Al inicio del doble programa que se lleva a cabo por estos días en el Centro de Experimentación del Teatro Colón, el performer, coreógrafo y director Iván Haidar solicita al público que mantenga sus celulares en “modo fantasma” e invita a capturar imágenes para replicarlas y multiplicarlas luego en redes sociales, una vía de comunicación que él mismo suele utilizar no sólo para difundir su trabajo sino también para la investigación con fines creativos. Una buena estrategia sería ponerse unx en modo fantasma para disfrutar mejor de la experiencia, un modo que implique dejar por un rato los ritmos de la calle, porque si algo propicia el lenguaje de la performance es justamente ese abandono del tiempo ordinario y la ubicación en un espacio otro.

Algo de eso proponen Estoy (de Haidar, con diseño sonoro de Ismael Pinkler) y Hacer un pozo (de Alina Marinelli, con diseño sonoro de Carola Zelaschi y Federico Estévez). Los nombres de Haidar y Marinelli son muy reconocidos en la escena de la performance: Alina es docente en la Licenciatura en Danza de la UNA, y codirige junto a Damiana Poggi y Gonzalo Lagos el ciclo de acciones El Asunto de lo Remoto. Haidar, por su parte, tiene una formación integral que incluye haberse recibido como bailarín en la Escuela de Danzas Clásicas y Contemporáneas de La Plata y en el Taller de Danza del Teatro San Martín, estudios de actuación con maestros de la talla de Ricardo Bartís o Raúl Serrano e incluso un paso por la carrera de Comunicación Audiovisual.

Estoy puede leerse como parte de la búsqueda que el director encaró en trabajos anteriores como No estoy solo –estrenado en la última edición del FIBA– o Soy tu performer, un ejercicio extremo de acumulación y permanencia que duraba 5 horas y que proponía la interacción con artistas de otras disciplinas en la Cuarta Bienal de Performance. En los títulos aparece siempre la primera persona porque esa figura constituye el centro de muchas de las reflexiones que se despliegan en estos trabajos. La experiencia en el CETC está atravesada por la duplicidad y al comienzo les espectadores deben elegir una de las dos salas en las que se puede ver la performance. Haidar aparece al comienzo como constructor del clima sonoro fantasmagórico y después se ubica en la consola para dar lugar a les performers Florencia Vecino, Hernán Franco, Soledad Pérez Tranmar y Cristian Jensen.

Hay un micrófono y una performer que da instrucciones a otra (como en Soy tu performer); hay ilusiones ópticas y juegos con imágenes físicas o virtuales (como en No estoy solo); y también hay fantasmas de sábana, sombras, duplicaciones, espejismos y uno de los momentos más altos con un cuestionario existencial a Florencia y Soledad que no vale la pena spoilear. ¿Cómo percibimos lo real? Esa podría ser una pregunta transversal en la investigación de Haidar, que para producir figuras complejas se vale tanto de lo físico como de lo virtual: hay algo que está ahí y algo que no, hay un cuerpo que podemos ver porque está a un par de metros y otro que no porque habita un espacio diferente, pero igual llega algo de esa materia transformada: una imagen en la pantalla, una sombra, un reflejo, su réplica producida por la cámara. Quizás lo más interesante de todo ese juego sea la invitación a desconfiar de lo aparente, de aquello que se presenta como dado. ¿A qué cosas le otorgamos el estatuto de realidad? ¿Es real eso que vemos pero no está ahí en su forma física? “¿Estás? Estoy”, repite una voz. Ese estar (habitar) es, también, una forma de no estar. Y en las grietas que se abren entre lo real y lo aparente emerge la ficción como instrumento para crear otras realidades posibles, como la de esta perfo-fantasmática que estimula la formulación de preguntas y el juego con (nuestros propios) espectros.

La creación de Marinelli se presenta como la primera instancia de apertura al público de una investigación que continúa en proceso, y esta es una característica que comparten muchas de estas experiencias: la fase de laboratorio y la permanente transformación. Hacer un pozo toma como punto de partida la rabdomancia, una práctica ancestral que se utiliza hasta hoy como técnica para rastrear la existencia de flujos, masas de agua y lagos subterráneos. En la puesta hay un bloque de hielo colgado de una cuerda, una fuente de agua que es transportada por el espacio, y un sistema de bandejas, vasijas y tinajas que funciona como una suerte de cascada artificial.

En el primer capítulo de la sexta temporada de The office, el personaje de Jim dice que el objetivo principal del arte del parkour es “ir del punto A al punto B de la manera más creativa posible”. Hacer un pozo adopta una premisa similar y genera prácticas coreográficas y performáticas para transportar agua del punto A (el pozo) al punto B (el bloque de hielo). Es estimulante ver ese crescendo porque las tres performers en escena –Camila Malenchini, Mariana Montepagano y la propia Marinelli– suben la apuesta en cada uno de los pasajes y logran encontrar formas novedosas para cumplir con esta empresa performática que explora la fluidez de los movimientos, la permeabilidad de las texturas, el derrame entre cuerpos, la inmersión de una materia en otra y la emergencia de lo inesperado en una estructura aparentemente predecible.

Hacer un pozo (foto: Gentileza Máximo Parpagnoli)

Para ver este programa doble se recomienda no sólo silenciar los celulares sino desconectarse del mundo cotidiano, descender al subsuelo del CETC aceptando los ritmos nuevos que proponen estas experiencias y activar el modo fantasma para habitar las nuevas coordenadas espacio-temporales de la performance.

Estoy / Hacer un pozo: 8

Performers: Florencia Vecino, Hernán Franco, Soledad Pérez Tranmar, Cristian Jensen, Iván Haidar, Sol Santacá y René Mantiñán / Camila Malenchini, Mariana Montepagano y Alina Marinelli

Diseño sonoro: Ismael Pinkler / Carola Zelaschi y Federico Estévez

Dirección: Iván Haidar / Alina Marinelli

*Se puede ver sábado 20 y domingo 21 de mayo a las 20 en el CETC (Viamonte 1142).