Llega esta época del año, las actividades tienden a realizarse a puertas cerradas y los virus respiratorios florecen. Las guardias están abarrotadas de personas que buscan calmar el elenco estable de síntomas: fiebre, malestar, congestión nasal, tos y desgano. En el presente, la enfermedad que despunta es la bronquiolitis. De hecho, Nicolás Kreplak, titular de la cartera de Salud de la provincia Buenos Aires, describió el escenario actual con contundencia: "Estamos ante la peor epidemia de bronquiolitis de la que tengamos registro". Uno de los rasgos más preocupantes es que suele afectar a los menores de un año; ya que si el cuadro se agrava, los pulmones se ven comprometidos y pueden terminar internados. De acuerdo a un estudio publicado en la revista The Lancet en 2019, la enfermedad es la responsable de 100 mil muertes anuales en menores de cinco años.
A nivel doméstico, según refiere el último boletín epidemiológico emitido por el Ministerio de Salud, ya se acumulan más de 34 mil casos de bronquiolitis en lo que va del año. Los casos del virus sincicial respiratorio que provoca la enfermedad superan en un 56 por ciento al registro de 2019, el antecedente cercano de mayor circulación. “Estamos en presencia de una epidemia de bronquiolitis que se adelantó, porque por lo general solemos tenerla para fines de junio o julio. Hay una explosión de casos que se ve reflejada en las demoras de la atención en las guardias de emergencias y en la falta de camas de internación en buena parte de los hospitales de Buenos Aires y de CABA también”, observa Georgina Di Genaro, médica pediatra que se desempeña en clínicas privadas de Olivos y Lomas de Zamora.
“Estamos viendo un aumento de casos lógico, pero con una estacionalidad que en los últimos años no se cumplió por la pandemia. Por el encierro de los chicos, el virus no circuló como lo hace habitualmente. Hay muchos internados y se genera la sensación de que falta estructura para poder atender a todos los chicos”, apunta el médico pediatra Gonzalo Pérez Marc. Después completa: “Los más vulnerables son los de menos recursos. Se trata, en general, de los pacientes más comprometidos, en la medida en que no pueden conectar con el sistema de salud lo suficientemente rápido”.
En apariencia, la situación está motivada, fundamentalmente, por la baja circulación --y por tanto, la baja inmunidad para este virus-- durante la pandemia de covid. De esta manera, los niños y niñas no están protegidos como en temporadas anteriores. Di Genero opina al respecto y presenta un matiz: “El año pasado tuvimos un año atípico en relación a los virus respiratorios; la hipótesis principal es que se debió a la falta de inmunidad para muchos virus. Sin embargo, la realidad es que hoy tenemos bebés nacidos hace muy pocos meses que no atravesaron la pandemia y que tienen bronquiolitis, el primer broncoespasmo de la vida”. Ante este panorama, el pico de infecciones podría llegar a comienzos del invierno.
Lecciones que dejó la pandemia y pueden servir
Una de las recomendaciones que suelen comunicar los especialistas y las autoridades sanitarias es evitar concurrir a guardias, a menos que la situación verdaderamente lo amerite. El virus se transmite a partir del contacto directo con manos y superficies contaminadas, así como también por las secreciones nasales o las gotitas de saliva que viajan por el aire cuando alguien enfermo habla, tose o estornuda. Por este motivo, también es fundamental que los bebés/niños no concurran a establecimientos educativos, ni que realicen actividades de socialización por fuera del colegio si exhiben indicios de problemas respiratorios. Asimismo, de ser necesario, el barbijo --aliado durante el coronavirus-- podría servir para cortar la propagación de este virus respiratorio (a excepción de los menores de dos años).
Como pedido adicional, los médicos consultados por este diario solicitan a los padres no medicar por su propia cuenta. La medicación de un familiar puede, con frecuencia, enmascarar los síntomas, confundir el diagnóstico y, por lo tanto, el tratamiento para recuperar la salud.
Aunque la enfermedad puede ser causada por diferentes virus, en este caso, el encargado de potenciar la epidemia es el virus sincicial respiratorio. Al ingresar al organismo y replicarse, afecta las vías aéreas, dificulta la respiración y provoca agitación, tos y decaimiento. Si bien no existen jarabes ni antibióticos, los pacientes suelen recuperarse en el término de dos semanas, aunque quedan susceptibles para cuadros respiratorios recurrentes en el futuro.
“Estos virus también producen problemas en niños más grandes, sobre todo, en aquellos que tienen predisposición a realizar cuadros alérgico-bronquiales. Me refiero a los que cursan el jardín de infantes o los que atraviesan los primeros años de escolaridad y enfrentan infecciones graves que requieren de internación”, destaca la pediatra. Y continúa: “Si bien no hay vacunas disponibles para los virus que provocan estas infecciones respiratorias, sí hay para la gripe. La campaña antigripal comenzó en marzo, pero las personas pueden empezar a recibirla a partir de los seis meses”.
La higiene, el lavado de manos y la ventilación de los espacios, desde aquí, continúan siendo algunas de las lecciones que dejó la pandemia y funcionan como claves de aprendizaje para este caso.
Un reclamo que también requiere atención
La Sociedad Argentina de Pediatría emitió un duro comunicado el jueves. El texto detalla cómo el incremento de infecciones respiratorias y el colapso de las guardias sirve para desnudar una serie de problemas estructurales que enfrenta el sector. "Estamos en un escenario difícil para el ejercicio profesional de la Pediatría. Existen condiciones de trabajo inaceptables, alta carga laboral, inestabilidad en los empleos, falta de estímulo para el crecimiento, situaciones de violencia, baja remuneración, necesidad del pluriempleo para llegar a fin de mes y falta de oportunidades para actualizarse en la profesión", expresó la entidad.
Uno de los principales problemas que se advierten tanto en los hospitales públicos como en las clínicas privadas --a tono a lo referido por el texto-- es la falta de profesionales de la salud. Hay que tener en cuenta que los médicos y médicas especializados en pediatría requieren de una formación que se acerca a los 13 o 14 años. Una vez que el Estado invierte dinero en su formación, la incorporación al mercado laboral se vuelve un obstáculo en la medida en que no suelen ser profesiones muy bien pagas. De esta manera, los profesionales, algunas veces, no completan las especializaciones, o bien, abandonan en el camino. “Hay una crisis en la pediatría. Cada vez menos gente se dedica a esta especialidad, al tiempo que hay una demanda creciente de presencia física de los profesionales durante la semana. Muchos se cambian de especialidad, o bien, deciden dejar de hacer asistencial”, comenta Pérez Marc.
Este fenómeno, lejos de ser un problema específico de Argentina, se destaca en todo el mundo. De aquí la importancia de la puesta en marcha de programas de incentivos y plus salariales para médicos que decidan realizar su residencia en campos vacantes, como pediatría, neonatología, clínica médica o terapia intensiva. Más aún si se tiene en cuenta que los recursos humanos constituyen los actores principales del sistema de salud.