeninas y lo que se espera de unos cuerpos con rasgos masculinos. El travestismo pop casero de su video Conceal fue mucho para ciertos espectadores del Salón: el pendrive del video fue robado, repuesto y vuelto a robar.

Una reacción del público fue chistosa: en forma anónima les pusieron título a dos matafuegos del museo. La encendida carta de un lector en el diario que no quería publicar la palabra "negro" causó la asistencia masiva de curiosos al museo. Algunos odiaron y otros amaron lo que encontraron allí. No es que las disciplinas tradicionales falten: ahí están, pero son arte post‑conceptualista. Dialogan con la cultura y con la vida. Nicolás Pontón (premio no adquisición por La superficie del tiempo) dio brillo oscuro a un hueso a fuerza de grafito. Los dibujos experimentales de Andrés Dorigo se nutren del recuerdo de la fauna local.

El Teatrino de la escultora rosarina Fabiana Imola (premio adquisición) evoca contornos de una geografía y refleja al espectador. Juan Pablo Marturano asegura que no esculpe una montaña en mármol sin escalarla antes. Muro panal, escultura blanda de Andrea Moccio, se desliza imperceptiblemente desde la geometría al caos orgánico. La tucumana Alejandra Mizrahi teje obra textil pensada como superficie testimonial. Gabriela Acha creó un objeto para una acción artística y un registro aún inexistentes. La pintura se vuelve sobre su materialidad o bien se abre a la espectralidad. Sobre un fondo gris luto, Pablo Sinaí conjura desde la abstracción un fotograma del documental de Leni Riefenstahl sobre las olimpíadas de Munich. Comparte pared con los collages neosurrealistas, dadaístas y 100% analógicos de Susi Hochstimm.

Más información en http://www.museorosagalisteo.gob.ar/salon_mayo/obras.